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Pregunta

¿Qué dice la Biblia sobre las concesiones?

Respuesta


Ceder es hacer concesiones o acomodarse a alguien que no está de acuerdo con una serie de normas o reglas. Hay ocasiones en las que hacer concesiones es bueno y correcto: por ejemplo, las concesiones son una habilidad básica necesaria en el matrimonio, y en otras situaciones es más conveniente mantener la paz que salirse con la suya. Daniel y sus tres amigos llegaron a un acuerdo con el funcionario babilónico sobre su dieta (Daniel 1:8-14).

En otros temas, las concesiones no son buenas. La Biblia aclara que Dios no permite negociar sus mandatos: "Mirad, pues, que hagáis como el Señor vuestro Dios os ha mandado; no os apartéis a diestra ni a siniestra" (Deuteronomio 5:32). Se alegran los que "no negocian con el mal y andan solo en los caminos del Señor" (Salmo 119:3). Dios es santo, y Sus caminos son rectos. Dios es bueno, y Sus caminos producen vida. En lo que respecta a los asuntos que Dios ha tratado claramente, no negociamos, ni regateamos, ni hacemos concesiones.

El rey Josafat tontamente entró en una situación de compromiso con el malvado rey Acab, y por poco le cuesta la vida (2 Crónicas 18). Jesús reprendió a la iglesia de Tiatira por su compromiso teológico y moral: "Pero tengo una queja en tu contra. Permites que esa mujer—esa Jezabel que se llama a sí misma profetisa—lleve a mis siervos por mal camino. Ella les enseña a cometer pecado sexual y a comer alimentos ofrecidos a ídolos" (Apocalipsis 2:20). Hay ciertos límites que no se deben cruzar, y hay momentos en los que la concesión se convierte en algo malo.

A lo largo de nuestro recorrido por este mundo, recibiremos muchas invitaciones para hacer concesiones. Los "los deleites temporales del pecado" (Hebreos 11:25), las "filosofías y huecas sutilezas" (Colosenses 2:8), y "los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida" (1 Juan 2:16) nos tientan a ceder en aspectos que no deberíamos. Por lo general, la tentación de ceder se intensifica por algún tipo de temor, como el miedo a ser rechazado o criticado.

Lo que hace que la concesión sea tan peligrosa es la forma tan sutil en que se acerca a nosotros. Una concesión, por definición, no implica una renuncia total a los modos o ideales mundanos; más bien, se acomoda a ellos. La mayoría de nosotros retrocedería ante la idea de dejar de lado a Jesús y aceptar un ídolo, sin embargo, este tipo de compromiso nunca nos lo pide. La concesión nos dice que podemos tener el ídolo y también mantener a Jesús. Hay espacio en la estantería para un objeto de adoración más, ¿verdad? ¿Y cuál es el problema, si todavía tenemos a Jesús?

Es fundamental saber cuándo es apropiado hacer concesiones y cuándo no. En términos generales, podríamos decir que podemos ceder en las preferencias, pero no en los principios. Basándonos en esa regla general, he aquí algunos asuntos en los que puede resultar útil hacer concesiones:

- el color de la alfombra de la iglesia

- el tipo de vehículo que debe conducir la familia

- dónde celebrar el almuerzo de la empresa

- cuándo agendar una visita a la biblioteca

Pero no debe haber ninguna concesión sobre los valores y las normas que se desprenden de esos valores. He aquí algunos ejemplos de cosas sobre las que no debemos hacer concesiones:

• los fundamentos de la fe cristiana, incluyendo el evangelio (1 Corintios 15:3-6) y la predicación fiel de la Palabra (2 Timoteo 4:2)

• el señorío y la autoridad de Cristo (Lucas 16:13)

• las convicciones personales (Romanos 14:5)

• los aspectos morales, tal como se definen en las Escrituras (1 Corintios 6:18)

Debemos tener cuidado a la hora de aplicar nuestras creencias bíblicas. No tiene sentido conocer y defender la verdad si no actuamos de acuerdo con esa verdad en la forma en que vivimos nuestras vidas (Juan 15:1-11; Santiago 2:14-17, 26). El hecho de no hacer concesiones incluye no ser hipócrita. Cuando nuestra intención es buscar activamente una relación más profunda con Dios y obedecerle en todas las cosas, tenemos menos probabilidades de ceder. Reconoceremos más fácilmente las cosas que buscan alejarnos de Dios. Podremos reconocer con mayor facilidad Su voz y confiar en Él (véase Juan 10:4).

Evitar hacer concesiones no depende de nuestras propias fuerzas o esfuerzos. Antes bien, Dios nos ha equipado (2 Pedro 1:3), y Él está con nosotros. Filipenses 2:12-13 nos anima: "Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad". La Palabra de Dios y Su presencia alimentan nuestras almas (Salmo 1:1-3; 119:9-16; 2 Timoteo 3:16-17; 2 Pedro 1:20-21). Otros creyentes nos alientan y caminan a nuestro lado, y nosotros hacemos lo mismo por ellos (Hebreos 10:24-25; Gálatas 6:1-5). Cuando nos centramos en Dios y vivimos en una relación activa con Él y Su pueblo, llegamos a comprender la magnitud de Su santidad, la naturaleza devastadora de nuestro pecado y la profundidad de Su gracia. Vemos Su bondad y que la verdadera vida está en Él (Salmo 34:8; Juan 10:10). Desearemos seguirle en todos los aspectos y compartir la buena noticia de la salvación con los demás. Cuanto mejor conozcamos a Dios, mejor podremos resistir la tentación de comprometer lo que es importante.

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