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Pregunta

¿Qué dice la Biblia sobre la etiqueta y los modales?

Respuesta


La etiqueta es un conjunto de reglas específicas diseñadas para asegurar un comportamiento cortés dentro de un grupo o cultura. Cuando alguien conoce y sigue las normas esperadas de conducta, decimos que esa persona tiene buena etiqueta o buenos modales. Parte del proceso de socialización dentro de una cultura consiste en aprender lo que esa cultura considera un comportamiento aceptable en aspectos como la comida, la conversación y la vestimenta. La etiqueta adecuada puede variar de una cultura a otra, por lo que es importante que los extranjeros, los misioneros y cualquier persona que desee cruzar fronteras culturales estudien las costumbres y normas de esa cultura. La Biblia ofrece principios sólidos sobre cómo practicar la etiqueta y desarrollar buenos modales.

El estándar básico para el comportamiento cristiano se encuentra en 1 Corintios 10:31: "Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios". Cuando nuestro objetivo es honrar al Señor en todo, recordamos que lo representamos dondequiera que vayamos. Ya sea sentados en un servicio de iglesia, comprando en el centro comercial o trabajando, todo lo que hacemos puede ser para Su gloria. Cuando llevamos con nosotros la reputación de Jesús, nuestro comportamiento influye en la forma en que otros lo perciben. Que uno de los siervos de Dios sea considerado grosero o incivilizado sería deshonroso para el Señor. La buena etiqueta es una forma de eliminar barreras sociales y crear conexiones con personas que necesitan escuchar el evangelio.

Pablo viajó por muchas culturas al compartir el evangelio y plantar iglesias. Escribió: "A los débiles me hice débil, para ganar a los débiles. A todos me he hecho todo, para que por todos los medios salve a algunos" (1 Corintios 9:22). El dicho "Donde fueres, haz lo que vieres" resume ese pensamiento. Sorber la sopa puede ser considerado grosero en una cultura, mientras que en otra es una muestra de aprecio al cocinero. El saludo con un apretón de manos también varía según la cultura. Un apretón firme en Estados Unidos puede interpretarse como agresivo para un habitante del Medio Oriente acostumbrado a los abrazos y besos en la mejilla. Como cristianos, nuestro objetivo es causar la menor cantidad posible de ofensa personal con nuestra conducta dentro de una cultura, preparando el terreno para compartir la verdad de Dios.

El habla es otra forma en la que podemos demostrar buena etiqueta o causar ofensa. Efesios 4:29 expresa la expectativa de Dios respecto a la comunicación verbal: "No salga de la boca de ustedes ninguna palabra mala, sino solo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan". Este estándar está en armonía con la instrucción de: "Tampoco haya obscenidades, ni necedades, ni groserías, que no son apropiadas" (Efesios 5:4). Podemos ofender tanto con nuestras palabras como con nuestras acciones, por lo que aprender habilidades verbales apropiadas en cada contexto cultural es parte de tener buena etiqueta.

Como creyentes en Jesucristo, hemos recibido el mensaje de la reconciliación (2 Corintios 5:19) y debemos transmitirlo con gracia y buenos modales: "estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que les demande razón de la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con mansedumbre y reverencia" (1 Pedro 3:15). No hay justificación para que un cristiano sea deliberadamente grosero con los demás, especialmente al presentar el evangelio. Los malos modales y la falta de etiqueta distraen del mensaje que proclamamos. La cruz de Cristo es, por naturaleza, ofensiva para el mundo incrédulo (1 Corintios 1:23). Si ha de haber ofensa, que sea por el mensaje, no por el mensajero.

La etiqueta es mucho más que un conjunto de reglas rígidas impuestas por personas estrictas; es el aceite que lubrica la sociedad y reduce la fricción en las relaciones interpersonales. Cuando vemos la etiqueta como un medio para ganar el derecho de hablar a la vida de las personas, desarrollamos una mayor sensibilidad sobre cómo nos presentamos. Consideramos nuestros comportamientos, desde los modales en la mesa hasta los chistes que contamos, como instrumentos que pueden atraer o alejar a otros. Jesús es nuestro modelo. Él vino a la tierra y adoptó nuestra vestimenta, costumbres y modales para guiarnos a Dios (Filipenses 2:5–8). Como Sus seguidores, debemos ver la etiqueta como una manera de seguir Sus pasos.

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