Pregunta
¿Cómo debe manejar un cónyuge cristiano una relación adúltera que ha provocado el nacimiento de un hijo?
Respuesta
El matrimonio es un pacto que une a una pareja tanto espiritual como físicamente. La infidelidad provoca un golpe devastador que desgarra la unidad del matrimonio y a menudo causa un daño irreparable. Esto puede ser especialmente cierto cuando se concibe un hijo mediante adulterio.
La responsabilidad de un padre hacia su hijo no depende de las circunstancias de la concepción. Traer un hijo al mundo a través de un acto adúltero es desfavorable para todas las partes involucradas, pero es importante recordar que el niño es inocente y merece tener dos padres en su vida.
Ese niño concebido mediante adulterio también tiene derecho a ser amado, protegido y cuidado. Los niños son una bendición de Dios (Salmo 127:3). El niño no debe ser visto como una maldición, como un recordatorio del pecado o como alguien menos digno. Una relación adúltera genera muchas emociones que pueden manifestarse de distintas maneras, pero el niño no puede convertirse en el blanco del rencor o la mala voluntad.
Si la mujer decide permanecer con su marido después de que él haya tenido un hijo, debe estar dispuesta a perdonar el pecado. Si el marido decide quedarse con su esposa embarazada de otro hombre, debe perdonar el pecado. La Biblia nos dice que los cristianos debemos perdonarnos unos a otros, como Dios nos ha perdonado (Mateo 6:14-15). Esto implica tomar la decisión de dejar a un lado los sentimientos de ira y celos.
En el mejor de los casos, la esposa cuyo marido ha tenido un hijo con otra persona podrá acoger al niño como hijastro o hijastra, aunque no viva en su hogar. No debe impedir que su marido forme una relación con su hijo, aunque le resulte doloroso. Él tiene obligaciones económicas, espirituales y afectivas con todos sus hijos (Efesios 6:4).
A la inversa, el marido cuya esposa tiene un hijo de otro hombre debe esforzarse por verse a sí mismo como padrastro, o incluso como padre adoptivo, según las circunstancias. Por supuesto, cada situación es diferente y siempre existen complejidades legales, familiares y personales. Pero, como los creyentes buscan seguir al Señor, su respuesta a los asuntos adúlteros debe incluir medidas de perdón, gracia, amor y paz.
El adulterio es un pecado con el potencial de destruir familias, pero no tiene por qué ser el final de un matrimonio. Al contrario, la pareja debe esforzarse aún más por reconstruir su relación sobre la base firme de la fe y la obediencia a Jesucristo. Solo la gracia y la misericordia de Dios y una fe firme en Cristo permitirán que la pareja supere esta difícil situación. Pero la gracia, la misericordia y la fe son dones de Dios a través del Espíritu Santo y están disponibles para quienes verdaderamente desean glorificarlo.
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