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Pregunta

¿Qué significa que nuestra ciudadanía está en el cielo?

Respuesta


Un ciudadano es una persona que pertenece legalmente a un país y tiene los derechos y la protección de ese país. Los ciudadanos adoptan la cultura y las prácticas de la nación o reino al que pertenecen. Todo ser humano nace en el reino de este mundo, en el que gobierna Satanás (2 Corintios 4:4). Por consiguiente, crecemos adoptando la cultura, las prácticas y los valores que él promueve (Génesis 3:1; 1 Juan 2:16).

El reino de Satanás esclaviza a sus ciudadanos (Romanos 6:16). Con corazones y mentes oscurecidos, seguimos ciegamente a nuestro líder hacia los mismos pecados que nos hunden más en la esclavitud. Seguimos cautivos en este reino de pecado, dirigidos a la destrucción, hasta que Jesús nos libera (Efesios 2:1-4). Filipenses 3:18-19 (NBLA) pone de relieve las diferencias entre aquellos que desean la comunión con Jesucristo y aquellos que se centran en las búsquedas terrenales: "Porque muchos andan como les he dicho muchas veces, y ahora se lo digo aun llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo, cuyo fin es perdición, cuyo dios es su apetito y cuya gloria está en su vergüenza, los cuales piensan solo en las cosas terrenales". Aquellos que no conocen a Cristo viven solo para este mundo y el placer que pueden encontrar para sí mismos. Son "ciudadanos" de este mundo y viven según sus reglas y sistema de valores.

Cuando nacemos de nuevo por la fe en Jesucristo (Juan 3:3), nacemos en el Reino de los Cielos (Mateo 3:2; 7:21; Romanos 14:17). Hablando de aquellos que han tenido ese renacimiento espiritual, Filipenses 3:20 (NBLA) dice: "nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo". Jesús pasó gran parte de Su ministerio terrenal explicando el Reino de los Cielos (Mateo 4:17). Lo comparó con muchas cosas, incluyendo un campo de trigo en el que crecían malas hierbas junto con el trigo. Las plantas parecían idénticas al principio, pero se separaban en la cosecha. La verdad es que, a menudo, los ciudadanos del cielo y los de este mundo parecen ser idénticos, y nadie más que Dios conoce la diferencia (Romanos 8:19). Muchas personas pueden parecer ciudadanos del cielo, cuando, de hecho, nunca ha tenido lugar un nuevo nacimiento en sus corazones (Mateo 7:21).

Cuando Dios nos concede la ciudadanía en el Reino de los Cielos, nos convertimos en "nuevas criaturas" (2 Corintios 5:17). Él envía a Su Espíritu Santo para que more en nuestro espíritu, y nuestros cuerpos se convierten en Su templo (1 Corintios 3:16; 6:19-20). El Espíritu Santo comienza a transformar nuestros deseos pecaminosos y mundanos en aquellos que glorifican a Dios (Romanos 12:1-2). Su objetivo es hacernos lo más parecidos posible a Jesús en esta vida (Romanos 8:29). Recibimos el poder y el privilegio de salir del sistema de valores imperfecto del mundo y vivir para la eternidad (1 Juan 2:15-17). Ser adoptados en la familia de Dios significa que nos convertimos en ciudadanos de un reino eterno donde nuestro Padre es el Rey. Nuestro enfoque se dirige hacia las cosas eternas y el atesorar tesoros en el cielo (Mateo 6:19-20). Nos consideramos embajadores en esta tierra hasta que nuestro Padre nos llame y nos vayamos a casa (Efesios 2:18-19; 6:20).

Vivimos por un corto tiempo en estos cuerpos físicos, anticipando el brillante futuro en nuestro verdadero hogar. Mientras estamos aquí, compartimos la experiencia de Abraham, viviendo "como extranjero en la tierra de la promesa como en tierra extraña...porque esperaba la ciudad que tiene cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios" (Hebreos 11:9-10, NBLA).

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