Pregunta
¿Qué dice la Biblia acerca de hablar demasiado / ser hablador?
Respuesta
La Biblia nos advierte en contra de hablar en exceso o ser demasiado habladores. De hecho, enseña que a un necio se le reconoce por sus muchas palabras (Eclesiastés 5:3). Eclesiastés 10:14 agrega que el necio "multiplica en palabras".
La Escritura desaconseja el uso abundante de palabras cuando unas pocas son suficientes. "Aun el necio, cuando calla, es tenido por sabio, cuando cierra los labios, por prudente" (Proverbios 17:28, NBLA). Aquellos que sienten la necesidad de expresar cada pensamiento que pasa por su mente suelen terminar en problemas.
Proverbios 10:8 describe a la persona demasiado habladora como un "necio charlatán" que caerá en la ruina. Ese tipo de persona es contrastado con quien es "sabio de corazón" y "recibe los mandamientos". El paralelismo antitético de Proverbios 10:19 advierte que hablar demasiado conduce naturalmente al pecado: "En las muchas palabras, la transgresión es inevitable, pero el que refrena sus labios es prudente" (NBLA).
El sabio se niega a hablar de más. Más bien, teme al Señor, lo escucha y lo obedece. Sigue el ejemplo de María, "que sentada a los pies del Señor, escuchaba Su palabra" (Lucas 10:39, NBLA). Cuando nuestra boca está llena de nuestras propias palabras, tenemos poco tiempo o interés por las palabras de Dios. Hablar demasiado casi siempre significa escuchar muy poco.
La cultura moderna nos ofrece múltiples vías para expresarnos verbalmente. Las redes sociales, los blogs, los teléfonos celulares y la radio con llamadas en vivo nos permiten mantener un flujo constante de palabras. Pero, ¿cuánto de lo que decimos es realmente edificante o importante? (ver Efesios 4:29). Decir lo necesario es importante, pero hablar demasiado con facilidad lleva a decir lo que no deberíamos decir.
Refrenar los labios es señal de sabiduría y humildad. Las personas habladoras muchas veces no se toman el tiempo, entre tantas palabras, de escogerlas con cuidado. Los cristianos debemos recordar que hablar en exceso puede dañar nuestro testimonio en el mundo, como nos recuerda Santiago: "Si alguien se cree religioso, pero no refrena su lengua, sino que engaña a su propio corazón, la religión del tal es vana" (Santiago 1:26, NBLA). Más adelante, Santiago enseña que controlar la lengua es una de las tareas más difíciles humanamente hablando (Santiago 3:2). De hecho, "ningún hombre puede domar la lengua" (Santiago 3:8). Afortunadamente, contamos con la ayuda del Espíritu Santo, y podemos orar como el salmista: "Señor, pon guarda a mi boca; vigila la puerta de mis labios" (Salmo 141:3, NBLA).
El apóstol Pedro es citado muchas veces en los evangelios, y parece haber sido una persona naturalmente habladora. Al menos en una ocasión, su palabrería no fue acertada. En el monte de la transfiguración, Pedro le dijo a Jesús: "Rabí, bueno es que estemos aquí; hagamos tres enramadas, una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías". Y el texto añade: "No sabía qué decir" (Marcos 9:5–6, NBLA). Notemos que, "como no sabía qué decir", dijo algo de todas formas. Eso es justamente lo que hacen las personas habladoras. Dios rápidamente lo silenció, redirigiendo su atención: "Entonces se formó una nube que los cubrió, y una voz salió de la nube: "Este es Mi Hijo amado; oigan a Él"" (Marcos 9:7, NBLA). Las palabras de Pedro tuvieron que ser reemplazadas por el acto de escuchar.
Así como la persona excesivamente habladora muestra necedad, quien guarda silencio demuestra conocimiento y entendimiento. "El que retiene sus palabras tiene conocimiento, y el de espíritu sereno es hombre entendido" (Proverbios 17:27, NBLA). No podemos adquirir conocimiento si estamos hablando todo el tiempo, pero el entendimiento viene de escuchar y usar las palabras con moderación. "Esto lo saben, mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar…" (Santiago 1:19, NBLA).
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¿Qué dice la Biblia acerca de hablar demasiado / ser hablador?
