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Pregunta

¿Qué significa que los hijos son herencia del Señor (Salmo 127:3)?

Respuesta


El Salmo 127 es un cántico de ascenso, lo que significa que era uno de los quince cánticos entonados durante las fiestas en el viaje de subida a Jerusalén. Fue escrito por Salomón y se divide en dos partes. La primera, en los versículos 1–2, expresa que sin Dios, todo esfuerzo humano es en vano. La segunda parte, en los versículos 3–5, se centra en la idea de que "herencia del Señor son los hijos" (Salmo 127:3).

Junto con la verdad de que los hijos son una herencia del Señor, el salmo afirma que las casas no se construyen a menos que el Señor bendiga los esfuerzos (Salmo 127:1a). Las ciudades no están seguras a menos que el Señor las cuide (Salmo 127:1b). Levantarse temprano y acostarse tarde no sirve de nada si Dios no bendice el esfuerzo que se hace entre ambos momentos, y Él es capaz de bendecir a Su pueblo incluso mientras duerme (Salmo 127:2). En otras palabras, los esfuerzos humanos solo tienen valor si se hacen con Dios en mente y con Su bendición.

De igual manera, la tarea de tener y criar hijos solo se cumple si Dios la bendice. Los hijos no son, en última instancia, producto del esfuerzo humano, sino que "los hijos son herencia (o regalo) del Señor". El fruto del vientre es una recompensa que Dios concede (Salmo 127:3b). Salomón compara a los hijos de la juventud con flechas en manos de un guerrero (Salmo 127:4). El guerrero lanza las flechas con habilidad hacia su objetivo con la esperanza de que den en el blanco. La expectativa de Salomón es que esas flechas acierten, ya que el hombre que tiene muchas flechas es bienaventurado (Salmo 127:5). Quienes tienen hijos siempre tendrán a alguien que los respalde (Salmo 127:5b).

Un episodio en la vida de Jacob ilustra que "herencia del Señor son los hijos". Cuando su esposa Raquel no podía tener hijos, le dijo a Jacob: "Dame hijos, o si no, me muero" (Génesis 30:1, NBLA). Jacob respondió en Génesis 30:2 con una pregunta retórica: "¿Estoy yo en lugar de Dios, que te ha negado el fruto de tu vientre?" (NBLA). Cuando Raquel finalmente dio a luz, fue porque "Dios la escuchó y le concedió hijos" (Génesis 30:22, NBLA). De manera similar, Eva reconoció que Dios le había dado un hijo cuando dio a luz a su primogénito (Génesis 4:1). Tal vez el caso más conmovedor sea el de Ana, quien reconoció profundamente que su hijo fue provisto por Dios (1 Samuel 1:20; 2:1–10).

La afirmación de que "herencia del Señor son los hijos" es un recordatorio importante de que incluso los logros humanos más significativos no son realmente logros humanos, sino bendiciones y regalos divinos del Creador. Por esta razón, Santiago exhorta a sus lectores a no hablar del mañana como si tuviéramos control absoluto, sino a reconocer que "si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello" (Santiago 4:15, NBLA).

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