Pregunta
¿Qué significa "No juzguen para que no sean juzgados" (Mateo 7:1)?
Respuesta
"No juzguen para que no sean juzgados" es un fragmento del gran Sermón del Monte de Cristo (Mateo 5:3-7:27). En Mateo 7, Jesús aborda el tema de juzgar a los demás. Lamentablemente, este pasaje es una de las enseñanzas más malinterpretadas y aplicadas de las Escrituras, tanto por los creyentes como por los no creyentes. En su comentario sobre Mateo, Stuart Weber ofrece este excelente resumen del significado correcto de Mateo 7:1: "No juzgues a los demás hasta que estés preparado para ser juzgado por el mismo estándar. Y entonces, cuando juzgues a los demás, hazlo con humildad" (Holman New Testament Commentary, Vol. 1, p. 96).
Cuando Jesús dijo: "No juzguen para que no sean juzgados", no estaba dictando una norma general según la cual la gente nunca debe juzgar a los demás. Una mirada más atenta al resto del pasaje aclara la verdadera cuestión que Cristo quería abordar: "No juzguen a los demás, y no serán juzgados. Pues serán tratados de la misma forma en que traten a los demás. El criterio que usen para juzgar a otros es el criterio con el que se les juzgará a ustedes ¿Y por qué te preocupas por la astilla en el ojo de tu amigo, cuando tú tienes un tronco en el tuyo? ¿Cómo puedes pensar en decirle a tu amigo: Déjame ayudarte a sacar la astilla de tu ojo, cuando tú no puedes ver más allá del tronco que está en tu propio ojo? ¡Hipócrita! Primero quita el tronco de tu ojo; después verás lo suficientemente bien para ocuparte de la astilla en el ojo de tu amigo" (Mateo 7:1-3, NTV).
La enseñanza de Cristo se dirigía principalmente a los creyentes, pero el principio puede aplicarse a cualquiera. Jesús espera que "nos ocupemos de la astilla" en el ojo de nuestros amigos, sobre todo de nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Quiere que discernamos el pecado en los demás para que podamos ayudarles a librarse de él. El propósito de juzgar la debilidad de otra persona es ayudarle a caminar en libertad (1 Corintios 5:12). Pero ¿cómo podemos ayudar a otra persona si nosotros no somos libres? Primero debemos estar dispuestos a mirar con honestidad nuestra propia vida y ejercer el mismo juicio hacia nosotros mismos. Cuando hacemos esto, juzgamos desde una posición de humildad.
La afirmación de Jesús de "No juzguen para que no sean juzgados" se centró en los problemas de la hipocresía espiritual y el orgullo egocéntrico. Comparó estas ofensas con troncos gigantes que nos ciegan ante nuestros propios defectos, mientras nos fijamos con el láser en los defectos de los demás.
La humildad es un megatema en todo el Sermón del Monte de Cristo. Es imposible llevar a cabo estas enseñanzas del reino sin mantener una auténtica humildad en nuestra actitud hacia los demás. En Mateo 5:7-11, Jesús animó a Sus seguidores a mostrar misericordia, cultivar la paz y bendecir a los que les persiguen. Para entrar en el reino de los cielos, Jesús dijo que nuestra justicia tenía que superar a la de los maestros de la ley religiosa y los fariseos (Mateo 5:20).
Estos fariseos y maestros de la ley se consideraban el pináculo de la integridad moral de la época. Jesús frenó en seco esta idea errónea. Vio a través del barniz exterior la realidad de su santurronería, orgullo espiritual y bancarrota moral.
Jesús desafió a la gente a no tomar represalias cuando alguien les hiciera daño (Mateo 5:39); a amar a sus enemigos y orar por quienes les persiguieran (versículo 44); a modelarse según la perfección de su Padre celestial (versículo 48); y a perdonar a quienes pecaran contra ellos (Mateo 6:14-15).
Un siervo fiel de Dios se verá a sí mismo con la misma exactitud con la que ve a los demás. Reconocerá su propia pecaminosidad y su necesidad de la misericordia de Dios, una necesidad que comparte con sus hermanos y hermanas en Cristo. No tendrá motivos para considerarse mejor que los demás, sino que seguirá la enseñanza de Pablo a los filipenses: "No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo" (Filipenses 2:3).
Cuando Cristo enseñó: "No juzguen para que no sean juzgados", contrarrestó la tendencia humana a tomar la verdad espiritual y tergiversarla en una superioridad hipócrita, como habían hecho los fariseos. Nuestro orgullo nos hace criticar y juzgar a los demás para sentirnos mejor con nosotros mismos. Santiago advirtió a los creyentes: "no hablen mal los unos de los otros. Si se critican y se juzgan entre ustedes, entonces critican y juzgan la ley de Dios. En cambio, les corresponde obedecer la ley, no hacer la función de jueces. Solo Dios, quien ha dado la ley, es el Juez. Solamente él tiene el poder para salvar o destruir. Entonces, ¿qué derecho tienes tú para juzgar a tu prójimo?" (Santiago 4:11-12, NTV)
El apóstol Pablo advirtió: "Tal vez crees que puedes condenar a tales individuos, pero tu maldad es igual que la de ellos, ¡y no tienes ninguna excusa! Cuando dices que son perversos y merecen ser castigados, te condenas a ti mismo porque tú, que juzgas a otros, también practicas las mismas cosas. Y sabemos que Dios, en su justicia, castigará a todos los que hacen tales cosas. Y tú, que juzgas a otros por hacer esas cosas, ¿cómo crees que podrás evitar el juicio de Dios cuando tú haces lo mismo?" (Romanos 2:1-3, NTV, ver también Romanos 14:4, 10-13).
Jesús exige que los verdaderos seguidores apliquen Sus enseñanzas primero a sí mismos y luego a los demás. Cuando Dios nos revela Su verdad, ya sea en las Escrituras o de algún otro modo, nuestra respuesta inmediata debe ser decir: "¿Cómo se aplica esto a mí? ¿Cómo me apropio de esta verdad en mi propia vida?". Al seguir el mandato de Jesús de "No juzguen para que no sean juzgados" (Mateo 7: 1), evitamos sacar conclusiones superficiales, orgullosas, hipócritas o farisaicas.
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¿Qué significa "No juzguen para que no sean juzgados" (Mateo 7:1)?
