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Pregunta

¿Qué es la mímica? ¿Dice algo la Biblia sobre la mímica?

Respuesta


El arte de la mímica se originó en la antigua Grecia, y la palabra mimo proviene de un artista enmascarado llamado Pantomimus. La mímica es el arte de transmitir un mensaje a través de gestos exagerados o movimientos corporales, sin utilizar palabras ni ningún tipo de accesorio. Un mimo es una persona especializada en este arte. En los últimos años, la mímica ha entrado en la iglesia como parte de los ministerios de danza y teatro.

Un ejemplo en la Biblia en el que se menciona una forma de mimo tiene que ver con David huyendo del rey Saúl. David huye a Gat, pero teme que Aquis, el rey, lo rechace o lo mate, por lo que finge estar loco: "Y se fingió demente ante sus ojos y actuaba como loco en medio de ellos; escribía garabatos en las puertas de la entrada y dejaba que su saliva le corriera por la barba" (1 Samuel 21:13). David no hacía mímica por entretenimiento, sino que utilizaba algunas técnicas de mimo para comunicar un mensaje claro que evocara la respuesta deseada. Su mímica fue eficaz; el rey Aquis lo dejó en paz. Otro caso de "mímica bíblica" es el de Zacarías después de su visión en el templo: "Él les hablaba por señas y permanecía mudo" (Lucas 1:22).

En las últimas décadas, el arte, la danza y la mímica se han introducido en los servicios religiosos como formas creativas de expresar la adoración. Aunque los tradicionalistas puedan poner algunas objeciones, siempre debemos dejar que las Escrituras tengan la última palabra sobre si algo nuevo es agradable a Dios o no (ver Hechos 1:24-25; 17:11). Los mimos suelen pintarse la cara de blanco y vestirse completamente de negro para llamar la atención sobre los movimientos de su cuerpo. Algunas personas se han opuesto a la pintura facial, citando culturas paganas que han relacionado dicha pintura con la ambigüedad de género o la sensualidad. Otros expresan algo de preocupación por la vestimenta de algunos mimos, señalando que los trajes ajustados pueden distraer la atención del mensaje. Otros ven el mimo como un entretenimiento y no como algo que conduzca a una verdadera experiencia de adoración. Todas estas opiniones tienen su mérito. Sin embargo, el abuso de una forma de arte no hace que el arte en sí sea malo. La pintura al óleo puede utilizarse para representar la Última Cena o vulgaridades, pero la existencia de cuadros vulgares no hace que la pintura al óleo sea pecaminosa. Del mismo modo, la eficacia del mimo no se anula por aquellos que pervierten esta forma de arte.

Solemos sentirnos cómodos con los estilos de adoración que se ajustan a nuestra propia cultura, tradiciones y gustos. El mimo y otras artes escénicas pueden ser tratados con recelo en una iglesia o rechazados de inmediato simplemente porque están fuera de la propia experiencia o tradición. Sin embargo, rechazar de forma instintiva el mimo como forma de adoración únicamente porque no estamos acostumbrados a él es demasiado precipitado.

Si una iglesia planea incorporar el mimo en sus servicios, los líderes probablemente deberían considerar estas preguntas:

1. ¿Quién realiza la mímica?

Dirigir a una congregación en la adoración es un honor sagrado. En el Antiguo Testamento, solo los levitas podían dirigir la adoración musical (1 Crónicas 16:4; 2 Crónicas 20:19; Esdras 6:20). Eran elegidos especialmente por Dios y debían mantenerse ceremonialmente puros antes de poder dirigir al pueblo. Para evitar que las representaciones de pantomima se conviertan en meros entretenimientos teatrales, los actores deben tener un carácter y un compromiso piadosos. Un ministerio de teatro debe ser precisamente eso: un ministerio. Nadie debe intentar ministrar ante una congregación sin haber sido llamado por Dios y sin servir con un corazón humilde.

2. ¿Cuál es el enfoque de la pantomima?

Algunas presentaciones tienen una trama confusa, acciones excesivamente dramáticas o un tema superficial que no aporta nada a la congregación que las ve. Un servicio de adoración debe tratar sobre la adoración. Punto. No es un momento para mostrar talento, llamar la atención o divertirse con los amigos. Todo en un servicio de adoración debe hacerse "decentemente y con orden" (1 Corintios 14:40). Todos los que están en el escenario o participan en la dirección del servicio deben tener como único objetivo glorificar al Señor. Una presentación de mimo puede ser artísticamente hermosa, estar realizada de manera profesional y recibir una ovación de pie. Pero, ¿qué queda en la mente de la congregación cuando los actores han abandonado el escenario? ¿Es el contundente mensaje bíblico del mimo o lo bien que actuaron todos?

3. ¿Qué mensajes sutiles se pueden transmitir durante esta presentación de mimo?

Los actores pueden tener las mejores intenciones, una presentación magistralmente escrita y talento de sobra. Pero el público no siempre recibe el mensaje que se pretendía transmitir. La falta de atención a la modestia puede anular toda la presentación. Puesto que la atención se centra en los movimientos corporales durante una pantomima, las jóvenes con licras o los jóvenes con ropa ajustada pueden estar transmitiendo un mensaje que no se dan cuenta de que están transmitiendo. Con todos los ojos puestos en los cuerpos en movimiento de los actores, ¿dónde es más probable que se posen esos ojos? Muchos equipos de mímica y danza de iglesias han descartado la licra y la han sustituido por camisetas y pantalones totalmente negros, y esto sigue transmitiendo el mensaje sin enfatizar en exceso las partes del cuerpo que podrían causar distracción (ver 1 Corintios 8:9; 2 Corintios 6:3).

En cierto sentido, la Biblia promueve la mímica como una forma de vida. Un aspecto de la mímica es la imitación, y el apóstol Pablo escribió: "Sean imitadores de mí, como también yo lo soy de Cristo" (1 Corintios 11:1). El deseo de Dios para cada uno de nosotros es que seamos "hechos conforme a la imagen de Su Hijo" (Romanos 8:29). Él quiere que "imitemos" las acciones de Cristo. De una forma u otra, todos somos imitadores. Constantemente modelamos nuestras vidas según alguien o algo. Podemos permitir que nuestros movimientos reflejen nuestra cultura, un grupo de compañeros, la tradición o la voluntad de Dios (Gálatas 1:10; Romanos 12:1-2). Un cristiano debe comportarse como un "pequeño Cristo". Cuando imitamos Sus acciones, sabemos que estamos agradando al Señor (Mateo 17:5).

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