Pregunta
¿Qué significa importunidad?
Respuesta
La importunidad es la persistencia urgente. Una persona importuna es aquella que persiste en pedir algo hasta el punto de parecer molesta. Jesús planteó una vez un escenario: supongamos que un hombre va a casa de un amigo por la noche y le pide unos panes para alimentar a un invitado inesperado. El amigo se niega, diciendo que su familia ya duerme y que no quiere despertarlos. Pero el hombre no se da por vencido; sigue llamando a la puerta. Finalmente, Jesús dice: "Aunque no se levante a darle algo por ser su amigo, no obstante, por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite" (Lucas 11:8). Esta fue la manera en que Jesús ilustró la necesidad de la oración persistente, incluso importuna, una oración que se podría calificar de mendicidad descarada o, como dice otra traducción, muestra una "audaz insistencia".
Aunque la palabra importunidad no se utiliza en Lucas 18:1–8, el principio de la oración persistente también se enseña allí. Fue gracias a las constantes súplicas de la viuda que el malvado juez finalmente cedió y le hizo justicia. La viuda se negó a aceptar un "no" por respuesta y siguió insistiendo más allá de donde la mayoría de la gente se habría detenido. La defensa que Jesús hace de la importunidad desafía nuestra concepción de la oración. Podríamos pensar que la importunidad no es necesaria, puesto que Dios ya ha escuchado nuestras oraciones (Salmo 34:17; 69:33; 1 Juan 5:14). Sin embargo, Jesús dice que el Padre quiere que nuestras oraciones sean insistentes. La importunidad revela sinceridad y deseo genuino del corazón.
La Biblia también habla de la importunidad en Proverbios 6:3. En el contexto de una persona que intenta liberarse de un voto precipitado o de una obligación insensata, la Escritura dice: "Haz esto ahora, hijo mío, y líbrate, ya que has caído en la mano de tu prójimo: ve, humíllate e importuna a tu prójimo". Otras traducciones dicen que debemos "suplicar", "procurar deshacer tu compromiso" o "rogar" para liberarnos de los votos insensatos.
La importunidad puede tener gran valor delante del Señor porque requiere humildad. Cuando oramos con importunidad, abandonamos toda idea de que podemos ayudarnos a nosotros mismos. Como la viuda de la parábola de Jesús, nos lanzamos a la misericordia de Dios, el verdadero Juez, y suplicamos desde la desesperación. La importunidad es el tipo de súplica que una madre haría a un secuestrador que amenaza a su hijo: rogaría con intensidad, sin vergüenza, lo que fuera necesario para rescatarlo. Ha dejado atrás cualquier intento de resolver el problema por sí misma. La situación la supera, pero rendirse no es una opción. Así también debemos suplicar con importunidad.
Cuando oramos de esta manera, demostramos el tipo de fe que mueve montañas (Marcos 11:23). Jesús elogió la importunidad de una mujer cananea en Mateo 15:22–28. Ella se negó a aceptar la primera respuesta de Jesús, que parecía desalentadora. Por así decirlo, "luchó con el Señor" hasta que Él le concedió su petición (ver Génesis 32:24–28). Dios honra este tipo de "lucha" con Él porque está arraigada en la fe, y Jesús elogia la gran fe de la mujer en el versículo 28. Si no creemos que Él puede o quiere hacer lo que pedimos, nos rendimos y nos alejamos. La fe impulsa la importunidad.
Las oraciones importunas adecuadas son aquellas que son justas, honorables y dentro del plan de Dios para nosotros. Cuando oramos con importunidad conforme a Su voluntad, Él promete escuchar y responder (1 Juan 5:14–16; Juan 16:23–24). Dios nos creó para relacionarnos y tener comunión con Él. La oración insistente nos mantiene a Sus pies, presentando nuestro caso y disfrutando de Su presencia. Orar con importunidad mantiene nuestra atención en Dios y no en nuestra capacidad para resolver la situación. Cuando lo buscamos de todo corazón, Él nos promete que lo encontraremos (Jeremías 29:13).
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