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Pregunta

¿Qué ocurrió en el Concilio de Constantinopla?

Respuesta


El Primer Concilio de Constantinopla se celebró en el año 381 d.C. en la ciudad del mismo nombre (la actual Estambul, Turquía). Se considera el segundo Concilio Ecuménico de la historia cristiana, después del de Nicea (325 d.C.). En este concilio, los obispos cristianos se reunieron para resolver disputas doctrinales que habían surgido entre los líderes religiosos de la región. Aunque no fue tan recordado como el de Nicea, el Concilio de Constantinopla representó un golpe decisivo contra el arrianismo, aclaró la forma de expresar la doctrina de la Trinidad y acentuó las diferencias entre las ramas oriental y occidental de la Iglesia.

La razón inmediata para convocarlo fue una serie de controversias teológicas. El Concilio de Nicea, medio siglo antes, había condenado el arrianismo, una doctrina que negaba la plena divinidad de Cristo. A pesar de que Nicea rechazó el arrianismo por una abrumadora mayoría, la enseñanza persistió y siguió dividiendo a las iglesias. De hecho, Constantinopla era considerada una ciudad de fuerte influencia arriana hasta que el emperador Teodosio I decidió reemplazar a los obispos arrianos por líderes ortodoxos.

Este intento generó disturbios. Teodosio nombró a Gregorio Nacianceno como nuevo obispo de Constantinopla, pero antes de su consagración formal, un grupo rival irrumpió en la catedral para consagrar a Máximo el Cínico en su lugar. La ceremonia fue interrumpida por una multitud enfurecida, lo que llevó a Teodosio a pedir consejo al Papa Dámaso. Este le ordenó convocar un concilio para rechazar formalmente a Máximo y resolver las disputas arrianas de una vez por todas.

Desde su inicio, el concilio se vio envuelto en controversia. El primer presidente designado, Melecio de Antioquía, murió poco después de la apertura. Gregorio fue elegido para presidir, pero un grupo de obispos recién llegados se opuso tanto a su liderazgo del concilio como a su nombramiento como obispo. Ante la tensión, Gregorio ofreció renunciar a ambos cargos, lo que calmó la situación y permitió continuar los trabajos.

Una vez en marcha, el concilio reafirmó la condena del arrianismo y trató asuntos eclesiásticos como la jerarquía episcopal, la readmisión de herejes y la disciplina entre los líderes. Uno de los puntos más importantes fue la revisión del Credo Niceno, ampliando su lenguaje para expresar con mayor precisión la doctrina trinitaria. A continuación, se muestra el texto del Credo con las adiciones del Concilio de Constantinopla entre corchetes:

Creemos en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Hacedor [del cielo y de la tierra] y de todas las cosas visibles e invisibles. Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo [unigénito] de Dios, engendrado del Padre [antes de todos los siglos], Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, de la misma sustancia que el Padre; que por nosotros y por nuestra salvación descendió [del cielo], se encarnó [por el Espíritu Santo de la Virgen María] y se hizo hombre; [fue crucificado por nosotros bajo Poncio Pilato], padeció, [fue sepultado] y resucitó al tercer día [según las Escrituras]; subió al cielo [y está sentado a la diestra del Padre]; de allí vendrá [otra vez, con gloria] para juzgar a vivos y muertos; [y su reino no tendrá fin]. Y en el Espíritu Santo, [Señor y dador de vida, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo es juntamente adorado y glorificado, que habló por los profetas. En una santa Iglesia católica y apostólica; reconocemos un solo bautismo para la remisión de los pecados; esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo venidero. Amén].

Así como Constantino había convocado el Concilio de Nicea para definir la fe cristiana ortodoxa, Teodosio I deseaba que el Concilio de Constantinopla unificara a los creyentes del Imperio Romano bajo una misma doctrina. En gran medida lo consiguió: se clarificaron aspectos fundamentales de la fe y el arrianismo comenzó a desaparecer hasta extinguirse.

No obstante, el concilio también profundizó la brecha entre las Iglesias de Oriente y Occidente. Uno de sus decretos estableció que "el obispo de Constantinopla tendrá el segundo lugar en honor después del obispo de Roma, porque Constantinopla es la Nueva Roma". Esta declaración generó un desacuerdo persistente sobre la primacía entre las cinco sedes principales: Roma, Antioquía, Alejandría, Constantinopla y Jerusalén. Siglos más tarde, esa tensión desembocaría en el Gran Cisma entre la Iglesia de Roma y la de Oriente.

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