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Pregunta

¿Qué dice la Biblia sobre la sinceridad?

Respuesta


La sinceridad es la cualidad de estar libre de fingimiento, engaño o hipocresía. Las personas sinceras se representan a sí mismas con honestidad, y sus palabras están libres de dobles discursos, chismes, halagos o adornos. La biblia da un gran valor a la sinceridad: "El amor sea sin fingimiento" (Romanos 12:9; cf. 2 Corintios 6:6). La fe también debe ser sincera (1 Timoteo 1:5).

La biblia tiene mucho que decir sobre la necesidad de la sinceridad en la adoración. A los israelitas de la antigüedad se les advirtió que debían servir al Señor sin ninguna pretensión ni compromiso: "Ahora, pues, temed al Señor, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid al Señor" (Josué 24:14).

Es importante entender que la sinceridad no es una virtud en sí misma. Después de todo, una persona puede estar sinceramente equivocada. Si alguien cree sinceramente en los marcianos, no significa que la vida extraterrestre exista. Y que alguien sea sincero en su creencia de que Krishna es un dios no afecta a la verdad. Sólo cuando aplicamos la sinceridad a nuestra búsqueda de Dios y de Su justicia, agradamos al Señor (Mateo 6:33; Jeremías 29:13).

Apolos era sincero, aunque al principio estaba sinceramente equivocado en un asunto importante (Hechos 18:24-28). Apolos amaba a Dios y enseñaba sincera y poderosamente, aunque tenía un mensaje incompleto. Sin embargo, como era sincero en su deseo de enseñar la verdad, el Señor envió a Priscila y Aquila para que lo instruyeran. Cuando Apolos comprendió mejor el mensaje del Evangelio, se atrevió aún más a predicar la verdad sobre la identidad de Jesucristo. Dios pudo bendecir su ministerio, aunque Apolos no lo entendiera todo al principio, por su sincero deseo de enseñar la Palabra de Dios.

Cuando nos rendimos ante la cruz, Dios nos perdona. Sólo se le concede el perdón a los que se arrepienten y creen sinceramente, porque a Dios para nada le impresionan las pretensiones. Cuando estamos de acuerdo con Él sobre nuestro estado pecaminoso, Dios quita los cargos contra nosotros y los clava en la cruz (Colosenses 2:14). Él borra nuestro pasado y nos da un nuevo comienzo (2 Corintios 5:17). De esta manera, Dios elimina nuestra necesidad de mantener una vida fingida o hipócrita. Somos libres para vivir auténticamente, habiendo sido declarados justos ante Dios.

Las personas que desean complacer a los demás y que se crean una imagen pública para enmascarar una realidad personal, son las que perjudican la sinceridad. Las redes sociales se han convertido en un caldo de cultivo para la falta de sinceridad, la comparación y la actuación. Los cristianos también pueden quedar atrapados en esto. Podemos caer en la falta de sinceridad al convertirnos en expertos en terminología, cultura y actividades cristianas mientras estamos lejos de Dios en nuestros corazones (ver Mateo 15:8). Dios no se deja impresionar. Las prácticas religiosas falsas son una forma de orgullo y son detestables para Dios (Marcos 7:6). Con frecuencia, Él permitirá que los hipócritas sufran caídas en público para llamar su atención. "Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu" (Proverbios 16:18). Quienes pretenden ser personas poco sinceras por lo general quedan expuestos cuando se descubren sus pecados secretos, y esto es una bendición, porque muchas veces es esa exposición la que les quita la pretensión y les permite reconstruir sus vidas sobre la base de la sinceridad.

Todo corazón humano está expuesto al orgullo y a la pretensión. El cristiano sabio permite al Espíritu Santo tener libre acceso a cada parte de su vida con la oración para que las áreas de orgullo y falta de sinceridad sean reveladas (ver Salmo 139:23). Dios aprueba la sinceridad en la obediencia a su Palabra: "Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios" (Salmo 51:16-17). Dios conoce cuán íntimo es nuestro compromiso con Él y el nivel de nuestra sinceridad. No podemos escondernos de Él ni tampoco engañarle (Salmo 139:1-12). Cuando le permitimos que nos quite la pretensión de nuestras vidas, descubrimos que Él también nos ama. Su amor nos libera para aceptar nuestro yo auténtico y servir a los demás con "alegría y sencillez de corazón" (Hechos 2:46-47).

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