Pregunta
¿Qué dice la Biblia sobre la aceptación?
Respuesta
"Me rindo", dicen algunos cuando se enfrentan a una situación difícil. Otros no están de acuerdo. "Puedes decidir tu propio destino con Dios", afirman. "Solo ora con fe y podrás tener lo que quieras". Estos dos extremos suelen surgir en los debates sobre la aceptación de acontecimientos que escapan a nuestro control. ¿Debemos rendirnos y resignarnos a lo que la vida nos depare? ¿O debemos nombrarlo y reclamarlo para cambiar nuestro destino? ¿Qué enseña realmente la Biblia sobre la aceptación de acontecimientos o situaciones que no hemos elegido?
Como ocurre con casi todos los debates espirituales o filosóficos, la verdad se encuentra en algún punto entre dos extremos. Ni "nombrarlo y reclamarlo" ni la resignación total se enseñan en "todo el consejo de Dios" (Hechos 20:27). Hay elementos del uno y del otro, pero ninguno cuenta toda la historia. Para encontrar ese equilibrio, debemos comenzar con lo que sabemos con certeza: Dios es bueno y Dios es soberano sobre Su creación (Daniel 5:21; Salmo 83:18). La soberanía significa que Aquel que creó todo lo que existe tiene el poder, la sabiduría y la autoridad para hacer lo que desee con ello (Salmo 135:6; Daniel 4:35). "Nuestro Dios está en los cielos; Él hace lo que le place" (Salmo 115:3).
Sin embargo, la soberanía no implica que Dios decrete el pecado, el dolor o la rebelión. Él no miente, pero permite la mentira. Él no peca, pero permite que el pecado exista en la tierra (Génesis 6:5; Romanos 6:16). Debido a la maldición que el pecado trajo al mundo (Génesis 3:14-19), el mal, el dolor y la rebelión son parte de la experiencia humana. Dios permite soberanamente que Satanás continúe su reinado de terror hasta el día en que sea arrojado al lago de fuego para siempre (2 Corintios 4:4; Apocalipsis 20:10). La obra destructiva de Satanás da lugar a tragedias, penas, pobreza y una serie de otros males que afectan nuestras vidas. Cuando experimentamos esas calamidades, tenemos opciones en cuanto a cómo responder.
La Biblia nos dice que llevemos nuestras cargas a Dios "mediante oración y súplica con acción de gracias" (Filipenses 4:6). Debemos echar nuestra "ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de" nosotros (1 Pedro 5:7). Y debemos "orar sin cesar" (1 Tesalonicenses 5:17). Jesús dio el ejemplo de una viuda que suplicaba a un juez severo en Lucas 18:1-8 para recordarles que oraran y no se rindieran. Les dio otro ejemplo cuando Él mismo tuvo que aceptar la respuesta de Dios. Al enfrentarse a la crucifixión, Jesús le suplicó al Padre que encontrara otra manera de redimir a la humanidad (Mateo 26:38-44). Tres veces, Jesús clamó por ser liberado de la tortura que se avecinaba. Pero no se detuvo ahí. Terminó Su oración de la manera en que debemos hacerlo: "pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya" (Lucas 22:42). Jesús nos mostró cómo aceptar la voluntad de Dios incluso cuando entra en conflicto con nuestros deseos humanos.
Aceptar la voluntad de Dios no es una resignación pasiva. La aceptación es activa; a menudo es el resultado de un proceso de lucha con Dios, de lidiar con Él en oración, ayuno, arrepentimiento y, finalmente, rendirse a Sus propósitos más elevados. La aceptación reconoce que el Dios que pronunció estas palabras sigue teniendo el control: "Porque Yo soy Dios, y no hay otro; Yo soy Dios, y no hay ninguno como Yo, que declaro el fin desde el principio, y desde la antigüedad lo que no ha sido hecho. Yo digo: Mi propósito será establecido, y todo lo que quiero realizaré". [...] En verdad he hablado, y ciertamente haré que suceda; lo he planeado, así lo haré" (Isaías 46:9-11).
Muchas veces, Dios espera nuestras oraciones antes de actuar porque quiere que confiemos en Él, lo busquemos y tengamos comunión con Él para que pueda mostrar Su poder en nuestro favor (ver 2 Crónicas 16:9). Es para la gloria de Dios salvarnos: "Invoca Mi nombre en el día de la angustia; Yo te libraré, y tú me honrarás" (Salmo 50:15). Incluso cuando la liberación de Dios no es como creemos que debería ser, la aceptación descansa en la bondad soberana de Dios.
La misionera Amy Carmichael había dedicado su vida a servir al Señor en la India, cuidando de huérfanos y de los niños rechazados y maltratados. En la India, sufrió un accidente que la dejó postrada en cama durante los últimos veinte años de su vida y le causó un dolor constante. La señorita Carmichael temía ser una carga para los demás y le aterrorizaba la posibilidad de obstaculizar el ministerio que había iniciado, por lo que en su habitación colocó dos breves frases de Apocalipsis 2:9-10: Yo conozco y No temas. En estas palabras de Jesús, encontró consuelo: Jesús conocía su aflicción y le pidió que no temiera. La señorita Carmichael escribió muchas de sus obras clásicas desde su cama, incluida una historia de su orfanato. En ese libro escribió: "Aceptación: cada vez más, a medida que avanza la vida, esa palabra abre las puertas a habitaciones de paz infinita" (de Gold Cord, p. 312).
La aceptación es elegir creer que "para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito" (Romanos 8:28). Job fue un ejemplo de aceptación piadosa ante circunstancias trágicas cuando dijo: "¿Aceptaremos el bien de Dios pero no aceptaremos el mal?" (Job 2:10). Nunca dejamos de orar por lo que es importante para nosotros, pero descansamos en la espera porque Dios ha prometido que nos escucha (1 Juan 5:15). Incluso en las circunstancias más oscuras —los hijos están lisiados, la casa está en cenizas, la carta de despido está sobre el escritorio— la aceptación nos permite descansar en la tensión divina entre la fe continua y el plan soberano de Dios.
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¿Qué dice la Biblia sobre la aceptación?
