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Pregunta

¿Qué significa que la vida está en la sangre (Levítico 17:14)?

Respuesta


Miles de años antes de que los científicos comprendieran las complejas y extraordinarias propiedades de la sangre para mantener la vida, la Biblia informaba que la "vida de toda criatura está en su sangre" (Levítico 17:14, NTV). En el antiguo Israel, la sangre no era solo una metáfora o un símbolo de la vida, sino que era equivalente a la vida misma. En la mayoría de los casos en que se derramaba sangre en las Escrituras, significaba que la vida había terminado. Quitar la sangre es acabar con la vida.

En Levítico, capítulo 17, Dios da instrucciones sobre los sacrificios y las ofrendas, en particular sobre el sacrificio adecuado de los animales. El pueblo de Israel debía llevar cada animal a la entrada del tabernáculo para que el sacerdote lo ofreciera. La sangre del animal nunca debía tratarse como un alimento común, ya que pertenecía a Dios, que es el dador de la vida (Génesis 2:7; Job 33:4; Salmo 139:13). Por lo tanto, la sangre de los animales debía ser drenada y ofrecida a Dios en el altar.

La sangre era el medio establecido por Dios para efectuar la expiación: "Porque la vida de la carne está en la sangre, y Yo se la he dado a ustedes sobre el altar para hacer expiación por sus almas. Porque es la sangre, por razón de la vida, la que hace expiación" (Levítico 17:11, NBLA). La expiación por el pecado se lograba sacrificando la vida de un animal en sustitución de la propia vida. El derramamiento de sangre era el elemento más importante: era la sangre del sustituto inocente ofrecida en el altar la que servía como pago por los pecados del pueblo (Levítico 16:15).

A través del sistema de sacrificios ordenado por Dios en el Antiguo Testamento, el Señor sentó las bases para un mensaje que no se comprendería plenamente hasta mucho más tarde: "El sistema antiguo bajo la ley de Moisés era solo una sombra—un tenue anticipo de las cosas buenas por venir—no las cosas buenas en sí mismas. Bajo aquel sistema se repetían los sacrificios una y otra vez, año tras año, pero nunca pudieron limpiar por completo a quienes venían a adorar" (Hebreos 10:1, NTV).

El significado completo de "la vida está en la sangre" solo se revelaría en Jesucristo: "Por eso, cuando Cristo vino al mundo, le dijo a Dios: No quisiste sacrificios de animales ni ofrendas por el pecado. Pero me has dado un cuerpo para ofrecer" (Hebreos 10:5, NTV). Siempre ha sido la voluntad de Dios que los seres humanos sean justificados ante Él mediante el sacrificio del cuerpo de Jesucristo, una vez y para siempre (Hebreos 10:10). En el Antiguo Testamento, los sacerdotes ofrecían sangre de animales una y otra vez, pero este derramamiento repetido de sangre nunca eliminó permanentemente la maldición del pecado (Hebreos 10:11).

Cuando Jesús vino y ofreció Su vida, derramando Su sangre en la cruz, finalmente se realizó el sacrificio perfecto: "Imagínense cuánto más la sangre de Cristo nos purificará la conciencia de acciones pecaminosas para que adoremos al Dios viviente. Pues por el poder del Espíritu eterno, Cristo se ofreció a sí mismo a Dios como sacrificio perfecto por nuestros pecados" (Hebreos 9:14, NTV).

Todos aquellos del pasado, del presente y del futuro que ponen su fe en el Mesías, Jesucristo, son justificados ante Dios: "Pues Dios ofreció a Jesús como el sacrificio por el pecado. Las personas son declaradas justas a los ojos de Dios cuando creen que Jesús sacrificó su vida al derramar su sangre. Ese sacrificio muestra que Dios actuó con justicia cuando se contuvo y no castigó a los que pecaron en el pasado, porque miraba hacia el futuro y de ese modo los incluiría en lo que llevaría a cabo en el tiempo presente. Dios hizo todo eso para demostrar su justicia, porque él mismo es justo e imparcial, y a los pecadores los hace justos a sus ojos cuando creen en Jesús" (Romanos 3:25-26, NTV). El apóstol Juan vio una multitud futura de creyentes en el cielo que "han lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del Cordero". Han sido purificados del pecado y "están vestidos con vestiduras blancas" (Apocalipsis 7:13-14, NBLA).

Gracias al sistema del Antiguo Testamento, los seguidores de Cristo pudieron comprender lo que Él estaba haciendo cuando derramó Su sangre en la cruz. Y hoy podemos ver mejor lo que significa Su sacrificio. Así como la vida física está en la sangre de los animales, la vida eterna está en la sangre de Jesucristo. Físicamente, nuestra existencia depende de la sangre para mantener la vida, y espiritualmente, nuestras vidas dependen de la sangre derramada de Jesucristo (Romanos 5:10; 1 Juan 1:7; Efesios 1:7; Colosenses 1:14; Hebreos 9:22). A través de esos antiguos sacrificios ofrecidos repetidamente en el Antiguo Testamento, comprendemos que la muerte —el derramamiento de sangre— siempre ha sido el precio que se ha pagado para asegurar la vida eterna a los seres humanos pecadores.

Los creyentes son purificados, perdonados y reconciliados con Dios por la sangre del Cordero, el sustituto inocente de Dios. La vida que Cristo vació de su sangre ahora bombea vida eterna en nuestras venas. ¡Oh, cuán asombroso es que Dios derramara Su propia sangre para pagar el castigo por nuestros pecados!

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