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Pregunta

¿Cuál era la importancia de los porteros en la Biblia?

Respuesta


Las puertas son mencionadas a menudo en la Escritura, y los porteros eran una parte importante para mantener el orden en las sociedades antiguas. Los porteros eran guardias estacionados para protección en varios tipos de puertas, que podían ser puertas de la ciudad, puertas del palacio o puertas del templo. Las ciudades antiguas tenían altas y gruesas murallas a su alrededor para mantener alejadas a las bestias salvajes y a los ejércitos invasores (Josué 7:5; Jueces 5:8; Nehemías 12:30). Pesadas puertas se colocaban en esas murallas para permitir la entrada y la salida. Un portero tenía que ser confiable y estar alerta a cualquier señal de problemas. Un portero negligente en sus deberes podría traer la ruina a toda una civilización, por lo que la idea de ser portero implica alerta y seguridad. El guardián de las puertas en el Salmo 141:3 es nada menos que el Señor mismo, ya que él guarda nuestras bocas, impidiéndonos hablar imprudentemente.

David y Samuel nombraron a 212 porteros para "posiciones de confianza" en la custodia del templo del Señor (1 Crónicas 9:22), y los así nombrados alternaban en turnos semanales (versículo 25). Los versículos 26-29 hablan de los cuatro porteros principales, "quienes... se les confió la responsabilidad por las habitaciones y los tesoros en la casa de Dios. Pasaban la noche estacionados alrededor de la casa de Dios, porque tenían que protegerla; y tenían a cargo la llave para abrir cada mañana. Algunos de ellos estaban a cargo de los artículos usados en el servicio del templo; los contaban cuando eran llevados dentro y cuando eran sacados. Otros fueron asignados para cuidar los muebles y todos los demás artículos del santuario, así como la harina especial y el vino, y el aceite de oliva, incienso y especias". Los porteros del templo estaban a cargo de quién entraba y quién salía. Ellos garantizaban el orden y la reverencia por la casa de Dios.

Ezra registra que 139 porteros hicieron el viaje de Babilonia a Jerusalén con Zerubbabel (Ezra 2:42). Cuando Nehemías terminó la reconstrucción del muro alrededor de la ciudad de Jerusalén, los porteros fueron algunos de los primeros puestos que nombró (Nehemías 7:1). Esto es significativo porque, antes de que una ciudad pueda hacer negocios, debe estar protegida de los invasores exteriores. La casa del Señor necesitaba porteros por la misma razón. Antes de que los asuntos de Dios pudieran ser conducidos adecuadamente, sólo los sacerdotes prescritos y otros siervos designados podían ser permitidos a través de las puertas. Dios había dado comandos claros acerca de los asuntos del templo (Éxodo 25:8-9; cf. Hebreos 9:1-7). Los porteros eran parte de ese sagrado negocio, y sus posiciones eran consideradas sagradas (1 Crónicas 9:26; Nehemías 12:47).

Podemos ver fácilmente el paralelo con nuestras propias vidas. Nuestra conciencia, el temor del Señor, y el Espíritu Santo son los "porteros" de nuestros corazones. "El temor del SEÑOR es para vida, y con él el hombre pasará la noche satisfecho, sin ser visitado de mal" (Proverbios 19:23). El Espíritu desea nuestra santificación, dándonos el poder para repeler el pecado. Cuando la tentación llama a nuestra puerta, el Espíritu Santo empuja nuestra conciencia informada por las Escrituras: "Eso es peligroso. No vayas allí". El Portero divino actúa en nuestro favor para evitar que los invasores nos destruyan.

John Bunyan ilustra la necesidad de un "portero" espiritual en su libro La Guerra Santa. En esta alegoría, Bunyan compara a la humanidad con una ciudad: "Esta famosa ciudad de Alma tenía cinco puertas, por las que se podía entrar y salir; y éstas eran... inexpugnables, y tales que nunca podrían ser abiertas ni forzadas sino por la voluntad y el permiso de los que estaban dentro. Los nombres de las puertas eran estos: Oído-puerta, Ojo-puerta, Boca-puerta, Nariz-puerta y Tacto-puerta" (capítulo 1, p. 62-63). En otras palabras, los cinco sentidos son las "puertas" por las cuales el alma humana interactúa con el mundo a través del cuerpo físico. Estas puertas deben ser vigiladas, y, en la alegoría de Bunyan, el Sr. Temor-de-Dios es el hombre adecuado para hacerlo. Temor-de-Dios era un hombre confiable de "coraje, conducta y valor", y el enemigo atacó a Alma en vano, mientras Temor-de-Dios era el portero (capítulo 15, p. 285).

Cuando ignoramos a nuestro Portero, nos ponemos a nosotros mismos y a los que amamos en peligro. Pero cuando, en temor de Dios, atención a las advertencias de la Palabra y del Espíritu Santo, estamos seguros. Nuestros corazones y vidas están protegidos de los invasivos planes de Satanás (Efesios 6:11; 2 Corintios 2:11).

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