Pregunta
¿Qué significa que Cristo está en nosotros?
Respuesta
Muchos pasajes de las Escrituras comunican que Jesucristo vive dentro de aquellos que confían en Él para su salvación (2 Corintios 13:5). Aunque se trata de una verdad asombrosa, no es fácil de comprender. No solo Jesucristo está vivo hoy, sino que a través del Espíritu Santo de Dios -llamado el "Espíritu de Cristo" en Romanos 8:9-vive y mora dentro de cada hijo de Dios. La vida de Cristo en nosotros es nuestra esperanza de gloria eterna. El apóstol Pablo llamó a la morada de Cristo un gran misterio: "a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria" (Colosenses 1:27).
Con frecuencia, Pablo hablaba de la presencia de Cristo en el corazón de quienes lo aceptan como Señor y Salvador. Cuando oraba por los creyentes de Éfeso, Pablo anhelaba que su fe se profundizara para que Cristo habitara en sus corazones: "Pido en oración que, de sus gloriosos e inagotables recursos, los fortalezca con poder en el ser interior por medio de su Espíritu. Entonces Cristo habitará en el corazón de ustedes a medida que confíen en él. Echarán raíces profundas en el amor de Dios, y ellas los mantendrán fuertes" (Efesios 3:16-17, NTV).
Cuando una persona cree en Jesús, se une a Cristo, primero en Su muerte y luego en la novedad de Su vida de resurrección. El apóstol Pablo dijo: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gálatas 2:20). Pablo explicó a la iglesia de Roma: "Pues hemos muerto y fuimos sepultados con Cristo mediante el bautismo; y tal como Cristo fue levantado de los muertos por el poder glorioso del Padre, ahora nosotros también podemos vivir una vida nueva. Dado que fuimos unidos a él en su muerte, también seremos resucitados como él" (Romanos 6:4-5, NTV).
Nuestro viejo yo -lleno de rebelión, pecado e incredulidad- murió con Cristo, que pagó la pena por nuestros pecados en la cruz. A través de nuestra unión con Cristo en Su muerte, somos vivificados por el Espíritu de Dios para caminar en novedad de vida, porque hemos sido justificados con Dios (Romanos 8:10). Nuestras vidas se convierten en un vehículo para mostrar la vida de Cristo: "Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos" (2 Corintios 4:6-10; ver también Gálatas 1,15-16).
En nuestra condición humana ordinaria de debilidad, no somos más que vasijas de barro que contienen un tesoro de valor incalculable: la vida de Cristo en nosotros. Los desafíos a los que nos enfrentamos, la persecución, las pruebas, las dificultades y el sufrimiento que soportamos, sirven para derramar el poder de Dios que todo lo supera y revelar la vida de Jesucristo a quienes nos rodean. Podemos estar seguros de que no seremos vencidos en todas estas aflicciones porque tenemos el tesoro de Jesucristo viviendo en nosotros.
En 2 Corintios 2:15, Pablo comparó la vida de los que comparten el Evangelio con "la fragancia de Cristo que sube hasta Dios" (NTV) y "el aroma de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden" (NVI). Con Cristo en nosotros, al divulgar la buena nueva de la salvación en Jesús, difundimos Su fragancia a un mundo perdido y moribundo.
En 1 Corintios 6:19, Pablo afirma: "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?". Después de recibir a Jesús como Señor, Él se convierte en nuestro dueño. En el folleto Mi Corazón, Hogar de Cristo (InterVarsity Press, 1954), el autor Robert Munger describe con imaginación la vida cristiana como una casa. Cuando Jesús entra, va de habitación en habitación. En la biblioteca de nuestras mentes, Cristo ordena la basura, limpiando los desperdicios sin valor. En la cocina, se ocupa de nuestros apetitos malsanos y deseos pecaminosos. En la mesa del comedor, nos sirve el pan de vida para saciar nuestras almas hambrientas y derrama agua viva para que bebamos y no volvamos a tener sed. A través de oscuros pasillos y armarios, Jesús descubre todos los lugares donde se esconde el pecado. Se abre camino por todos los rincones hasta que Su amor, Su misericordia, Su perdón y Su gracia llenan todos los espacios. Esta alegoría presenta una bella imagen de lo que significa tener a Cristo en nosotros.
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¿Qué significa que Cristo está en nosotros?