Pregunta
¿Qué ocurrió en el Tercer Concilio de Constantinopla?
Respuesta
El Tercer Concilio de Constantinopla fue un acontecimiento monumental que tuvo lugar entre los años 680 y 681 d.C. Este concilio, reconocido como el sexto concilio ecuménico, fue convocado con el propósito principal de abordar y resolver la controversia monotelita.
Los monotelitas habían sido una fuente de agitación en el Imperio Bizantino y en el mundo cristiano en general durante un largo período. Enseñaban que Jesús tenía dos naturalezas, pero una sola voluntad. El papel del Tercer Concilio de Constantinopla fue fundamental para dar forma a la comprensión teológica de la cristología tanto en las iglesias de Oriente como en las de Occidente. En su resolución, el concilio condenó el monotelismo y afirmó la doctrina ortodoxa de las dos voluntades de Cristo (diotelismo).
El Tercer Concilio de Constantinopla fue una continuación de los debates cristológicos que venían desarrollándose desde el Concilio de Calcedonia en el año 451. El tema central en el Tercer Concilio de Constantinopla fue la naturaleza de la(s) voluntad(es) de Cristo en relación con Sus dos naturalezas: divina y humana. El Concilio de Calcedonia había afirmado que Cristo existe como una sola persona con dos naturalezas, completamente divina y completamente humana, sin confusión ni separación; y el debate en el Tercer Concilio de Constantinopla retomó esa discusión.
Sin embargo, aunque Calcedonia había resuelto la cuestión de las dos naturalezas de Cristo, en el siglo VII surgió una nueva controversia conocida como monotelismo. Los defensores del monotelismo—entre ellos teólogos y emperadores influyentes—sostenían que, aunque Cristo tenía dos naturalezas, poseía una sola voluntad (una thelema), es decir, una voluntad divina. Creían que esta enseñanza ayudaría a mantener la unidad del Imperio al reconciliar la posición calcedoniana con la influencia persistente de los monofisitas, quienes afirmaban que Cristo tenía solo una naturaleza (la divina). El monotelismo, por lo tanto, se presentaba como un compromiso destinado a preservar la fórmula calcedoniana de las dos naturalezas, pero atribuyendo a Cristo una sola voluntad.
Los opositores del monotelismo, especialmente muchos teólogos de Occidente, argumentaban que si Cristo tenía dos naturalezas, debía tener también dos voluntades correspondientes—una divina y una humana—para mantener la integridad de Su plena humanidad y Su plena divinidad. Sostenían que la ausencia de una voluntad humana socavaría la plenitud de la naturaleza humana de Cristo. Si Jesús no tuviera voluntad humana, Su encarnación sería incompleta y se pondría en duda su capacidad para redimir a la humanidad.
La controversia fue tanto teológica como política. Los emperadores bizantinos, en particular Heraclio (610–641) y sus sucesores, veían el monotelismo como un medio para cerrar la brecha teológica entre los cristianos calcedonianos y los monofisitas, especialmente en regiones como Egipto y Siria, donde el monofisismo tenía un fuerte arraigo. En el año 638, Heraclio publicó la Ecthesis, una declaración de fe que promovía el monotelismo, pero esta encontró resistencia por parte del papado y de muchos obispos occidentales.
El papado, bajo el liderazgo del Papa Martín I y Máximo el Confesor, se opuso firmemente al monotelismo. El Papa Martín convocó el Concilio de Letrán en 649 para condenar esta doctrina, lo que provocó un enfrentamiento directo con el Imperio Bizantino. El conflicto se intensificó cuando las autoridades bizantinas arrestaron, torturaron y exiliaron al Papa Martín y a Máximo, considerando su oposición como un acto de desafío político.
Cuando finalmente se convocó el Tercer Concilio de Constantinopla, el panorama teológico y político estaba profundamente dividido. Sin embargo, la situación cambió cuando Constantino IV asumió el trono en el año 668. A diferencia de sus predecesores, Constantino buscó la reconciliación con el papado y mostró apertura para resolver las disputas teológicas.
En el año 680, el emperador Constantino IV convocó un concilio ecuménico para poner fin de una vez por todas a la controversia monotelita. El concilio se reunió en Constantinopla con representantes de las iglesias de Oriente y Occidente, incluidos delegados papales enviados por el Papa Agatón. El emperador desempeñó un papel crucial, fomentando un debate abierto y asegurando que ambas posturas fueran escuchadas.
Tras extensas discusiones, el concilio concluyó a favor de la posición diotelita, afirmando que Cristo tiene dos voluntades, una divina y una humana, que actúan en perfecta armonía. El decreto del concilio subrayó que la voluntad humana de Cristo no se opone a su voluntad divina, sino que se somete a ella, reflejando así Su plena humanidad sin comprometer la unidad de Su persona. El concilio declaró: "Proclamamos igualmente dos voluntades naturales en Él y dos operaciones naturales, sin división, cambio, separación ni confusión... pero su voluntad humana sigue, no resiste ni se opone, sino que se somete a su divina y omnipotente voluntad".
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