Pregunta
¿Qué dice la Biblia sobre la altanería?
Respuesta
La altanería es un orgullo exagerado o una autoconfianza desmesurada. El orgullo es pecado según la Biblia, por lo tanto, la altanería también lo es.
Entre los hombres de la Biblia que estaban llenos de altanería se encuentran el rey Nabucodonosor (Daniel 4:30), el rey Belsasar (Daniel 5:20), Goliat (1 Samuel 17:41-44), el rico insensato de la parábola de Jesús (Lucas 12:16–20) y el rey Herodes (Hechos 12:21–23). Todos estos hombres fueron juzgados por Dios a causa de su pecado de orgullo.
Probablemente, el mejor ejemplo de altanería en la Biblia sea el pecado de Satanás que lo llevó a su caída (Isaías 14:12–14). Antes de caer, Satanás era conocido como Lucero, un arcángel hermoso y poderoso. Sin embargo, la posición gloriosa que Dios le había dado no era suficiente para él. Lucifer quería el honor y la adoración que pertenecían al Señor. Su altanería fue tan excesiva que se rebeló contra Dios, y eso destruyó su posición y su potencial. Cuando Lucifer pecó, perdió su lugar en el cielo y se llevó consigo a un tercio de los ángeles (Apocalipsis 12:4). Lucifer se convirtió en Satanás, enemigo de Dios, y trajo consigo el orgullo, que ha utilizado para corromper a la humanidad desde entonces. En su tentación a Eva, la serpiente presentó el fruto prohibido como "deseable para alcanzar la sabiduría", es decir, incitó la altanería en el corazón de Eva.
Dios aborrece la altanería y el orgullo porque se exaltan indebidamente y traen destrucción sobre aquellos a quienes Dios ama (Proverbios 8:13; 16:18). En la raíz de todo orgullo excesivo está la creencia de que Dios está equivocado: que no es suficiente o no ha hecho lo suficiente. Pensamos que está reteniendo algo bueno de nosotros y que sabemos mejor que Él lo que necesitamos. Tal como la serpiente le dijo falsamente a Eva, Dios fue egoísta al prohibir el fruto de aquel árbol, y la única razón era que "Dios sabe que el día que de él coman, se les abrirán los ojos y ustedes serán como Dios" (Génesis 3:5). El orgullo se convierte en idolatría cuando nuestro ego ocupa el lugar que le corresponde a Dios en nuestros corazones. Así como Lucero insistió en ser tratado como Dios, también nosotros insistimos en ser nuestros propios dioses cuando la altanería gobierna nuestras vidas.
La altanería se encuentra con la oposición de Dios. Santiago 4:6 dice que Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes. Cuando el orgullo excesivo es nuestra motivación, no podemos acercarnos a Dios (Salmo 138:6). Él detesta cualquier palabra o acción motivada por el orgullo y el deseo de autoexaltación. Proverbios 6:16–17 dice que hay siete cosas que el Señor aborrece; entre ellas están "los ojos soberbios". El Salmo 101:5 dice: "No toleraré al de ojos altaneros y de corazón arrogante". La altanería del corazón se refleja en el rostro. Puede que ni siquiera nos demos cuenta del mensaje que transmitimos con nuestras cejas levantadas, nuestras narices alzadas o nuestras miradas críticas. Pero Dios lo nota y quiere que seamos honestos con nosotros mismos para que podamos reconocer la altanería como pecado.
El orgullo o la altanería es un problema universal que afecta a todos los seres humanos, sin importar el color de piel, la apariencia física o la condición socioeconómica. El más pobre de los pobres puede tener un orgullo excesivo, mientras que una celebridad adinerada puede caminar en humildad. La altanería es una condición del corazón contra la cual todos debemos protegernos (Proverbios 4:23), o nos destruirá así como destruyó a Lucero. Para combatir la altanería, debemos buscar la humildad (1 Pedro 5:6) examinándonos constantemente a la luz de la Escritura (2 Corintios 13:5). Debemos mantenernos conscientes de la gracia que Dios nos ha mostrado y de lo indignos que somos (Efesios 2:8–9). Podemos practicar el arte de considerar a los demás como superiores a nosotros mismos (Filipenses 2:3) y buscar servir en lugar de ser servidos (Marcos 10:44–45). Matar el orgullo es un proceso doloroso, pero necesario para llegar a ser más como Jesús (Mateo 11:29; Romanos 8:29; 2 Corintios 3:18).
Al final de su tiempo de juicio, el rey Nabucodonosor aprendió su lección. Su altanería fue reemplazada por humildad, y lo declaró públicamente: "Ahora yo, Nabucodonosor, alabo, ensalzo y glorifico al Rey del cielo, porque Sus obras son todas verdaderas y justos Sus caminos. Él puede humillar a los que caminan con soberbia" (Daniel 4:37).
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¿Qué dice la Biblia sobre la altanería?
