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Pregunta

¿Son los cierres de iglesias una respuesta adecuada a una pandemia?

Respuesta


Las iglesias de todo el mundo han optado por responder de diversas maneras a la pandemia de COVID-19. Algunas están cumpliendo con las órdenes del gobierno; muchas están transmitiendo sus predicaciones en vivo; otras están encontrando soluciones alternativas, como ofrecer servicios desde el auto en un estacionamiento; otras se reúnen al aire libre en lugares discretos y cambian el lugar de reunión cada semana; otras, en cambio, desafían abiertamente las autoridades y celebran sus servicios como de costumbre. ¿Deberíamos cerrar la iglesia o mantenerla abierta? Aquí hay algunas cosas que debemos considerar:

1. La iglesia no es un edificio; la iglesia es el pueblo de Dios, redimido por Jesucristo. Por lo tanto, en un sentido importante, nadie puede cerrar la iglesia. Un edificio puede estar vacío, pero la iglesia puede seguir llena "de toda la plenitud de Dios" (Efesios 3:19).

2. Los seguidores de Cristo siempre deben buscar obedecer a la autoridad civil, a menos que esa autoridad nos exija hacer algo pecaminoso. Vemos este principio en la vida de Daniel (Daniel 6:10-28) y los apóstoles (Hechos 5:25-42), y en la respuesta de José y María al ir a Belén para registrarse para el censo (Lucas 2:1-5). Pablo afirma que debemos obedecer a quienes nos gobiernan, porque ellos han sido puestos allí por Dios mismo para nuestro bien (Romanos 13:1-7; cf. 1 Pedro 2:13). Por lo tanto, siempre es prudente obedecer a la autoridad gubernamental, a menos que las Escrituras nos obliguen a desobedecer.

Las iglesias que desafían los mandatos de las autoridades civiles, alegando que "debemos obedecer a Dios en vez de obedecer a los hombres" (Hechos 5:29), pueden estar pasando por alto el hecho de que las órdenes no están diseñadas para impedirnos adorar y ministrar. En los primeros días de la iglesia, cuando Pedro y Juan desafiaron al Sanedrín, lo que estaba en juego era una orden directa de dejar de predicar en el nombre de Jesucristo (versículo 28). Restricciones similares existen en muchos países del mundo donde la iglesia es perseguida. Pero ninguna de ellas es comparable a la situación actual con el COVID-19; la motivación declarada por los gobiernos locales, regionales y nacionales para las normas de distanciamiento social es la protección del público en general, incluidas nuestras propias congregaciones. Nadie está tratando de impedirnos predicar el evangelio.

3. Las iglesias deben tener en cuenta el buen testimonio que dan en sus comunidades. No queremos que se nos vea como rebeldes e imprudentes. Más bien, queremos seguir el mandato bíblico de: "Respeten lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto de ustedes dependa, estén en paz con todos los hombres" (Romanos 12:17-18). La respuesta de la iglesia a la crisis del COVID-19 debe ser mostrar el amor de Cristo, buscando formas de ministrar a nuestros vecinos que sufren y tienen miedo.

4. Hay sabiduría en mantenerse alejado del peligro. Por ejemplo, no permitiríamos que nuestros niños estuvieran en una jaula con un animal salvaje, aunque tuviéramos "fe" en que Dios los protegería. No es una cuestión de tener fe o carecer de ella, es una cuestión de sabiduría o necedad. Siempre debemos elegir el camino de la sabiduría.

5. Dado que el virus COVID-19 es muy contagioso y potencialmente mortal, la iglesia hace bien en tomar medidas para garantizar el bienestar físico de la familia de Dios. El distanciamiento social temporal y la cancelación de las reuniones públicas más grandes (como las reuniones de la iglesia) pueden ser necesarios para la protección de las personas. Los pastores hacen bien en preocuparse con amor por sus congregaciones. A veces, las iglesias cierran sus puertas debido a las duras condiciones meteorológicas: las tormentas de hielo o de nieve pueden hacer que viajar sea peligroso. Las iglesias que suspenden los servicios debido a emergencias meteorológicas no están desobedeciendo a Dios, sino que están mostrando una preocupación adecuada por la seguridad de las personas.

6. La situación a la que se enfrentan las iglesias debido al brote de COVID-19 es única y temporal. Una vez que la amenaza haya pasado, seremos libres de volver a nuestras reuniones y ministerios como antes. Los pastores no deben sentir que están desobedeciendo a Dios al obedecer a las autoridades gubernamentales durante estos tiempos difíciles.

Sin duda, los días del COVID-19 son difíciles. Sin embargo, las iglesias siguen encontrando formas de ejercer su ministerio: a través de Internet, el correo electrónico, los mensajes de texto y las tradicionales cartas y llamadas telefónicas, los pastores se mantienen en contacto con el pueblo de Dios en las iglesias a las que sirven. La incertidumbre y las dificultades que rodean la pandemia no durarán indefinidamente. Este tiempo terminará y las cosas volverán a la relativa normalidad. Mientras tanto, somos pacientes. Permanecemos fieles. Obedecemos la ley en la medida de nuestras posibilidades.

Puede que estemos aislados, en cuarentena u obligados a una separación temporal, "pero la palabra de Dios no está presa" (2 Timoteo 2:9).

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