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Pregunta

¿Qué podemos aprender de la tribu de Efraín?

Respuesta


Las doce tribus de Israel llevaban el nombre de los hijos de Jacob o, en el caso de Efraín (y Manasés), de sus nietos. Efraín nació en Egipto de Asenat, la esposa de José. José llamó a su segundo hijo "Efraín" porque "Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción" (Génesis 41:52). Cuando Jacob bendijo a sus nietos Efraín y Manasés, decidió bendecir primero al más joven, Efraín, a pesar de los reclamos de José. Al hacerlo, Jacob señaló que Efraín sería más grande que Manasés (Génesis 48:5-21).

A lo largo del Antiguo Testamento, el nombre de Efraín suele referirse a las diez tribus que conforman el Reino del Norte de Israel, y no solamente a la única tribu que lleva el nombre del hijo de José (Ezequiel 37:16; Oseas 5:3). El Reino del Norte, también llamado "Israel", fue llevado cautivo por los asirios en el 722 a.C. (Jeremías 7). El Reino del Sur, también conocido como Judá, fue conquistado por los babilonios casi 140 años después (586 a.C.).

Gracias a la tribu de Efraín (y a las demás tribus) aprendemos acerca de nuestra esencia humana, de quiénes somos como personas. La historia de los primeros israelitas refleja nuestra naturaleza universalmente imperfecta y pecaminosa. Como dice el libro de Romanos, "Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23).

Existen varios eventos específicos sobre la tribu de Efraín de los cuales podemos aprender. Si bien Dios dio a la tribu la capacidad de ser guerreros y valientes luchadores (1 Crónicas 12:30), Efraín no obedeció la orden de Dios de expulsar a los cananeos de la Tierra Prometida (Éxodo 23:23-25; Jueces 1:29; Josué 16:10).

Durante la época de los jueces, los efraimitas se enojaron con Gedeón porque en un principio no les había pedido ayuda para luchar contra los madianitas (Jueces 8:1). Gedeón, sabiamente, mostró su gentileza y exaltó el compromiso y la voluntad de la tribu para servir al Señor, y de esta manera se calmó lo que pudo haberse convertido en un problema desagradable (Jueces 8:2-3).

Sin embargo, la situación se complicó después, y una vez más está relacionada con el orgullo, los celos y el egocentrismo de Efraín. Cuando Jefté decidió luchar (y derrotar) a los amonitas sin la ayuda de los soberbios guerreros de Efraín, se produjo una guerra civil y murieron 42.000 guerreros de Efraín. Como Jesús dijo en Su Sermón del Monte, debemos buscar primero el reino de Dios (Mateo 6:33). No hay que buscar la gloria para uno mismo; todo el honor y la gloria siempre pertenecen a Dios, no al hombre.

Muchas veces, Dios decide usarnos de una manera que no es tan espectacular ni llamativa como quisiéramos. ¿Nos quejamos? ¿Deseamos la gloria? ¿Controlamos nuestro orgullo y nuestros celos y aceptamos la voluntad de Dios? Muchos de nosotros, al igual que los efraimitas, tenemos dificultades para aprender bien esas lecciones. Dios dice que debemos aceptar como Su voluntad todo lo que nos pasa, sin importar qué tan buenas o malas parezcan esas cosas (1 Tesalonicenses 5:16-18).

Otras lecciones de Efraín terminan de completar el cuadro de la amplia variedad de comportamientos humanos. Vemos que Efraín se aleja de Dios y hace cosas malas (Isaías 28:1-3), pero también vemos que la tribu reconoce la necesidad de arrepentirse y obedecer al seguir las instrucciones del profeta Oded (2 Crónicas 28:12).

La lección más importante de la historia de Efraín es que Dios nos ama como el Padre Perfecto a pesar de nuestros errores. Es paciente y misericordioso mucho más allá de lo que podemos entender. Escucha nuestro clamor de angustia, nos disciplina y guía, conoce el momento en que nos arrepentimos y desea que estemos en perfecta comunión con Él (Jeremías 30:22; 31:18-20).

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