Pregunta
¿Quién era Teresa de Ávila?
Respuesta
Teresa de Ávila, o Santa Teresa de Ávila, fue una monja carmelita que vivió en España a comienzos del siglo XVI. Ingresó en el convento a los veinte años, movida por un fuerte sentimiento de culpa por lo que consideraba un apego indebido a la literatura de ficción medieval y a su propia apariencia. Desde entonces, emprendió una búsqueda apasionada para dedicar su vida por completo a Dios. En el convento enfermaba con frecuencia, razón por la cual se la considera patrona de los enfermos. También practicaba la autodisciplina extrema y actos de penitencia física, creyendo que a través de ellos podía acercarse más a Dios.
Teresa de Ávila es recordada sobre todo como una mística. El misticismo busca alcanzar una unión profunda con lo divino mediante la meditación y la contemplación espiritual. Las descripciones que Teresa hace de sus éxtasis místicos son comparables a las experiencias relatadas en la meditación trascendental del hinduismo o el budismo. En sus escritos, Teresa describe un estado en el que el "amor de Dios" la llenaba simultáneamente de dolor y placer, mientras su mente quedaba absorbida por completo en una unión total con Él. Se dice incluso que llegó a levitar durante la misa; aunque no hay pruebas de ello, estos relatos coinciden con las experiencias de monjes budistas que aseguran haber alcanzado altos niveles de iluminación espiritual.
Los católicos veneran a Santa Teresa de Ávila como una figura santa y un ejemplo de devoción a Dios. Sin embargo, surgen algunas preguntas: ¿existe verdadera piedad en los estados de éxtasis que ella describe? ¿Es el misticismo una experiencia que los cristianos deben buscar? ¿Y si no la experimentamos, significa que nos falta algo en nuestra relación con Dios?
Como muchos monjes y monjas católicos, Teresa creía que separarse del mundo en un ambiente de clausura era un medio para acercarse más a Dios. Practicaba el silencio, la pobreza y la represión del deseo natural, con la idea de que al debilitar el cuerpo, el alma podría elevarse. Sin embargo, aunque esta imagen de espiritualidad es común en la tradición cristiana, no tiene fundamento bíblico. Proviene más bien del gnosticismo, una herejía del siglo I que consideraba el cuerpo como algo malo y el espíritu como algo bueno. Según esta enseñanza, para purificar el alma era necesario suprimir o castigar el cuerpo. Teresa de Ávila reflejaba esa forma de pensar, pero la Biblia la corrige claramente.
Pablo escribió: "Nadie los defraude de su premio deleitándose en la humillación de sí mismo y en la adoración de los ángeles, basándose en las visiones que ha visto, envanecido sin causa por su mente carnal... Si ustedes han muerto con Cristo a los principios elementales del mundo, ¿por qué, como si aún vivieran en el mundo, se someten a preceptos tales como: "no manipules, no gustes, no toques", (todos los cuales se refieren a cosas destinadas a perecer con el uso), según los preceptos y enseñanzas de los hombres? Tales cosas tienen a la verdad, la apariencia de sabiduría en una religión humana, en la humillación de sí mismo y en el trato severo del cuerpo, pero carecen de valor alguno contra los apetitos de la carne" (Colosenses 2:18, 20–23).
Asimismo, cuando los gálatas fueron tentados a volver a las prácticas de la Ley, Pablo les recordó que lo que se hace con el cuerpo no afecta el espíritu: "Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión significan nada, sino la fe que obra por amor" (Gálatas 5:6). El apóstol exhorta a los creyentes a no usar su libertad como pretexto para la carne, sino a servirse unos a otros por amor. Luego enumera las obras de la carne—como la inmoralidad, la idolatría, la envidia y la ira—, pero no menciona los deseos naturales del cuerpo, como el hambre, la necesidad de compañía o el deseo sexual. Esto demuestra que los deseos en sí mismos no son pecaminosos, sino su mal uso. Reprimirlos no es la solución; la respuesta bíblica es andar en el Espíritu y confiar en Cristo, quien transforma nuestro interior.
Teresa de Ávila, al igual que otros místicos y ascetas, promovía la negación de los deseos naturales del cuerpo para alcanzar una supuesta elevación espiritual. Pero las Escrituras enseñan que la verdadera santidad no se logra castigando el cuerpo, sino rindiendo el corazón al Espíritu Santo. Tanto el ascetismo como el misticismo distorsionan el propósito de Dios al reemplazar la gracia por el esfuerzo humano, dejando solo una apariencia de espiritualidad.
Teresa de Ávila fue canonizada en 1622 por el papa Gregorio XV, y su festividad se celebra cada 15 de octubre. Su vida muestra un deseo sincero de buscar a Dios, pero su ejemplo también nos recuerda que el verdadero camino hacia Él no se encuentra en el dolor ni en el éxtasis místico, sino en una relación viva con Cristo, fundada en la fe y guiada por el Espíritu.
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