Pregunta
¿Qué es el nardo en la Biblia?
Respuesta
El nardo era un perfume costoso mencionado en el Cantar de los Cantares (1:12; 4:13–14) y en los relatos de los Evangelios sobre las mujeres que ungieron a Jesús (Marcos 14:3; Juan 12:3). Era un perfume de gran valor y estima en el mundo antiguo.
El nardo tenía un aroma intenso, profundo y penetrante, similar al de un aceite esencial concentrado. Su fragancia se adhería a la piel y al cabello por largo tiempo, y además se le atribuían usos medicinales. Según el Diccionario Bíblico de Easton, el nardo "es la raíz de una planta originaria de la India, Nardostachys jatamansi, de la familia de las valerianáceas, que crece en las montañas del Himalaya, y que se distingue por sus múltiples espigas peludas que brotan de una raíz". El ungüento obtenido de esa raíz era muy preciado. En la antigüedad, el nardo representaba algo de valor excepcional, tal como hoy hablamos del "patrón oro" o de un "diamante Tiffany".
El nardo tenía una fragancia única, y su presencia simbolizaba que se estaba ofreciendo lo más valioso. En el Cantar de los Cantares, su mención está asociada al amor entre los esposos. En Cantares 1:12, la novia dice: "Mientras el rey estaba a la mesa, mi perfume esparció su fragancia". La idea es que, aun existiendo otras fragancias en el lugar, la del nardo sobresalía por encima de todas, destacando el afecto exclusivo que unía a la pareja. La presencia del nardo representaba la profundidad de su amor, su intensidad y el deseo mutuo de expresarlo con lo mejor que poseían.
Cuando María de Betania rompió su frasco de alabastro lleno de nardo y ungió a Jesús (Juan 12:3), quiso demostrar que para su Señor solo lo mejor era digno. Muchas veces se ha sugerido que aquel frasco podría haber sido su dote o su herencia familiar, es decir, quizá la posesión más valiosa que tenía. Sin embargo, ella lo entregó sin reservas como un acto de adoración sincera. Ese gesto representa la clase de ofrenda que Dios desea de Sus hijos: dar con amor lo mejor que tenemos (cf. Números 18:29), reconociendo el valor infinito de Cristo.
Cuando Judas reprendió a María por lo que él consideró un desperdicio (Juan 12:4–5), Jesús lo silenció diciendo: "Déjala, para que lo guarde para el día de Mi sepultura" (Juan 12:7). Jesús sabía que en pocos días sería arrestado, juzgado y crucificado. Es muy probable que, mientras soportaba la flagelación, los golpes y los clavos, todavía pudiera percibir el aroma del nardo impregnado en Su piel. Ese aroma habría sido un recordatorio constante del amor que lo llevaría a entregar Su vida. El obsequio de María, sin que ella lo supiera, fue la primera unción del Hijo de Dios para Su sacrificio final, cuando Jesús pasó de ser simplemente su Maestro a manifestarse como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29; cf. 2 Corintios 5:21). Su adoración anticipó el propósito supremo de Su muerte y resaltó el valor incomparable del Salvador.
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