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Pregunta

¿Es real la enfermedad del domingo?

Respuesta


"Mamá, me duele el estómago. No creo que pueda ir a la iglesia esta mañana". Esta frase ha salido de los labios de casi todos los niños estadounidenses en algún momento de su infancia. La llamada enfermedad del domingo puede referirse a dos situaciones distintas. En el ejemplo anterior, se trata de un mal imaginario que aparece cuando se espera que alguien asista a la iglesia, pero no tiene deseos de hacerlo. Generalmente, se manifiesta a primera hora del domingo, pero curiosamente no afecta ni el apetito ni la capacidad del "enfermo" para ver televisión, jugar videojuegos o disfrutar actividades al aire libre. La segunda acepción de la enfermedad del domingo se refiere a una especie de decaimiento que muchas personas sienten el domingo por la tarde al anticipar el inicio de la semana laboral. Es una forma leve de depresión que suele durar hasta la mañana del lunes.

La enfermedad puede ser polifacética, por lo que determinar si es real o no puede no ser tan fácil como parece. Nuestra mente puede jugarnos malas pasadas y, si creemos que estamos enfermos, a veces podemos hacer que lo estemos. Un niño que desesperadamente no quiere asistir a un servicio religioso puede incluso provocarse a sí mismo el vómito, así que en ese sentido su enfermedad dominical es real. Una trabajadora que odia su trabajo puede, de hecho, sentirse tan abatida ante la perspectiva del lunes por la mañana que no tenga ningún entusiasmo por las actividades del domingo por la tarde. Puede sentirse realmente enferma.

Otro factor que vale la pena considerar es el papel que puede tener Satanás en este fenómeno. Sabemos por las Escrituras que Satanás y sus demonios están activos, tratando de frustrar los planes de Dios y hacer daño a Su pueblo (1 Pedro 5:8; Lucas 22:31). Es muy posible que algunos casos de enfermedad del domingo tengan un componente espiritual, en el que el enemigo busca apartar a las personas de la predicación de la Palabra de Dios (1 Tesalonicenses 2:18).

Sin embargo, la explicación más común probablemente tenga que ver con los deseos de nuestra propia carne pecaminosa. Los niños que aún no han madurado en su fe pueden ver la asistencia a la iglesia como una carga que les quita tiempo de juego. Los padres cristianos deben estar atentos a las tendencias pecaminosas naturales en sus hijos y no permitir que cedan repetidamente a su egoísmo. Los adultos que caen en esta misma actitud también deben examinar el estado de su corazón. Jeremías 17:9 nos recuerda: "Más engañoso que todo es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá?".

Si hemos caído en el hábito de usar la enfermedad del domingo como excusa para evitar hacer lo que Dios nos llama a hacer, sería útil hacernos las siguientes preguntas:

1. ¿Estoy permitiendo que mi relación con Dios se enfríe? (Apocalipsis 2:4-5)

2. ¿He llegado a pensar con arrogancia que no necesito la comunión y la rendición de cuentas con otros cristianos? (Hebreos 10:25)

3. ¿Necesito encontrar otra iglesia donde pueda crecer y tener ganas de asistir?

4. ¿Estoy siendo controlado por mi carne pecaminosa o por el Espíritu Santo al tomar esta decisión? (Gálatas 5:16, 25)

Los que se marean los domingos por la tarde podrían hacerse estas preguntas:

1. ¿Estoy buscando glorificar a Dios en mi trabajo o escuela cada día? (1 Corintios 10:31)

2. ¿Podría estar Dios pidiéndome que desarrolle perseverancia en este lugar donde me tiene? (Santiago 1:3)

3. ¿Son mis sentimientos un reflejo de un espíritu ingrato? ¿Debería dar gracias a Dios en lugar de sentirme abatido? (1 Tesalonicenses 5:18).

4. ¿Estoy mintiendo al decir que estoy enfermo, en lugar de ser honesto acerca de cómo me siento realmente? (Colosenses 3:9)

La enfermedad dominical es "real" en el sentido de que impide a quienes la padecen participar en todo lo que Dios tiene para ellos. Tanto si la enfermedad dominical es un verdadero mal físico como si es simplemente un producto de la imaginación, los resultados son los mismos. A los cristianos se nos recuerda que estar en Cristo significa que hemos "crucificado la carne con sus pasiones y deseos" (Gálatas 5:24). Seguir a Cristo de todo corazón significa que nuestra carne pecaminosa no tiene voto en nuestras decisiones. Cuando dejemos de escucharla, quizá descubramos que nuestra enfermedad dominical se ha curado.

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