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Pregunta

¿Qué dice la Biblia sobre el altruismo?

Respuesta


El altruismo es la preocupación desinteresada por el bienestar de los demás. Una persona altruista da generosamente de su tiempo y recursos sin buscar ganancia personal y, a menudo, incluso corriendo riesgos. Un tema central en la Biblia es el altruismo piadoso. Desde la Ley de Moisés, la Biblia registra el deseo de Dios de que Su pueblo cuide de las viudas, los huérfanos y los pobres en sus comunidades (Deuteronomio 26:12; Salmo 68:5; Zacarías 7:10). En el Nuevo Testamento, Santiago 1:27 dice: "La religión pura y sin mancha delante de nuestro Dios y Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones[a], y guardarse sin mancha del mundo".

El altruismo se enseña en toda la Escritura de diversas maneras. Primero, Dios ordenó a Su pueblo: "amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Levítico 19:18, 34; Gálatas 5:14). Luego, Jesús modeló el altruismo durante Sus años en la tierra (Mateo 7:12; Marcos 10:42–45; Juan 13:3–5). Y los escritores del Nuevo Testamento repitieron ese tema al instar a los cristianos a: "No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás" (Filipenses 2:3–4). Pablo explicó que los cristianos deben aprender a "ocuparse en buenas obras, atendiendo a las necesidades apremiantes, para que no estén sin fruto" (Tito 3:14).

Tabita (también llamada Dorcas) es un ejemplo de persona altruista (Hechos 9:36–39). Esta cristiana en Jope dedicaba sus días a ayudar a los necesitados, y a su muerte muchos hablaron de todo lo que había hecho. El dolor por su pérdida fue tan grande que llamaron a Pedro, quien la resucitó (Hechos 9:40–41). La parábola de Jesús sobre el buen samaritano muestra el altruismo en acción (Lucas 10:25–37). El samaritano no tenía una agenda personal cuando se detuvo a cuidar al hombre herido. No recibió ningún beneficio por ayudar; de hecho, asumió el costo financiero de hacer el bien.

En las demostraciones públicas de caridad existe una delgada línea entre el verdadero altruismo y la exhibición. Aunque intenten dar de manera anónima y privada, las personas altruistas suelen ser conocidas por sus obras y muy queridas y respetadas. Pero esa respuesta en sí misma ya es una recompensa, y a veces atrae a personas necesitadas de aprobación que se desgastan tratando de aparentar altruismo solo para obtener admiración. Jesús reprendió a los fariseos por sus muestras externas de piedad cuando en realidad sus corazones estaban llenos de orgullo y avaricia (Mateo 6:3–5, 16, 18).

El altruismo no busca reconocimiento ni pago. Incluso con nuestros enemigos debemos dar de manera altruista, "no esperando nada a cambio" (Lucas 6:35). El altruismo evita demostrar virtud. No publica docenas de fotos de sus obras en redes sociales para conseguir un "me gusta" y comentarios. El verdadero altruismo sirve en silencio y con discreción, aunque nadie lo sepa. Jesús dijo: "Cuídense de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de otra manera no tendrán recompensa de su Padre que está en los cielos. Por eso, cuando des limosna, no toques trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres. En verdad les digo que ya han recibido su recompensa. Pero tú, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha" (Mateo 6:1–3). Es bueno cuando otros ven nuestro altruismo y se inspiran a hacer lo mismo, pero cuando nuestros motivos son egoístas, no estamos practicando el verdadero altruismo.

El corazón humano es incapaz de un altruismo puro, porque por naturaleza es egoísta y orgulloso (Jeremías 17:9). Podemos entrenarnos para comportarnos de manera altruista, pero nuestras motivaciones suelen ser desconocidas incluso para nosotros mismos. Sin embargo, Dios ve nuestro corazón y juzga nuestros actos según lo que encuentra allí. Podemos vivir de manera desinteresada cuando nuestro mayor anhelo es agradar a nuestro Padre celestial. Cuando el Espíritu Santo nos controla, somos impulsados a actos altruistas por amor al Señor (Gálatas 2:20; Colosenses 1:10). Incluso Jesús mismo dijo: "En verdad les digo que el Hijo no puede hacer nada por Su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que hace el Padre, eso también hace el Hijo de igual manera" (Juan 5:19; cf. 8:28–29). El altruismo comienza en Dios y se refleja en nosotros cuando imitamos Su bondad.

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