Pregunta
¿Qué dice la Biblia sobre la intimidación?
Respuesta
La intimidación es el acto de hacer que otra persona se muestre tímida o temerosa mediante amenazas reales o implícitas. Los acosadores utilizan la intimidación para obligar a sus víctimas a hacer lo que ellos quieren. La palabra tímido se encuentra en medio de intimidación y describe acertadamente el estado de nerviosismo causado por una persona en particular. Sin embargo, la intimidación no siempre es el resultado de las acciones de una persona. Las situaciones también tienen el poder de crear intimidación. A algunos les puede intimidar la idea de hablar en público, así como conocer a una celebridad o a una figura pública muy famosa. Cuando nos enfrentamos a una situación desconocida, a menudo nos sentimos intimidados. Además, dado que la Biblia siempre es relevante para nuestras vidas, también aborda el tema de la intimidación.
La intimidación puede producir un miedo poco saludable que puede controlarnos. Pablo animó a su protegido Timoteo a superar la intimidación que sentía en su posición como nuevo pastor: "Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor y timidez sino de poder, amor y autodisciplina" (2 Timoteo 1:7, NTV). Los jóvenes suelen sentirse intimidados por las personas mayores y con más experiencia, por lo que Pablo instó a Timoteo a no ceder a ese miedo. La intimidación puede silenciar el mensaje que Dios nos ha dado, así que, cuando cedemos a ella, estamos permitiendo que el miedo sea nuestro dios en vez del Señor.
Un ejemplo de intimidación se encuentra en Juan 12:42. Algunos líderes judíos de la época de Jesús permitieron que la intimidación de los fariseos les impidiera seguirle. La posibilidad de ser ridiculizados o perseguidos los intimidó para que callaran, a pesar de que querían responder al evangelio. En Lucas 7:36-47 tenemos un ejemplo de alguien que se negó a ser intimidado. Una mujer de mala reputación entró en una casa abarrotada de fariseos y otros líderes judíos varones con el fin de acercarse a Jesús. Arrodillándose, derramó un costoso perfume sobre los pies de Jesús y comenzó a secárselos con su cabello, además de expresar amorosa gratitud. Sabía que no era bienvenida en la casa del fariseo; sabía que habría protestas y que probablemente la echarían de la casa, pero no permitió que la intimidación le impidiera adorar al Señor.
Aunque generalmente pensamos en la intimidación de manera negativa, no siempre es algo malo. Sentirse intimidado a veces se debe al gran respeto que sentimos por una persona o un lugar. Los visitantes del Palacio de Buckingham o de la Catedral de San Pablo automáticamente bajan la voz en señal de reverencia mientras caminan por los edificios: la grandeza y la importancia histórica de esos lugares son intimidantes. Cuando te presentan a una figura notable, a menudo tartamudeas y olvidas qué decir, porque te intimida la presencia de alguien a quien admiras. Este tipo de intimidación es natural y se supera fácilmente al familiarizarse con la persona o el lugar. Debemos sentir un cierto nivel de intimidación cuando meditamos en el Señor. La Biblia llama a esto el "temor del Señor" (Proverbios 1:7; 9:10; Salmo 111:10), y se nos exhorta además a desarrollarlo. Dios se mostró a los israelitas de maneras aterradoras e intimidantes para crear este tipo de temor saludable (Éxodo 19:16; 20:18). La intimidación piadosa nos hace respetar al Señor y protege nuestros corazones contra la indiferencia y la irreverencia (Salmos 22:28-29; Romanos 14:11).
Cuando usamos la intimidación para controlar a otra persona, es incorrecto. El poder intimida, y aquellos a quienes se les ha concedido poder deben usarlo para servir con humildad (Mateo 20:26; Marcos 10:43-44; Lucas 22:26). El dinero puede intimidar a quienes no lo tienen. Por eso, la instrucción de Dios a los ricos es que usen sus recursos para ser útiles, no arrogantes (1 Timoteo 6:17). Podemos intimidar a otros física, mental y emocionalmente, usando lo que se nos ha dado para nuestro propio beneficio. Puede que no lleguemos a la agresión física, pero aun así podemos intimidar a los demás mencionando nombres, alardeando disimuladamente o haciendo alarde de nuestra riqueza. Segunda de Corintios 10:17-18 dice: "Pero el que se gloría, que se gloríe en el Señor. Porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien el Señor alaba".
Lamentablemente, algunos líderes de iglesias practican una forma de intimidación espiritual. Los pastores y otros líderes que exigen sumisión a su autoridad, esperan lealtad incondicional y además imponen reglas legalistas para controlar a sus congregaciones, están abusando de su posición. Los miembros de la iglesia no deben temer el castigo o la humillación por cuestionar el liderazgo de la iglesia. Los pastores no deben ser figuras autoritarias, sino servidores: "pastoreen el rebaño de Dios entre ustedes, velando por él, [...] con sincero deseo; tampoco como teniendo señorío sobre los que les han sido confiados, sino demostrando ser ejemplos del rebaño" (1 Pedro 5:2-3).
Estamos llamados a ser valientes como leones cuando estamos del lado de la justicia (Proverbios 28:1). Debemos protegernos contra la intimidación indebida de los demás, recordando que son seres humanos falibles como nosotros (Proverbios 29:23; Isaías 2:11; 23:9). Cuando nos sintamos intimidados por situaciones o personas desconocidas, recordemos que el Señor está con nosotros (Romanos 8:31). El salmista contrarrestó la intimidación con estas palabras: "El Señor está a mi favor; no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre?" (Salmo 118:6; cf. Jeremías 42:11). A veces podemos sentirnos ansiosos e inseguros, pero cuando sabemos que nuestra conciencia está tranquila y que el Señor está complacido con nuestras decisiones, no tenemos que dejar que la intimidación nos impida convertirnos en lo que Dios diseñó para que fuéramos (Salmo 23:4; 27:1; Hechos 23:1).
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¿Qué dice la Biblia sobre la intimidación?
