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Pregunta

¿Qué dice la Biblia sobre el perdón? ¿Qué significa perdonar?

Respuesta


La Biblia nunca nos da una definición "de diccionario" sobre el perdón, aunque sí nos muestra muchos ejemplos de él. El más grande de todos los ejemplos es el perdón de Dios. Si bien el siguiente pasaje no utiliza la palabra perdonar, describe perfectamente el concepto del perdón de Dios:

Salmo 103:8-12: "Misericordioso y clemente es el Señor; lento para la ira, y grande en misericordia. No contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo. No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen. Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones".

Es importante señalar que el perdón se aplica en el ámbito del pecado. En la mayoría de los pasajes de la Biblia que contienen la palabra perdón o perdonar, se menciona el pecado. Los siguientes son ejemplos típicos:

Génesis 50:17: "Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron; por tanto, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre".

Éxodo 32:32: "Que perdones ahora su pecado".

Levítico 4:35: "Le hará el sacerdote expiación de su pecado que habrá cometido, y será perdonado"

1 Samuel 25:28: "Y yo te ruego que perdones a tu sierva esta ofensa".

Mateo 12:31: "Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada".

Lucas 5:20: "Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados".

Para que una persona encuentre el verdadero perdón, debe admitir el pecado. Esto se llama confesión. Si una persona trata de hacer pasar el pecado como un simple error, una falla humana o un despiste momentáneo; o si simplemente niega el pecado por completo, esto constituye un obstáculo para el perdón.

1 Juan 1:8-10: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros".

Dios perdona el pecado, pero esto no significa que simplemente "mire hacia otro lado" o "lo esconda bajo la alfombra". El castigo por el pecado es la muerte (Romanos 6:23), y este castigo tiene que pagarse. En el Antiguo Testamento, Dios permitió que se sacrificara un animal a cambio del pecador. Levítico 5:15-16 dice: "Cuando alguna persona cometiere falta, y pecare por yerro en las cosas santas del Señor, traerá por su culpa al Señor un carnero sin defecto de los rebaños, conforme a tu estimación en siclos de plata del siclo del santuario, en ofrenda por el pecado. Y pagará lo que hubiere defraudado de las cosas santas, y añadirá a ello la quinta parte, y lo dará al sacerdote; y el sacerdote hará expiación por él con el carnero del sacrificio por el pecado, y será perdonado".

El escritor de Hebreos afirma: "Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión" (Hebreos 9:22). Sin embargo, la sangre de los animales sacrificados en realidad no pagaba por el pecado. Simplemente posponía el juicio hasta que se pudiera ofrecer un sacrificio mejor para pagar toda la pena del pecado y para hacer posible el perdón. Hebreos 10 explica esto en profundidad, aunque los siguientes fragmentos de ese capítulo describen el sentido del argumento:

"Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados" (Hebreos 10:1-4).

"Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios" (Hebreos 10:11-12).

"Este es el pacto que haré con ellos. Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré, añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. Pues donde hay remisión de estos, no hay más ofrenda por el pecado" (Hebreos 10:16-18).

Para que Dios nos perdone, Jesús se entregó como sacrificio por el pecado. Jesús se refirió a ese sacrificio en la Última Cena cuando dijo a Sus discípulos: "Porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados" (Mateo 26:28). Después de la resurrección, los apóstoles llevaron el mensaje del perdón a través de Jesucristo por todo el mundo, predicando tanto a judíos como a gentiles:

Hechos 10:43: "De este dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre".

Hechos 13:38: "Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados".

Efesios 1:7: "En quien [Cristo] tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia".

Así pues, Dios perdona a las personas gracias al sacrificio de Cristo. El único requisito es que las personas pecadoras confiesen su pecado, se aparten de él y confíen en Jesucristo como Salvador. Cuando una persona ha experimentado el perdón de Dios, entonces puede (y es responsable) de perdonar a los demás. "Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros" (Colosenses 3:13). De hecho, los que se niegan a perdonar traicionan el hecho de que no entienden cuánto de su propio pecado necesitan que se les perdone. Los cristianos deben estar dispuestos a perdonar a las personas que han pecado contra ellos. Cada persona ha ofendido a Dios mucho más de lo que ha sido ofendida por otras personas. Jesús ilustra este punto en Mateo 18:21-35:

"Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete. Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. A este, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas".

Con frecuencia oímos la frase perdonar y olvidar, y esto puede ser engañoso. Como respuesta a esta frase, a veces oímos: "Perdonaré, pero nunca olvidaré". Perdonar y olvidar no significa que una persona que ha sido ofendida desarrolle una especie de amnesia santa. Una persona que ha sido abusada nunca olvidará que sucedió. Una persona que ha sido víctima de un cónyuge adúltero siempre recordará esa experiencia. Un padre que ha tenido un hijo secuestrado probablemente pensará en ese crimen cada día que viva en la tierra. Sin embargo, es posible que cada una de estas personas que han sido objeto de un perjuicio perdone y también olvide, siempre y cuando se tenga en cuenta la definición bíblica de la palabra "olvidar".

En la Biblia, recordar y olvidar no tienen que ver con retener información en el cerebro. En Génesis 8:1, después del diluvio, "Dios se acordó de Noé". ¿Implica esto que durante un tiempo Dios se olvidó de Noé, que lo perdió entre las aguas del diluvio, y que un día se acordó y pensó que era mejor que lo buscara? No, el concepto bíblico de recordar tiene que ver con "elegir actuar", y olvidar significa "negarse a actuar" en función de algo. Cuando la Biblia dice que Dios "se acordó" de Noé, significa que Dios eligió actuar en favor de Noé y envió un viento para ayudar a que las aguas retrocedieran más rápidamente. Dios promete que, bajo el nuevo pacto, "porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado" (Jeremías 31:34; cf. Hebreos 8:12; 10:17). Dios no olvida que la gente ha pecado, pero, cuando perdona, decide no actuar en función de esos pecados. Es similar al sentimiento expresado en 1 Corintios 13:5, donde "no toma en cuenta el mal recibido". En la frase perdonar y olvidar, los dos términos son realmente sinónimos. Ambos significan que la persona que ha perdonado no seguirá guardando ese pecado contra el ofensor ni lo tendrá en cuenta para futuras interacciones. Una persona puede recordar que ocurrió, pero puede elegir no actuar al respecto: eso es el olvido bíblico.

Muchos se preguntan sobre el perdón a las personas que han pecado, pero no se han confesado, arrepentido o pedido perdón. A veces, en los tribunales, las víctimas pueden hablar con el autor de un delito antes de que se dicte la sentencia. Por lo general, las víctimas contarán cómo les ha afectado el delito y pedirán al juez que imponga la sentencia más estricta. Pero, en ocasiones, la víctima dirá al autor del delito: "Te perdono". ¿Es válido este perdón si el criminal condenado no ha confesado y pedido perdón?

La respuesta es tanto "sí" como "no". Por un lado, la víctima suele perdonar al delincuente para que no le carcoma el odio hacia él. El perdón que la víctima otorga en los tribunales no absuelve al criminal de ninguna pena legal, por lo que el Estado sigue teniendo derecho a procesarlo. Por otro lado, Dios perdona a las personas cuando confiesan su pecado y piden perdón; el perdón sólo llega a través de la fe en Cristo, que implica una transformación espiritual. En el ejemplo del tribunal, aunque la víctima "perdone" al delincuente, nunca se podrá establecer o restaurar una relación a menos que el delincuente confiese su pecado y busque realmente el perdón.

El objetivo del perdón bíblico no es sólo beneficiar a la víctima sino restaurar al pecador. Esto no puede ocurrir sin el reconocimiento del pecado por parte del pecador. Por lo tanto, en algunos casos, el que ha sido víctima de un abuso hace bien en no "dejarlo pasar" hasta que el pecador haya pedido perdón. Los buenos padres deben estar dispuestos a perdonar una vez que su hijo rebelde haya confesado y pedido perdón, pero están en lo correcto al retener el perdón hasta que su hijo haya dado los pasos necesarios para permitir la reconciliación. Sería una tontería que un padre perdonara a su hijo adolescente por desobedecer sus normas (y la ley) al beber y conducir si el hijo no reconoce que lo que hizo estuvo mal. Sin embargo, el padre debe estar dispuesto a perdonar cuando se den las condiciones adecuadas. En algunas situaciones, conceder el perdón sin pedirlo rebaja el concepto e ignora la gravedad de la ofensa.

Una persona siempre debe estar dispuesta a perdonar cada vez que se le pida perdón, como enseñó Jesús. No hace falta decir que, en algunas de esas ocasiones, la petición puede ser poco sincera o, aunque sea sincera, la persona volverá a cometer la misma ofensa contra nosotros en otro momento. Al fin y al cabo, ¿no es esto lo que hacemos a Dios, y no es así como Él nos perdona?

En algunos casos, la persona contra la que se ha pecado hace bien en "dejarlo pasar", incluso si no se ha pedido el perdón, y en otros casos la persona contra la que se ha pecado necesita esperar hasta que el ofensor haya confesado y pedido perdón, para que la relación pueda ser restaurada. Este es el principio sobre el que se basa la disciplina eclesiástica, tal y como se expone en Mateo 18:15-17. Si la confrontación con el pecador trae consigo la confesión, entonces hay que ofrecer la reconciliación y el perdón. Si la confrontación no funciona, el resultado final es la excomunión de la iglesia. Como regla general, en lo que respecta a los desprecios y ofensas menores en la familia y en la iglesia, la persona debe dejarlos pasar - "poner la otra mejilla", como dijo Jesús (Mateo 5:39). Sin embargo, si la ofensa es tan grande que no es posible poner la mejilla, la parte ofendida está obligada a ir a hablar con el ofensor al respecto. Bajo ninguna circunstancia uno tiene derecho a albergar resentimiento, alimentar la amargura o murmurar respecto a la ofensa.

A continuación, algunas preguntas para reflexionar sobre el perdón:

- ¿He confesado mi pecado y he recibido el perdón de Dios?

- ¿Hay alguien contra quien he pecado y a quien necesito pedirle perdón?

- ¿Hay alguien que haya pecado contra mí y me haya pedido perdón, pero que yo haya rechazado el perdón?

- ¿Hay alguien a quien le guardo rencor por ofensas pasadas?

- Si hay un problema sin resolver, ¿me limitaré a "dejarlo pasar" o iré a hablar con el ofensor sobre el tema? (¡Seguir guardando rencor no es una opción bíblica!)

- ¿Estaría dispuesto a perdonar si el ofensor me pidiera perdón?

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