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Pregunta

¿Es el libre albedrío una ilusión causada por procesos químicos?

Respuesta


El supuesto argumento “científico” (que en realidad es ateísta) contra la realidad objetiva del libre albedrío es un auto-repudio y, por lo tanto, irracional. Se basa en múltiples falacias que son filosóficas, no científicas, que incluyen el reduccionismo (todos los objetos físicos no son más que la suma de sus partes, incluyendo a los seres humanos que son simplemente una colección de una docena de elementos básicos o valen solo unos pocos dólares), el determinismo (las personas no tienen libre albedrío porque están encerradas en la cadena interminable e ineludible de acción-reacción del universo físico), y el naturalismo (todos los eventos, incluyendo el pensamiento y la acción humana, son el resultado inevitable de, y completamente controlados por, procesos físicos aleatorios).

Aquellos que afirman este punto de vista irracional tienen la tarea imposible de defender una serie de posiciones autodestructivas. Para empezar, si los procesos químicos están “tomando nuestras decisiones por nosotros”, entonces los cristianos no pueden evitar creer en el libre albedrío: los químicos que los componen les hacen pensar que tienen libre albedrío. De la misma manera, los naturalistas no pueden evitar negar el libre albedrío. Ambas visiones están determinadas por procesos químicos aleatorios, no por estándares externos objetivos a los que ambas partes pueden apelar para construir un argumento lógico y razonable.

Si el libre albedrío es el resultado de procesos químicos en nuestros propios cerebros, ni el cristianismo ni el naturalismo pueden ser verdaderos o falsos, válidos o inválidos, ya que ambas visiones opuestas son el resultado de los mismos procesos aleatorios. El naturalista no puede afirmar que él está “en lo correcto” o el cristiano “equivocado” porque, según sus propios principios, esos términos no tienen significado. Por lo tanto, el debate razonado no es posible, y ninguna conclusión lógica alcanzable ya que eso, también, sería el resultado pre-determinado de procesos químicos aleatorios y sin mente.

Un debate así es tan irracional como tener dos televisores uno frente al otro, sintonizados en diferentes canales, y pretender que está teniendo lugar una discusión real entre ellos. Ver a la humanidad a través de esta cosmovisión es como mirar una autopista y solo ver trozos rodantes de acero y plástico y motores que consumen energía, en lugar de máquinas dirigidas por inteligencia. Esta visión no solo está equivocada; en palabras de C. S. Lewis, no se eleva "a la dignidad del error" (ver Sorprendido por la alegría, Capítulo IX, Geoffrey Bles, 1955).

Por supuesto, nuestros cuerpos son exactamente como los describe la ciencia, el ensamble más asombroso de partes vivas y químicos reactivos conocidos por el hombre. La complejidad del cuerpo físico está más allá de cualquier posibilidad de auto-ensamblaje aleatorio. Pero ese cuerpo siempre es dirigido por una sola voluntad, o mente o personalidad, por complejo que pueda ser ese conductor inmaterial.

El físico británico agnóstico Sir Roger Penrose ha producido múltiples trabajos de investigación y varios libros que demuestran que la conciencia humana no puede ser explicada por ninguna ley conocida de la física, un obstáculo en la búsqueda para producir inteligencia artificial (ver https://scientificandmedical.net/roger-penrose-on-consciousness, accedido el 23/5/22). Penrose tiene innumerables colegas en todo el mundo que están más o menos de acuerdo con su punto de vista, y probablemente muchos más que no están de acuerdo. Pero lo que ese desacuerdo demuestra es que la respuesta a la pregunta del libre albedrío está lejos de ser una “ciencia resuelta” (un término que rara vez o nunca debe usarse en ciencia). Entre los científicos del mundo, todavía es una cuestión de conjetura, opinión científica, e investigación en curso.

La Biblia no refuta directamente el error del naturalismo o los miles de otros errores cometidos por el hombre a lo largo de milenios. Más bien, establece principios con evidencia que refuta indirectamente a todos ellos. O un Creador sobrenatural trajo el universo físico a la existencia de la nada que podemos detectar científicamente, o no lo hizo (Génesis 1:1; Hebreos 11:3). O los humanos somos hechos a imagen de ese Creador (Génesis 1:26-27), “asombrosa y maravillosamente” (Salmo 139:14, NBLA), o no lo somos. O todos los seres humanos tenemos un cuerpo físico, temporal que alberga un alma espiritual, eterna (Deuteronomio 6:5; Mateo 10:28; 1 Tesalonicenses 5:23), o no la tenemos. Todo esto se resume en David: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios” (Salmo 53:1).

Para creyentes e incrédulos por igual, Dios proporciona abundante evidencia en las tres áreas de la comprensión humana: ciencia, filosofía, teología. La realidad no física (espiritual) es aceptada no por una fe ciega, sino por una combinación informada de observación, razón y fe.

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