Pregunta
¿Qué significa "habitar con el Señor" cuando estamos ausentes del cuerpo (2 Corintios 5:8)?
Respuesta
En 2 Corintios 5:8, el apóstol Pablo escribe: "Pero cobramos ánimo y preferimos más bien estar ausentes del cuerpo y habitar con el Señor". La expresión ausente del cuerpo se refiere a la muerte física. Cuando esta vida termine, los creyentes serán llevados inmediatamente a la gloriosa presencia del Señor. Entonces lo veremos cara a cara (1 Corintios 13:12). Y, en ese momento, "habitar con el Señor".
Para apreciar plenamente el significado de 2 Corintios 5:8, es importante que repasemos el contexto inmediato. En 2 Corintios 5:1-7, Pablo contrasta la naturaleza temporal de nuestros cuerpos terrenales con la naturaleza eterna de nuestros cuerpos celestiales. Una vez destruidos nuestros cuerpos terrenales, "tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha por manos, eterna en los cielos" (versículo 1). La mayoría de las traducciones de 2 Corintios 5:8 enfatizan el aspecto de tener una "casa eterna", diciendo que, al morir estaremos "en casa con el Señor" (NVI, NTV).
En nuestro estado terrenal, deseamos fervientemente "anhelando ser vestidos con nuestra habitación celestial" (2 Corintios 5:2), que no nos dejará "desnudos" o sin morada (versículo 3). Nuestros cuerpos celestiales no estarán sujetos a la decadencia ni a la muerte (mortalidad). Por el contrario, recibiremos cuerpos nuevos que son imperecederos e inmortales (versículo 4; cf. 1 Corintios 15:54). Sabemos que Dios nos ha preparado un hogar celestial (Juan 14:2) porque Él "nos dio el Espíritu como garantía" (2 Corintios 5:5; cf. Romanos 5:5 y Efesios 1:14). Actualmente, la presencia de Dios es una cuestión de fe (Hebreos 11:1) porque estamos "presentes en el cuerpo" y "ausentes del Señor" (2 Corintios 5:6). Así que, en este momento, "por fe andamos, no por vista" (versículo 7). Es en este contexto que Pablo escribe: "Pero cobramos ánimo y preferimos más bien estar ausentes del cuerpo y habitar con el Señor" (versículo 8,).
Físicamente, no podemos estar en dos lugares al mismo tiempo. Si estamos presentes en este mundo, estamos ausentes de las filas del cielo. Pero, para nosotros, los creyentes en Cristo, cuando estemos ausentes de este mundo, estaremos presentes con el Señor. Habremos llegado a nuestro verdadero hogar. En palabras de James M. Black, "Cuando la vida se acabe y nuestro trabajo en la tierra haya terminado, / y se pase lista allá arriba, allí estaré" (1893).
Pablo anhelaba el día en que su cuerpo corrompido por el pecado fuera reemplazado por uno glorificado. Por esta razón, consideraba las pruebas y tribulaciones como una "aflicción leve y pasajera" que no podían compararse con una "gloria que sobrepasa toda comparación" (2 Corintios 4:17; cf. Romanos 8:18). Esta esperanza de un cuerpo incorruptible y una morada eterna nos da confianza ante el sufrimiento, pues sabemos que nuestra salvación está eternamente asegurada (Juan 10:28-29).
Como Pablo confiaba en su destino eterno, no temía morir (1 Corintios 15:54-55). De hecho, le dio la bienvenida a la muerte porque sabía que estaría presente con el Señor. En Filipenses 1:21-24 expresa un pensamiento similar: "Pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia. Pero si el vivir en la carne, esto significa para mí una labor fructífera, entonces, no sé cuál escoger. Porque de ambos lados me siento apremiado, teniendo el deseo de partir y estar con Cristo, pues eso es mucho mejor. Sin embargo, continuar en la carne es más necesario por causa de ustedes". Esto no significa que Pablo deseara morir. Al contrario, expresaba su confianza en que la muerte no es definitiva, especialmente para los cristianos. La muerte es simplemente una transición hacia un glorioso cuerpo celestial. Por lo tanto, no debemos temer a nada ni a nadie (Isaías 25:8; Mateo 10:28).
Segunda de Corintios 5:8 recuerda a los creyentes que nuestro hogar definitivo no está en este mundo, sino en el cielo. Estar ausente del cuerpo es estar presente con el Señor. Por lo tanto, estamos llamados a estar en el mundo pero no ser del mundo (Romanos 12:2). Como ciudadanos celestiales, nuestra lealtad está con Dios, no con el mundo: "Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo, el cual transformará el cuerpo de nuestro estado de humillación en conformidad al cuerpo de Su gloria, por el ejercicio del poder que tiene aun para sujetar todas las cosas a Él mismo" (Filipenses 3:20-21). Cuando Cristo vuelva, nuestros cuerpos terrenales serán cambiados por cuerpos aptos para el cielo.
La esperanza de la vida eterna es el fundamento del cristianismo. Gracias a la resurrección de Jesucristo, sabemos que la muerte no es el final. Y si creemos en Él para la salvación de nuestros pecados, entonces viviremos con Él en el cielo (Romanos 6:1). Estaremos presentes con el Señor y también nos reuniremos con los seres queridos que han fallecido antes que nosotros. Esta esperanza no se basa en ilusiones ni en una fe ciega, sino en las promesas de Dios reveladas en las Escrituras.
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¿Qué significa "habitar con el Señor" cuando estamos ausentes del cuerpo (2 Corintios 5:8)?
