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Pregunta

¿Qué dice la Biblia sobre el orden frente al caos?

Respuesta


Nuestro Dios es un Dios de orden, que hace todas las cosas con perfección. "Porque Dios no es Dios de confusión, sino de paz" (1 Corintios 14:33). Con Dios, el desorden y el caos dan paso al orden y a la paz.

Vemos tanto el orden como el caos en el primer libro de la Biblia, Génesis. Al principio, Dios comenzó con un mundo que "estaba desordenado y vacío"; es decir, la tierra estaba en un estado caótico. Pero luego Dios trajo orden mediante una serie de divisiones notables: separó la oscuridad de la luz (Génesis 1:4), separó el agua debajo del firmamento del agua sobre el firmamento (Génesis 1:7) y separó el mar de la tierra seca (Génesis 1:9). Hizo que todas las plantas y animales se multiplicaran "según su especie" (Génesis 1:11–12, 20–25). Creó a la humanidad con una distinción ordenada entre hombre y mujer (Génesis 1:27). Dios colocó al primer hombre en un hermoso jardín "para que lo cultivara y lo cuidara” (Génesis 2:15); en otras palabras, Dios quería que Adán mantuviera el orden en la creación.

Como Dios es un Dios de orden, las semillas de manzana producen manzanos, un koala macho y una koala hembra tendrán crías de koala, la luna pasa por fases predecibles y los planetas no se salen de sus órbitas. Porque Dios es un Dios de orden, y no de caos, sabemos que a² + b² siempre será igual a c² en un triángulo rectángulo y que, sin importar en qué parte del universo estemos, F = G × Mm/r². Las leyes físicas permanecen iguales día tras día, año tras año, siglo tras siglo.

Lamentablemente, Adán y Eva pecaron en el jardín del Edén. Como resultado, el orden inherente a la creación de Dios se vio dañado y se introdujo el caos: tuvimos confusión en lugar de seguridad, engaño en lugar de verdad, clandestinidad en lugar de transparencia, malas hierbas en lugar de cultivos y dolor en lugar de tranquilidad. Perdimos el jardín. Nuestra relación con Dios se volvió caótica, al igual que la propia naturaleza de quienes somos.

Jesús elimina el caos del pecado y restaura el orden espiritual en las personas que lo aceptan como Señor y Salvador: "El ladrón solo viene para robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia" (Juan 10:10). Así que el ladrón roba, mata y destruye -trae el caos- y Jesús da vida en abundancia -trae orden, paz y reconstrucción-.

Los seguidores de Cristo desean orden, no caos. Lucas, que escribió más partes del Nuevo Testamento que ningún otro escritor, se aseguró de ofrecer "un relato ordenado" de la vida de Cristo (Lucas 1:3). Al relatar la conversión de la familia de Cornelio, Pedro "comenzó a explicarles en orden lo sucedido" (Hechos 11:4). Los creyentes deben procurar "lo que contribuye a la paz y a la edificación mutua" (Romanos 14:19). Sabiendo que "Dios no es Dios de confusión, sino de paz, como en todas las iglesias de los santos", nos aseguramos de que nuestras reuniones no sean caóticas ni desordenadas (1 Corintios 14:33).

Apocalipsis 21 da algunos detalles sobre el fin de los tiempos y la restauración del orden en la creación de Dios, después de que el pecado trajera desorden y caos. Esta restauración culmina con la creación de un cielo nuevo y una tierra nueva. Ya no habrá caos. "Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado" (Apocalipsis 21:4). La confusión desaparecerá: "Porque ahora vemos por un espejo, veladamente[a], pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido" (1 Corintios 13:12).

El orden vencerá al caos, y aquellos que promovieron y siguieron el caos del pecado ya no podrán sembrar el desorden: "Pero los cobardes, incrédulos, abominables, asesinos, inmorales, hechiceros, idólatras, y todos los mentirosos tendrán su herencia en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda" (Apocalipsis 21:8).

Debemos reflejar el orden de Dios y rechazar el caos. "Apártate del mal y haz el bien, busca la paz y síguela" (Salmo 34:14). "Que la paz de Cristo reine en sus corazones, a la cual en verdad fueron llamados en un solo cuerpo" (Colosenses 3:15). Miramos al Príncipe de Paz, quien nos da Su paz sobrenatural (Juan 14:27), y cuidamos que nuestras mentes no sean "desviadas de la sencillez y pureza de la devoción a Cristo" (2 Corintios 11:3).

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