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Pregunta

¿Qué significaba rasgar las propias vestiduras en la Biblia?

Respuesta


El desgarramiento de las propias vestiduras es una antigua tradición entre los judíos, y se asocia con el duelo, la pena y la pérdida. La primera mención de alguien que rasga sus ropajes se encuentra en Génesis. “Y volvió Rubén al pozo; y he aquí que José no estaba en el pozo. Entonces rasgó sus vestiduras” (Génesis 37:29). Un poco más tarde, “Y Jacob rasgó sus vestiduras, y puso cilicio sobre sus lomos, y lamentó a su hijo muchos días” (Génesis 37:34) cuando creyó que José había sido asesinado.

Otros ejemplos bíblicos de hombres que rasgaron sus ropas para expresar dolor y tristeza incluyen a David, cuando Saul y Jonathan fueron asesinados (2 Samuel 1:11–12); Elías, cuando Elías fue llevado al cielo (2 Reyes 2:11–12); Job, cuando fue despojado de todo lo que poseía (Job 1:20); Jefté, cuando se enteró del resultado de su voto imprudente (Jueces 11:34–35); Mardoqueo, cuando se enteró de la trama de Amán para destruir a los judíos (Ester 4:1); Acab, cuando Elías pronunció un juicio contra él (1 Reyes 21:27); y Pablo y Bernabé, cuando la gente de Listra empezó a adorarlos (Hechos 14:14).

A veces, el desgarramiento de las ropas iba acompañado de otros signos de humildad y dolor, como afeitarse la cabeza (Job 1:20), echarse polvo encima (Job 2:12) y vestirse de cilicio (2 Samuel 3:31).

Hubo momentos en los que la gente debería haber rasgado sus vestiduras pero no lo hizo. El profeta Jeremías recibió la Palabra de Dios sobre un juicio inminente sobre Judá. Jeremías escribió fielmente la profecía en un rollo y se la entregó al rey Joacim. El rey escuchó la primera parte de la profecía, pero luego tomó un cuchillo, cortó el rollo en pedazos y lo quemó en un brasero (Jeremías 36:23). Este acto impío fue recibido con estoicismo escalofriante por parte de sus ayudantes: “Y ni se desgarraron las vestiduras el rey ni ninguno de sus siervos que oyeron todas estas palabras” (versículo 24). Si alguna vez hubo un momento para rasgar las ropas, éste era; pero estos hombres no tenían temor de Dios, no mostraron remordimiento, no tenían convicción de pecado.

Es interesante que al sumo sacerdote no se le permitiera rasgar sus ropas: “El sacerdote que fuere mayor entre sus hermanos, sobre cuya cabeza fue derramado el aceite de la unción, y que fue consagrado para vestir las vestiduras, no descubrirá su cabeza, ni rasgará sus vestiduras” (Levítico 21:10). La naturaleza especial del oficio de sumo sacerdote dictaba una separación de algunas de las costumbres comunes, incluyendo la del duelo.

Rasgar las ropas era una expresión pública y poderosa de dolor en la antigüedad. La práctica se continúa hoy en la práctica judía de keriah. El ritual de hoy es menos espontáneo y más regulado: la prenda es cortada por un rabino en un servicio funerario, mientras los dolientes recitan palabras relacionadas con la soberanía de Dios. Una tradición dice que el doliente debe rasgar la ropa sobre el corazón, un signo de un corazón roto.

Más importante que las muestras exteriores de dolor es el verdadero sentimiento de pesar por el pecado y el genuino arrepentimiento del corazón. El profeta Joel transmitió el mandato de Dios: "Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos" (Joel 2:13). Aquel que ve el corazón requiere más que un ritual externo. Y el mandamiento vino con una promesa: "Convertíos a Jehová vuestro Dios; porque es misericordioso y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo" (Joel 2:13; cf. Salmos 34:18).

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