Pregunta: ¿Quiénes eran los cambistas en la Biblia?
Respuesta:
La Biblia registra dos instancias de Jesús limpiando el templo de los cambistas y aquellos que vendían animales para los sacrificios. El primer encuentro de Jesús con los cambistas fue al inicio de su ministerio de tres años (Juan 2:14-16). Hizo un látigo de cuerdas y los echó fuera. La segunda vez que confrontó a los cambistas fue la semana antes de su juicio y crucifixión. Viendo que los cambistas habían vuelto, los echó de nuevo, diciendo, "Está escrito, ‘Mi casa, casa de oración será llamada’, mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones" (Mateo 21:13).
Debido a que la ley judía requería un impuesto de medio siclo para el templo (Éxodo 30:11-16), los judíos y visitantes de otras naciones venían a pagar sus impuestos cuando ofrecían sus sacrificios. Pero las monedas extranjeras con la efigie de emperadores paganos no serían aceptadas en el templo de Dios. Entonces los cambistas intercambiaban esas monedas extranjeras por dinero judío, pero lo hacían con un beneficio exorbitante. En lugar de prestar este servicio como un negocio en otra parte de la ciudad, explotaban el celo religioso de los visitantes a Jerusalén y hacían su negocio en los terrenos del templo. Como determinaban su propio tipo de cambio, los cambistas aprovechaban fácilmente a los pobres y a los extranjeros que acudían en masa a Jerusalén para la Pascua.
Estos mismos cambistas estaban asociados con otros que se dedicaban a prácticas comerciales sombrías en los patios del templo. Algunos vendían animales para los sacrificios, cobrando de más a las personas que no traían los suyos propios. Otros estaban a cargo de examinar los animales que iban a ser sacrificados, y era fácil para ellos declarar un animal "no aprobado" y obligar al devoto a comprar otro animal, a un precio inflado, de los vendedores del templo. Tales acontecimientos, que explotaban a los pobres y a los extranjeros, enfurecieron al Señor Jesús y estaban estrictamente prohibidos en la Ley Mosaica (Éxodo 22:21; Levítico 19:34).
Los cambistas en los patios del templo eran similares a los recaudadores de impuestos en el sentido de que extorsionaban dinero de su propia gente. Eran más que simples hombres de negocios. Estaban buscando obtener beneficios económicos del culto a Dios. Dondequiera que se encuentre la pasión y el fervor, también habrá quienes busquen obtener beneficios de ese fervor. Pablo escribió a Timoteo acerca de tales personas, falsos maestros que encontraron una manera de hacer fortuna con el evangelio (1 Timoteo 6:5). Las versiones modernas de los cambistas inundan los medios de comunicación, prometiendo intercambiar sus dólares ganados con esfuerzo por bendiciones, sanidad y el favor de Dios. Por una donación sugerida, supuestamente orarán por usted o prometerán prácticamente cualquier cosa que desee. Por otros veinte dólares, le venderán un libro sobre cómo obtener prosperidad, salud o percepciones espirituales de Dios. Y, al igual que la simonía de los cambistas del primer siglo, las prácticas de los modernos mercenarios religiosos sólo benefician a aquellos devotos que tienen suficiente dinero para comprar sus mercancías.
Pablo a menudo aclaraba la diferencia entre su ministerio y el de los falsos maestros señalando su codicia. En 2 Corintios 2:17 escribió, "Pues no somos como muchos, que medran falsificando la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo." Pedro también advirtió que una manera de identificar a un cambista moderno es notando su fascinación por el beneficio financiero (2 Pedro 2:3). Jesús odiaba la explotación de los cambistas a los devotos hace dos mil años, y todavía lo odia. Tal vez no tengamos personajes sombríos recaudando impuestos del templo fuera de nuestros lugares de culto, pero los tenemos invadiendo nuestros hogares a través de la radio y la televisión. Somos sabios al recordar cómo Jesús reaccionó a tales estafadores egoístas. Sin pedir disculpas, los echó de la casa de Su Padre. Cuando identificamos a un cambista moderno, deberíamos hacer lo mismo.