Pregunta
¿Quién era Atanasio?
Respuesta
La lucha de Atanasio contra la herejía en el siglo IV es un maravilloso ejemplo de cómo defender "la fe que de una vez para siempre fue entregada a los santos" (Judas 1:3). Atanasio nació alrededor del año 298 d. C. y vivió en Alejandría, Egipto, el principal centro de aprendizaje del Imperio Romano.
En el año 313 d. C., el Edicto de Milán del emperador Constantino cambió el cristianismo de una religión perseguida a una oficialmente reconocida. Unos años más tarde, Arrio de Alejandría, un presbítero, comenzó a enseñar que, dado que Dios engendró a Jesús, hubo un tiempo en que el Hijo no existía. En otras palabras, Arrio decía que Jesús era un ser creado —el primero en ser creado— y no el Hijo eterno de Dios; Jesús era semejante a Dios, pero no era Dios.
Cuando Arrio comenzó a difundir su herejía, Atanasio era un diácono recién ordenado y secretario del obispo Alejandro de Alejandría. Atanasio ya había escrito dos obras apologéticas, Contra los gentiles y Sobre la encarnación del Verbo. Al escuchar la falsa enseñanza de Arrio, Atanasio refutó inmediatamente la idea de que el Hijo no es eterno: el "engendramiento" del Hijo, o la "pronunciación" del Verbo, por parte del Padre, dijo Atanasio, denota una relación eterna entre el Padre y el Hijo, no un acontecimiento temporal.
El arrianismo fue condenado por la mayoría de los obispos de Egipto, el país donde vivía Arrio, y este se trasladó a Nicomedia, en Asia Menor. Desde allí, Arrio promovió su postura escribiendo cartas a los obispos de la Iglesia de todo el mundo. Arrio parece haber sido una persona agradable con un don para la persuasión, ya que atrajo a muchos obispos para que compartieran su punto de vista. La Iglesia se estaba dividiendo sobre la cuestión de la divinidad de Cristo. El emperador Constantino trató de resolver la disputa sobre el arrianismo, convocando un concilio de obispos, que se reunió en Nicea, en Bitinia, Asia Menor, en el año 325. Atanasio asistió al concilio con su obispo, y allí fue reconocido como el principal portavoz de la opinión de que el Hijo es plenamente Dios y es coigual y coeterno con el Padre.
En el Concilio de Nicea, la opinión de Atanasio fue mayoritaria. Todo lo que se necesitaba era formular una declaración de fe para expresar el consenso. Inicialmente, el concilio trató de formular a partir de las Escrituras una declaración que expresara la plena deidad y la naturaleza eterna del Hijo. Sin embargo, los arrianos aceptaron todos los borradores, interpretándolos de manera que se ajustaran a sus propias opiniones (los testigos de Jehová y los mormones, herederos espirituales de Arrio, tienen interpretaciones similares). Finalmente, se introdujo la palabra griega homoousious (que significa "de la misma sustancia, naturaleza o esencia"), ya que era una palabra que no podía tergiversarse para adaptarse al arrianismo. Algunos de los obispos se resistieron a utilizar un término que no se encontraba en las Escrituras; sin embargo, finalmente vieron que la alternativa era una declaración en la que ambas partes podían estar de acuerdo, aunque la interpretación de una parte fuera completamente diferente a la de la otra. La Iglesia no podía permitirse el lujo de ser ambigua sobre la cuestión de si el Hijo es verdaderamente Dios (o, como decían los arrianos, "un dios"). El resultado fue que el concilio adoptó lo que hoy llamamos el Credo Niceno, declarando que el Hijo es "engendrado, no creado, de la misma sustancia que el Padre".
Por supuesto, los arrianos se negaron a aceptar la decisión del concilio; además, muchos obispos ortodoxos habían deseado una redacción menos divisiva que la del Credo Niceno, algo que los arrianos aceptaran, pero que siguiera sonando doctrinalmente firme a los oídos ortodoxos. Se propusieron todo tipo de compromisos y variaciones de Nicea.
En 328, Atanasio sucedió a Alejandro como obispo de Alejandría. Atanasio se negó a participar en las negociaciones con los arrianos, receloso de cualquier compromiso en una cuestión tan importante. Atanasio temía que, una vez que la búsqueda de un terreno común tuviera prioridad sobre la sana doctrina, se perdiera la verdad. Cada vez más obispos aceptaban el arrianismo. El propio emperador Constantino se puso del lado de los arrianos. Pero Atanasio siguió defendiendo enérgicamente la plena deidad de Cristo frente a los líderes y teólogos de su época, negándose a permitir la entrada de los arrianos en su iglesia. Por ello, varios emperadores lo consideraron un alborotador y fue desterrado varias veces de su ciudad y de su iglesia. En ocasiones, parecía que Atanasio era el único defensor de la deidad de Cristo, una doctrina que defendía con vehemencia. La inquebrantable dedicación de Atanasio a la verdad bíblica frente a la severa oposición dio lugar a la expresión Athanasius contra mundum, o "Atanasio contra el mundo".
Finalmente, los cristianos que creían en la divinidad de Cristo llegaron a comprender que el Credo Niceno no podía abandonarse sin relegar al Logos al papel de ángel de alto rango. La cuidadosa redacción del Credo Niceno era una expresión adecuada de la verdad bíblica. El Credo Niceno fue confirmado posteriormente en el Concilio de Constantinopla en 381, un triunfo final que Atanasio no vivió para ver (murió en 373).
Más allá de defender la fe, Atanasio también ayudó a identificar el canon de las Escrituras. Era deber del obispo de Alejandría escribir cada año a los demás obispos y comunicarles la fecha correcta de la Pascua (Alejandría contaba con los mejores astrónomos de la época). Naturalmente, las cartas anuales de Atanasio también contenían otro material. Una carta de Pascua de Atanasio es muy conocida por enumerar los libros que debían considerarse parte del canon de las Escrituras, junto con otros libros adecuados para la lectura devocional. Para el Nuevo Testamento, Atanasio enumera los 27 libros que se reconocen hoy en día. Para el Antiguo Testamento, su lista es idéntica a la que utilizan la mayoría de los protestantes, excepto que omite Ester e incluye Baruc. Su lista complementaria de libros "devocionales" contiene Sabiduría, Sirácida, Tobías, Judit y Ester.
Atanasio vivió en una época turbulenta de la historia de la iglesia, y le debemos nuestro agradecimiento por su perspicacia, valentía y firmeza. Gracias a su conocimiento de la Palabra, Atanasio fue capaz de identificar a los lobos con piel de cordero que se infiltraban en la iglesia y, gracias a su compromiso con la verdad bíblica, pudo mantenerse firme y repeler sus ataques. Por la gracia de Dios, Atanasio salió victorioso.
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