Pregunta
Si Jesús era Dios, ¿por qué llamó a Dios "Dios Mío"?
Respuesta
Cuando Jesús estaba en la cruz, citó el Salmo 22, diciendo: "Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mateo 27:46). Este era un salmo de David y una profecía mesiánica que apuntaba al terrible sufrimiento que Cristo soportaría. Todo el salmo contiene predicciones notables sobre la venida del Mesías: los insultos (Salmo 22:7), los huesos dislocados (versículo 14), la sed (versículo 15), la perforación de Sus manos y pies (versículo 16) y el reparto de Sus vestiduras (versículo 18). Así pues, una de las razones por las que Jesús llamó a Dios "Dios Mío" fue para señalar a la gente el Salmo 22. De hecho, la primera línea del salmo, "Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has abandonado?", podría considerarse el título del poema. El hecho de que Jesús mencionara el título desde la cruz tendría el efecto de recordar a la gente que la profecía se estaba cumpliendo.
Mientras estaba colgado en la cruz, Cristo experimentó el derramamiento de la ira divina sobre el pecado que Él llevó. "Al que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros" (2 Corintios 5:21). "Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros, porque escrito está: Maldito todo el que cuelga de un madero" (Gálatas 3:13). Este fue el precio que pagó para redimir a Su iglesia —a todos los que creerían en él— y lo pagó en su totalidad. Su grito: "Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has abandonado?", sin duda reflejaba los sentimientos de abandono y desolación que se apoderaban de Su corazón.
Hay otras ocasiones en las que Jesús se refiere a Dios como Su Dios. Por ejemplo, después de Su resurrección, Jesús le dice a María Magdalena que transmita este mensaje a Sus discípulos: "Subo a Mi Padre y Padre de ustedes, a Mi Dios y Dios de ustedes" (Juan 20:17). La redacción tiene el efecto de enfatizar la hermandad que compartimos con el Hijo de Dios encarnado. En Su humanidad, el Hijo puede llamarnos verdaderamente "hermanos". El hecho de que Jesús llamara al Padre "Dios Mío" también descarta cualquier idea de que Dios hubiera rechazado a Jesús. El Señor había sido juzgado como un delincuente común, pero el Padre había prometido darle una "parte con los grandes" (Isaías 53:12). La resurrección demostró que la promesa se cumpliría. Dios nunca había abandonado a Jesús. Jesús aún podía llamarlo "mi Padre" y "mi Dios". La relación entre el Padre y el Hijo continúa intacta eternamente.
En Apocalipsis 3, Jesús se refiere al Padre como "Mi Dios" en los versículos 2 y 12. Tiene que ver con la relación de Jesús como humano con Su Padre celestial. Aunque el Hijo es eterno e igual al Padre en naturaleza y sustancia, sigue siendo una persona diferente del Padre. Fue el Hijo quien se encarnó. Al tomar carne humana y naturaleza humana, el Hijo de Dios se humilló a sí mismo y se identificó con nosotros en todos los sentidos, incluida nuestra necesidad de someternos al Padre y confiar en el Espíritu. Jesús dijo: "En verdad les digo que el Hijo no puede hacer nada por Su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre" (Juan 5:19). En Su humanidad, Jesús sometió Su voluntad a la del Padre (Lucas 22:42) y "aprendió obediencia por lo que padeció" (Hebreos 5:8).
Jesús podía llamar verdaderamente al Padre "Dios Mío" para que "en todo sentido él se hiciera semejante a nosotros, sus hermanos, para que fuera nuestro Sumo Sacerdote fiel y misericordioso, delante de Dios. Entonces podría ofrecer un sacrificio que quitaría los pecados del pueblo" (Hebreos 2:17, NTV). Jesús, el Hijo de Dios en carne humana, fue "hecho como nosotros". Desde esa perspectiva, Dios Padre es el Dios de Jesús. El hecho de que Jesús llame a Dios "Dios Mío" no implica inferioridad respecto al Padre, solo una diferencia en los roles.
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