Pregunta
¿Qué significa que Dios no se complace en la muerte de los perversos (Ezequiel 33:11)?
Respuesta
El tema de la responsabilidad individual por el pecado se explora en Ezequiel 18:20-32 y vuelve a aparecer en Ezequiel 33:10-20. En estos pasajes, las Escrituras dejan claro que las personas tienen la opción de vivir con rectitud o con maldad. El Señor afirma enfáticamente: "no me complace la muerte de los perversos. Solo quiero que se aparten de su conducta perversa para que vivan. ¡Arrepiéntanse! ¡Apártense de su maldad, oh pueblo de Israel! ¿Por qué habrían de morir?" (Ezequiel 33:11, NTV). Sí, es cierto que Dios no se complace en la muerte de los malvados.
Dios nombró a Ezequiel guardián del pueblo de Israel. Ezequiel tiene la responsabilidad de vigilar y advertir al pueblo de Dios que el juicio por el pecado se acerca. Si persisten en sus malos caminos, morirán. Pero debido a la misericordia, la gracia y el amor del Señor, debido a que Él no se complace en la muerte de los malvados, Dios se cuida de advertir del juicio y llamar a Su pueblo al arrepentimiento. No importa cuán justamente hayan vivido en el pasado. Si están pecando ahora, deben volverse a Dios inmediatamente y vivir (Ezequiel 18:23-24).
Ezequiel 33:11 revela que la misericordia y la gracia de Dios no son conceptos estrictamente del Nuevo Testamento. Lo que destaca en este pasaje es que Dios es un Dios de perdón. Ver a una persona que se ha apartado del camino y arrepentirse, le produce satisfacción. Dios no se complace en castigar a los malvados, sino en dar vida a los que se apartan del pecado. Las películas y los programas de televisión glorifican los asesinatos por venganza, como si la muerte de una persona malvada fuera algo que celebrar y aplaudir. Pero Ezequiel 18:32 nos dice que Dios no se complace en la muerte de nadie. Dios quiere que todos comprendan la verdad, se arrepientan y se salven (1 Timoteo 2:3-4). Al igual que el padre de la parábola del hijo pródigo, lo que agrada a Dios es acoger en su hogar a los pecadores arrepentidos (Lucas 15:11-32). Dios anhela restaurar la relación correcta de las personas con Él.
Cuando consideramos el castigo de las personas malvadas, debemos recordar la paciencia de Dios. Como creyentes, debemos examinar nuestra actitud hacia la muerte de los malvados, teniendo en cuenta el corazón increíblemente misericordioso, clemente y paciente de Dios (Salmo 78:38). Sí, Dios juzgará a los malhechores. Sí, castigará la maldad (Isaías 13:11; 26:21; Salmo 37:38; Deuteronomio 32:35; Eclesiastés 12:14). Al mismo tiempo, Dios está lleno de compasión, paciencia y perdón (Salmo 86:15; Isaías 48:9). "El Señor es lento para la ira y abundante en misericordia, y perdona la iniquidad y la transgresión" (Números 14:18), "no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento" (2 Pedro 3:8-9). Hay una gran celebración en el cielo cuando incluso un solo pecador perdido se arrepiente y vuelve a Dios (Lucas 15:7).
Antes de que una persona llegue a la fe salvadora en Jesucristo, vive en rebelión contra Dios. Es posible que antes de la salvación no nos consideráramos malvados ni viviéramos en la maldad absoluta. Sin embargo, estábamos separados de Dios por el pecado (Isaías 59:2; Efesios 4:18). Por esta razón, el apóstol Pablo da esta severa advertencia a cualquiera que se deleite en la muerte de los impíos: "Tal vez crees que puedes condenar a tales individuos, pero tu maldad es igual que la de ellos, ¡y no tienes ninguna excusa!...¿No te das cuenta de lo bondadoso, tolerante y paciente que es Dios contigo? ¿Acaso eso no significa nada para ti? ¿No ves que la bondad de Dios es para guiarte a que te arrepientas y abandones tu pecado? Pero eres terco y te niegas a arrepentirte y abandonar tu pecado, por eso vas acumulando un castigo terrible para ti mismo. Pues se acerca el día de la ira, en el cual se manifestará el justo juicio de Dios" (Romanos 2:1-5, NTV).
Aunque Dios no se deleita en la muerte de los perversos, Proverbios 11:10 dice: "Toda la ciudad festeja cuando el justo triunfa; grita de alegría cuando el perverso muere" (NTV). Así como cada individuo es responsable de su elección de vivir con rectitud o con maldad, las sociedades enteras cosechan los beneficios y los daños de estas elecciones morales. Cuando la piedad y la moralidad prevalecen en este mundo y el mal es derrotado, hay motivos para regocijarse porque la voluntad de Dios se cumple en la tierra (Romanos 13:1-7). Podemos deleitarnos en que se haga justicia y se venza al mal, pero la condenación eterna de un alma nunca debe celebrarse.
El destino eterno de cada persona no es un asunto que deba tomarse a la ligera. La muerte de los redimidos es, en cierto sentido, un excelente motivo de celebración, porque esa persona ha entrado en la vida eterna con Cristo (Salmo 116:15; Filipenses 1:21). Sin embargo, la muerte de los malvados es una tragedia, porque esa persona ha perdido la oportunidad de ser salva y vivir para siempre con Dios. La separación eterna de Dios es el destino que espera a todos los que finalmente lo rechazan en esta vida (Mateo 25:46; Daniel 12:2; Apocalipsis 20:15). En lugar de regocijarnos por la muerte de los impíos, debemos orar para que reciban la salvación antes de que sea demasiado tarde.
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¿Qué significa que Dios no se complace en la muerte de los perversos (Ezequiel 33:11)?
