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Pregunta

¿Existe el mal de ojo?

Respuesta


El mal de ojo es una creencia dentro de la religión popular según la cual alguien puede mirar a otra persona y causarle lesiones, enfermedades o incluso la muerte. La superstición del mal de ojo se mantuvo en la antigua Grecia y Roma, y persiste en muchas culturas actuales.

El mal de ojo también se llama "ojo envidioso" porque la persona que lo lanza está celosa de algo. Según la superstición, una persona resentida puede transmitir una maldición, consciente o inconscientemente, simplemente mirando a alguien o algo por envidia. Se dice que el mal de ojo provoca enfermedades en cualquier cosa, desde el ganado hasta los árboles frutales, pasando por las personas. Los supersticiosos intentan alejar el mal de ojo con collares, amuletos, gestos con las manos o frases.

Algunas traducciones de Marcos 7:22 incluyen el "mal de ojo" como uno de los pecados que comienzan en el corazón. El griego es "ophthalmos ponēros" (literalmente, "mal de ojo"); sin embargo, esto no es una referencia a nada supersticioso. De lo que Jesús está hablando es de una persona que busca involucrarse en el mal.

El creyente en Jesucristo no tiene que temer a la superstición. Sí, Satanás es real, pero cualquier poder que tenga para dañar a los hijos de Dios está limitado por Dios mismo (ver Job 1-2). A través de la muerte y resurrección de Jesucristo, Satanás ha sido derrotado (Colosenses 2:11-15).

Confiando en el poder del Espíritu Santo y usando la Palabra de Dios, el creyente puede tener la victoria sobre el maligno. Así es como Cristo derrotó a Satanás y resistió la tentación (Mateo 4:1-11). Pablo le dice a la iglesia que sea fuerte en el Señor y que use la armadura espiritual que Dios nos ha dado (Efesios 6:10-20). No necesitamos amuletos de buena suerte; sólo necesitamos la fe en Cristo. La Biblia nos dice: "Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido [a los espíritus malignos de este mundo], porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo" (1 Juan 4:4).

La superstición está cargada de temor, "porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio" (2 Timoteo 1:7). Los que no han aceptado a Jesucristo como su Salvador personal pueden ser influenciados directamente por el maligno, y por eso tienen miedo y son supersticiosos. Cuando una persona recibe a Cristo, puede vivir libre de temor y superstición, pues se da cuenta de que Satanás es un enemigo derrotado. El creyente es amado por Dios, y el amor de Dios echa fuera el temor (1 Juan 4:16-18).

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