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Pregunta

¿Cómo puedo deshacerme de los pensamientos de lujuria?

Respuesta


La lujuria es un fuerte deseo; la lujuria pecaminosa es el deseo de algo que Dios ha prohibido. Los pensamientos lujuriosos producen acciones lujuriosas, y la lujuria puesta en práctica siempre lleva a la destrucción. Eva deseó el delicioso fruto del único árbol sobre el que Dios había dicho: "No debes comer de él" (Génesis 2:16-17). El hecho de que comiera y diera un poco a su marido abrió la puerta para que el pecado entrara en el mundo perfecto de Dios. David deseó a Betsabé, la mujer de otro hombre, y, cuando actuó conforme a esa lujuria, lo llevó al asesinato y a la muerte de su hijo pequeño como parte del juicio de Dios (2 Samuel 11:2-4, 14-15; 12:13-14). Las acciones perversas comienzan con pensamientos lujuriosos, así que es importante que nos deshagamos de tales pensamientos tan pronto como lleguen.

Para deshacernos de los pensamientos lujuriosos, primero debemos definir nuestras áreas de mayor tentación. La lujuria no siempre es de carácter sexual. La avaricia es la lujuria por el dinero o el poder. La envidia es la lujuria por la popularidad o la posición que tiene otra persona. La codicia es lujuria por cualquier cosa que no tengamos. La lujuria comienza con un pensamiento. Aunque no somos responsables de cada pensamiento que entra en nuestra cabeza, sí somos responsables de lo que hacemos con esos pensamientos.

Segunda de Samuel 13 relata la trágica historia de los pensamientos lujuriosos que se convierten en acciones malvadas. El hijo del rey David, Amnón, se obsesionó con su hermanastra Tamar. Ya que no se deshizo de sus pensamientos lujuriosos, éstos lo consumieron hasta que cometió el horrible acto de violarla. Después de saciar su lujuria, no le importó más lo que le ocurriera a Tamar, y la desechó como un pedazo de basura (versículo 15). La lujuria sólo busca satisfacer sus impulsos; nada le importa la gente que se verá perjudicada a causa de ella. Un pensamiento lujurioso tiene que ser visto como el enemigo que es antes de que se apodere de nuestras vidas.

Cuando nos aferramos a un pensamiento que sabemos que es desagradable a Dios, puede convertirse rápidamente en lujuria pecaminosa. El deseo crece hasta que genera insatisfacción con nuestra situación actual. La lujuria nos impondrá la creencia de que la felicidad y la satisfacción son imposibles a menos que tengamos lo que deseamos. Santiago 1:13-15 describe cómo se pasa del pensamiento lujurioso a la acción lujuriosa: "Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte".

Podemos deshacernos de los pensamientos lujuriosos sustituyéndolos por "todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza" (Filipenses 4:8). Debemos "llevar todo pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo" (2 Corintios 10:5). Debemos arrepentirnos de tener pensamientos lujuriosos y pedir la ayuda del Señor para redirigir nuestros pensamientos.

Si los pensamientos lujuriosos de los que tratamos de deshacernos implican a otra persona, podemos desactivar su poder transformando esos pensamientos en oraciones por el bienestar de la otra persona. Al presentar a esa persona ante el Señor, debilitamos el poder de la lujuria para convertirla en un objetivo. Debemos reconocer el valor de cada persona como una creación de Dios y recordar que Dios tiene grandes planes para él o ella en los que no nos incluye. Cuando ponemos nuestra voluntad de acuerdo con la de Dios, aprendemos a ver a esa persona como Él lo hace, no como lo hace la lujuria.

Detener los pensamientos de lujuria también requiere filtrar la información que estamos permitiendo en nuestras mentes a través de nuestros sentidos. Nuestros pensamientos usualmente son el producto de lo que hemos visto, escuchado, tocado y probado. Controlando lo que permitimos entrar, podemos reducir en gran medida el material disponible en nuestra mente para que la lujuria lo explote. Si las imágenes pornográficas se han grabado en nuestras mentes por haberlas visto de manera pecaminosa, podemos pedirle al Señor que reemplace esas imágenes con el paso del tiempo. Al negarnos a mirar cosas que incitan a la lujuria, al filtrar la música o el lenguaje que crea pensamientos lujuriosos, y al desterrar los recuerdos lujuriosos de nuestro repertorio, podemos matar de hambre a los pensamientos lujuriosos hasta que ya no tengan prácticamente nada que hacer.

Memorizar y meditar en las Escrituras también es una buena manera de evitar los pensamientos lujuriosos y renovar nuestras mentes como nos indica Romanos 12:1-2. Poner música de adoración también enfoca nuestras mentes en lo que es bueno, puro y hermoso. La vida de un cristiano debe ser una entrega continua. Cuando nos rendimos diariamente al señorío de Cristo, Él ayuda a transformar una vida de pensamientos pecaminosos en una vida que le busca a Él. En ocasiones, los pensamientos lujuriosos nos invaden a todos, pero tomar autoridad sobre ellos, rechazarlos antes de que echen raíces y buscar la ayuda de Dios puede darnos la victoria.

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