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Pregunta

¿Cómo puedo saber por qué debo orar?

Respuesta


Desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo, Dios manda a las personas a orar. Cuando enfrentamos una crisis, no tenemos problemas para saber por qué debemos orar (ver 2 Crónicas 7:13-14). Le pedimos al Señor ayuda, salvación, provisión o curación. En otras ocasiones, sabemos que debemos orar, pero no tenemos seguro por qué debemos hacerlo.

Se han sugerido varias estructuras de oración, y pueden ser útiles: la oración de los cinco dedos, el acrónimo ACTS, etc. Jesús nos dio una oración modelo en Mateo 6:10-13, y, si la seguimos, no nos faltan temas para orar:

“Padre nuestro que estás en los cielos,

Santificado sea tu nombre.

Venga tu reino.

Hágase tu voluntad,

como en el cielo, así también en la tierra.

El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.

Y perdónanos nuestras deudas,

como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.

Y no nos metas en tentación,

mas líbranos del mal.”

Podemos diseñar nuestras propias oraciones alrededor de esta oración modelo. Es una plantilla sobre la cual podemos colocar nuestras propias peticiones. Entonces, veamos cada sección del modelo de Jesús y veamos cómo podemos aplicarlo a nuestras propias vidas de oración.

1. “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.” Es a Dios solo a quien oramos y una de las primeras cosas que debemos pedir es que “santifiquemos” el nombre de Dios. Es decir, oramos para que hagamos santo el nombre y la reputación de Dios, que lo santifiquemos. Dios es santo y digno de todo honor, y nuestra primera prioridad es orar para que el mundo vea cuán santo y glorioso es Él.

2. “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.” Antes de comenzar con nuestra lista de necesidades, debemos recordarnos a nosotros mismos que es la voluntad de Dios la que deseamos, no la nuestra (Mateo 26:39, 42). El objetivo principal de la oración es alinear nuestra voluntad con la de Dios. Debemos estar seguros de que nuestros corazones tienen una relación correcta con Él; de lo contrario, nuestras oraciones no son más que listas de tareas que esperamos que Dios cumpla. Así que oramos para que la voluntad de Dios prevalezca en nuestros corazones y vidas, independientemente de lo demás que pidamos.

3. “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.” Se nos invita a pedir lo que necesitamos. En Mateo 7:7-8, Jesús dijo: “Pide, y se te dará; busca, y encontrarás; llama, y se te abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.” Una de las cosas que pedimos son nuestras necesidades diarias.

Por lo general, pasamos la mayor parte del tiempo en esta parte de la oración porque estas preocupaciones son las que nos impulsan a orar. Lo que sea que esté perturbando nuestros corazones, los miedos, necesidades o ansiedades que nos asedian, se nos dice que los lancemos sobre el Señor (1 Pedro 5:7). Problemas laborales, peleas familiares, hijos rebeldes, problemas económicos, o la búsqueda de sentido son todos parte de “dánoslo hoy el pan nuestro de cada día.” Lo que esté pesando en nuestros corazones puede ser dejado a los pies de Jesús.

4. “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.” Otra cosa por la que oramos es por el perdón personal. Aquí es donde la oración puede volverse dolorosa. Si nuestros corazones son sinceros ante Dios, Él revelará las áreas donde nos aferramos al pecado o vivimos sin perdonar. Se nos invita a confesar nuestros pecados y esperar un perdón completo (1 Juan 1:9). Pero entonces Dios nos pide que lo transmitamos. Debemos estar listos para perdonar a quienes nos han pecado (ver Mateo 18:21–35). Mientras pedimos perdón por nuestras propias transgresiones, debemos preparar nuestros corazones para perdonar a quienes nos han hecho daño.

5. “Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.” Dios no lleva a las personas a la tentación (ver Santiago 1:13–14). Más bien, Jesús enseña que debemos reconocer la presencia de un tentador maligno, y pedirle a Dios protección contra sus artimañas. Cada tentación que enfrentamos es experimentada por otros, y Dios proveerá “la vía de escape” para que la tentación no sea demasiado grande para soportar (1 Corintios 10:13). Admitiendo nuestra tendencia a caer en la tentación, invocamos al Señor para que nos proteja. Oramos por el poder para buscar intencionalmente “la vía de escape”, ya sea cambiando de canal, cambiando de relación, o cambiando nuestras mentes.

6. [“Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.”] Algunas traducciones encierran esta última frase como no original al texto, pero aún así es útil para guiar nuestras oraciones. Después de que hemos hecho nuestras “peticiones conocidas a Dios” (Filipenses 4:6), es bueno recordar quién es Dios. La adoración es una parte importante de la oración, pero a menudo saltamos directamente a las peticiones y luego al “Amén” sin hacer una pausa para contar la grandeza de Dios. Al concluir con un resumen de todo lo que se le debe a Dios, estamos diciendo: “Señor, Tú solo eres digno de toda adoración y alabanza. Es Tu voluntad, no la mía, la que debe prevalecer, y trabajaré en armonía contigo. Tú solo mereces mi adoración y obediencia, y te la entrego libremente.”

Por mucho que este modelo nos sea útil, no estamos limitados a él. La oración es una conversación con Dios. Deberíamos orar todo el día, sobre todo (1 Tesalonicenses 5:17). Cuanto más aprendemos las Escrituras, más podemos orarlas de vuelta a Dios cuando se ajustan a la situación. Los Salmos están llenos de versículos dignos de oración que a menudo parecen hechos a medida para nuestras circunstancias. Cuando no sabemos qué orar, podemos recurrir a los Salmos y leerlos de nuevo a su Autor (inténtalo con los Salmos 6, 23, 27, 73 y 131).

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