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Pregunta

¿Qué significa Israel en la Biblia?

Respuesta


El hombre Israel se llamaba inicialmente Jacob. Era gemelo, uno de los dos hijos de Isaac y Rebeca, y nieto de Abraham. Cuando nació, era el segundo, y agarraba el talón de su hermano mayor, Esaú. Se le llamó Jacob porque Jacob suena similar a aqeb, la palabra hebrea para "talón". La raíz de la palabra es también la misma que la de "seguir", lo cual tiene sentido, ya que Jacob siguió a Esaú en el nacimiento. La raíz es también la misma que la de "suplantar" y conlleva la idea de engañar o usurpar.

Jacob hizo honor a su nombre, ya que intentó suplantar a su hermano mayor, que tenía importantes derechos y bendiciones como primogénito. Compró la primogenitura de Esaú por un plato de potaje (Génesis 25:29-34). Jacob también se hizo pasar por Esaú para que su padre ciego, Isaac, le diera la bendición prevista para Esaú (Génesis 27). Esaú juró matar a Jacob (Génesis 27:41). Jacob también parece haber engañado a su suegro, quien a su vez le había engañado a él en varias ocasiones (ver Génesis 29-30).

Jacob finalmente dejó a su suegro, llevándose consigo todos sus rebaños, manadas, esposas e hijos, y se dirigió de regreso a la tierra de Abraham e Isaac, pero temía la reacción de Esaú. De hecho, se enteró de que Esaú se dirigía hacia él con 400 hombres armados. La noche antes de encontrarse con Esaú, Jacob hizo que su séquito cruzara un arroyo por seguridad, mientras él pasaba la noche solo, presumiblemente para que, si Esaú lo encontraba por la noche, solo él fuera asesinado y el resto de su familia se salvara.

En medio de la noche, una persona misteriosa entró en el campamento de Jacob y lucharon. A la persona misteriosa se le llama primero "hombre" (Génesis 32:24). Otra mención de este incidente dice que Jacob luchó con "el ángel" (Oseas 12:4). Después del incidente, Jacob dice: "He visto a Dios cara a cara" (Génesis 32:30). En hebreo, la palabra traducida como "Dios" puede referirse a Yavé, pero también puede referirse a un ángel como "ser divino". La identificación exacta de esta persona no es tan importante como la interacción entre él y Jacob.

Jacob y esta persona lucharon toda la noche. Lo que inició la pelea y otras muchas preguntas simplemente no se abordan. Mientras luchaban, el misterioso individuo no pudo vencer a Jacob, por lo que le tocó la cadera, lo que parece haberle lesionado la articulación. Entonces, la misteriosa persona le pidió a Jacob que le dejara ir, pero Jacob dijo que no lo haría a menos que le bendijera:

El hombre le preguntó: "¿Cómo te llamas?".

"Jacob", respondió él.

Entonces el hombre dijo: "Tu nombre ya no será Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has prevalecido" (Génesis 32:28-29).

En hebreo, la palabra relacionada con "luchar" o "combatir" procede de una raíz cuya estructura consonántica es similar a la del nombre Israel. El nombre Israel proviene de la raíz hebrea YSR unida al sufijo –el, que significa "Dios". Esta cercanía entre las raíces crea un juego de palabras en el relato. Así, Jacob —cuyo nombre original estaba asociado con "engañar" o "suplantar"— recibe un nuevo nombre que significa "el que lucha con Dios".

El incidente entre Jacob y el ángel es una demostración de gracia. Jacob ciertamente no merecía la bendición que recibió. Dios simplemente había decidido bendecirlo, incluso en el vientre materno, antes de que hubiera hecho nada (Génesis 25:23, cf. Romanos 9:11-13). Del mismo modo, solo por gracia Jacob pudo luchar con el "hombre" y vencerlo, ya que el misterioso individuo sin duda tenía poder para vencer y dañar a Jacob. Dejó que Jacob "ganara". Por parte de Jacob, tal vez esta fue la primera vez que se dio cuenta de que estaba en una situación que le superaba. Esaú se acercaba y él se sentía impotente. Jacob pidió una bendición a esta persona, lo que lo puso en una posición de humildad para poder recibir la gracia y la bendición.

La nación de Israel lleva el nombre del patriarca Israel. Desafortunadamente, el pueblo de Israel también parecía estar en constante lucha con Dios. Aunque Él los aceptó misericordiosamente como Su pueblo elegido, ellos le dieron la espalda repetidamente. Como resultado, en Jeremías 31:33-34, Dios prometió un nuevo pacto con Israel que garantizaría su obediencia:

"Porque este es el pacto que haré con la casa de Israel

después de aquellos días, declara el Señor.

Pondré Mi ley dentro de ellos,

y sobre sus corazones la escribiré.

Entonces Yo seré su Dios

y ellos serán Mi pueblo.

No tendrán que enseñar más cada uno a su prójimo y

cada cual a su hermano, diciéndole: Conoce al Señor,

porque todos me conocerán,

desde el más pequeño de ellos hasta el más grande,

declara el Señor,

pues perdonaré su maldad,

y no recordaré más su pecado".

Los israelitas que se acercan a Dios mediante la fe en Cristo entran en el Nuevo Pacto y ya no tienen que luchar contra Dios. Por la gracia de Dios, los gentiles que reciben al Mesías de Israel también están incluidos en el Nuevo Pacto. En Cristo, los judíos y los gentiles ya no tienen que luchar contra Dios ni entre ustedes.

En Cristo, el conflicto se resuelve y tenemos paz, como se explica en Efesios 2:11-22:

"Por tanto, recuerden que en otro tiempo, ustedes los gentiles en la carne, que son llamados "Incircuncisión" por la tal llamada "Circuncisión", hecha en la carne por manos humanas, recuerden que en ese tiempo ustedes estaban separados de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel, extraños a los pactos de la promesa, sin tener esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, ustedes, que en otro tiempo estaban lejos, han sido acercados por la sangre de Cristo.

Porque Él mismo es nuestra paz, y de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, poniendo fin a la enemistad en Su carne, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en Él mismo de los dos un nuevo hombre, estableciendo así la paz, y para reconciliar con Dios a los dos en un cuerpo por medio de la cruz, habiendo dado muerte en ella a la enemistad. Y vino y anunció paz a ustedes que estaban lejos, y paz a los que estaban cerca. Porque por medio de Cristo los unos y los otros tenemos nuestra entrada al Padre en un mismo Espíritu.

Así pues, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino que son conciudadanos de los santos y son de la familia de Dios. Están edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular, en quien todo el edificio, bien ajustado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor. En Cristo también ustedes son juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu".

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