Pregunta
¿Qué significa que "la sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia"?
Respuesta
El padre de la iglesia del siglo II, Tertuliano, vivió en Cartago, África del Norte, durante una época en que la persecución contra los cristianos estaba en su punto más alto. En esos días, la sangre de los mártires literalmente empapaba la tierra: los creyentes eran echados a los leones, golpeados, azotados, ejecutados a espada, quemados en hogueras o encadenados en prisiones. Tertuliano sostuvo que, cuanto más se perseguía y "se eliminaba" a los cristianos, más se multiplicaban, porque "la sangre de los cristianos es semilla" (Apología, en Latin Christianity: Its Founder, Tertullian, Roberts, A., Donaldson, J. y Coxe, A. C., eds., Thelwall, S., trad., vol. 3, The Ante-Nicene Fathers, Christian Literature Company, 1885, p. 55).
Con el tiempo, esta afirmación de Tertuliano se interpretó como: "la sangre de los mártires es semilla de la iglesia". Esta traducción libre probablemente se originó en un sermón de Agustín de Hipona, quien dijo: "La tierra se ha llenado con la sangre de los mártires como de semilla, y de esa semilla han brotado las cosechas de la iglesia. Han defendido la causa de Cristo más eficazmente muertos que cuando estaban vivos. Hoy la siguen proclamando; sus lenguas callan, pero sus hechos resuenan por todo el mundo. Fueron arrestados, atados, encarcelados, llevados a juicio, torturados, quemados, apedreados, atravesados, echados a las fieras... fueron despreciados como inútiles, pero ‘preciosa es ante los ojos del Señor la muerte de sus santos’" (Salmos 51–150, Ancient Christian Commentary on Scripture OT 8, InterVarsity Press, 2007, p. 293).
"La sangre de los mártires es semilla de la iglesia" es solo una de las muchas frases ingeniosas de Tertuliano. En otras palabras, la persecución impulsa a la iglesia a fortalecerse y, al hacerlo, provoca su expansión y crecimiento en otras partes del mundo. Además, la valentía de los cristianos que mueren por su fe inspira fe y valor en quienes son testigos de su sacrificio.
La consecuencia no deseada de la persecución ha sido una cosecha de nuevas almas para la iglesia de Jesucristo—un organismo vivo que continúa avanzando a pesar de toda oposición—. Cuando se derramó la sangre de Esteban, el primer mártir cristiano (Hechos 7:54), uno de los principales perseguidores de los creyentes estaba allí aprobando su muerte (Hechos 8:1; 22:20). Ese hombre era Saulo, quien más tarde se convirtió en el apóstol Pablo, quizá el evangelista cristiano más influyente de la historia. Tras su conversión milagrosa, Pablo fundó iglesias por todo el mundo conocido y escribió cerca de una cuarta parte del Nuevo Testamento. Su vida y sus palabras siguen produciendo fruto espiritual en los corazones de hombres y mujeres hoy.
La historia confirma la verdad de la afirmación de Tertuliano. En The Superintending Providence of God in Foreign Missions, Arthur Pierson escribió que el martirio cristiano forma parte del plan de Dios: "Estas son solo partes de Sus caminos. Las páginas de la historia del siglo están escritas aquí y allá con sangre, pero hasta esa sangre tiene un brillo dorado... Cada una de esas muertes ha sido como semilla que cae en tierra para morir, y así dar fruto" (The Missionary Review of the World, 1900, p. 326).
Agustín también observó: "Los mártires fueron atados, encarcelados, azotados, torturados, quemados, desgarrados, asesinados... y se multiplicaron". Y el comentarista bíblico Matthew Henry escribió: "Dios a veces levanta muchos ministros fieles de entre las cenizas de uno solo".
Hoy, si tienes la bendición de vivir en un lugar donde la persecución cristiana es mínima, quizás nunca tengas que hacer el sacrificio supremo como otros lo han hecho. Pero si Dios te llama a sufrir por causa de Cristo (Filipenses 1:29), puedes "considerarlo como un tiempo para alegrarse mucho" (Santiago 1:2, NTV), sabiendo que "Dios va a recompensarlos. Así que no se preocupen ni tengan miedo a las amenazas" (1 Pedro 3:14, NTV).
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