Pregunta
¿Por qué dijo Jesús a los demonios que se callaran/silenciaran sobre quién era Él?
Respuesta
Más que ningún otro escritor de los Evangelios, Marcos destaca un aspecto secreto sobre la identidad de Jesucristo. En el capítulo inicial, Marcos escribe: "Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y expulsó muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque ellos sabían quién era Él" (Marcos 1:34, NBLA). Jesús no solo mandó callar a los demonios, sino que también pidió silencio a las personas que había sanado (Marcos 1:44; 5:43; 7:36; Mateo 12:16) y advirtió a los discípulos que no dijeran a nadie quién era Él (Marcos 8:30; 9:9). Los eruditos bíblicos sugieren que Marcos utilizó el tema del encubrimiento para configurar estratégicamente su Evangelio en una revelación progresiva de la verdadera identidad de Jesucristo.
El primer caso en que Jesús manda callar a los demonios ocurre en Marcos 1:23-26, cuando un hombre poseído por un espíritu maligno empieza a gritar en la sinagoga: "¿Qué tienes que ver con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quien Tú eres: el Santo de Dios. Jesús lo reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él!. Entonces el espíritu inmundo, causándole convulsiones al hombre, gritó a gran voz y salió de él". Las multitudes seguían apretujándose para oír y ver a Jesús ministrar. Marcos afirma más tarde: "Y siempre que los espíritus inmundos veían a Jesús, caían delante de Él y gritaban: Tú eres el Hijo de Dios. Pero Él les advertía con insistencia que no revelaran Su identidad" (Marcos 3:11-12, NBLA).
Existen varias razones posibles para que Jesús impidiera a los espíritus malignos proclamar quién era Él. El padre de la Iglesia del siglo IV , Atanasio, propuso que "Jesús silenció a los demonios porque no quería que la verdad saliera de una boca impura" (Oden, T. C., y Hall, C. A., eds., Mark, InterVarsity Press, 1998, p. 20). Jesús -el Cordero de Dios sin pecado y sin mancha (1 Pedro 1:19)- podía hablar por sí mismo. Revelaría Su identidad a Su tiempo y a Su manera. La misión de Cristo era revelar al Padre. Él, que era "el resplandor de Su gloria y la expresión exacta de Su naturaleza" (Hebreos 1:3, NBLA), no quería que la gente entendiera mal quién era y por qué había venido.
Poco después de que Jesús mandara callar a los demonios, los maestros de la ley acusaron a Jesús de estar poseído por un demonio y de expulsar a los espíritus malignos mediante el poder de Satanás (Marcos 3:22-30). Esta ocasión fue una de las raras veces en las Escrituras en que Jesús se defendió, preguntando a los escribas: "¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás?—preguntó—. Un reino dividido por una guerra civil acabará destruido. De la misma manera una familia dividida por peleas se desintegrará. Si Satanás está dividido y pelea contra sí mismo, ¿cómo podrá mantenerse en pie? Nunca sobreviviría" (Marcos 3:23-26, NTV).
Jesús explicó en Marcos 3:27 que hace falta alguien más poderoso que Satanás para expulsar a Satanás. Al expulsar a los demonios y silenciarlos, Cristo demostró que Él era el más poderoso, con toda autoridad y dominio sobre los demonios y los espíritus. Éstos deben obedecerle. Cuando ordena a un espíritu maligno que abandone a alguien, debe irse. Cuando ordena a los demonios que se callen sobre Su identidad, deben callarse. Como Creador de todas las cosas, Jesús supera a toda criatura "en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de Él y para Él" (Colosenses 1:16, NBLA). Todas las cosas, incluidos los seres espirituales, han sido creadas por Jesús para Sus fines y gloria. Por tanto, deben someterse a Él.
El encubrimiento de la identidad de Cristo también tuvo mucho que ver con la preocupación por el momento oportuno. A medida que las noticias sobre Él se extendían y las multitudes crecían, a Jesús le resultaba más difícil atender a las personas (Marcos 1:44-45; 7:36; Mateo 9:30-31). También estaba el asunto de Sus enemigos. Jesús mandó callar a los demonios porque sabía que la revelación final de quién era Él como Hijo de Dios le llevaría a la muerte (Marcos 2:20; 8:31).
Otro motivo para ocultar Su identidad puede haber sido, en parte, evitar un levantamiento político violento al principio de Su ministerio. Los judíos del siglo I creían que su Mesías sería un poderoso líder militar, además de un gobernante religioso. El poder y la autoridad de Cristo sobre los demonios demostraban que el gobierno del reino de Dios había llegado en Jesucristo. Sin embargo, en Su primer advenimiento, Jesús no había venido a la tierra como un rey triunfante, sino como un siervo sufriente.
Cristo establecería Su ministerio y autoridad en Sus propios términos y según el plan de Dios. No necesitaba el testimonio de los demonios. Declararía con Su propia boca y demostraría con Sus propias acciones la clase de Mesías que era. Nuestro Salvador revelaría la naturaleza exacta de Su identidad en el momento oportuno, a medida que día tras día viviera entre la gente, predicando, enseñando, sirviendo y, finalmente, entregando Su vida en la cruz.
Jesús mandó callar a los demonios y no permitió que los espíritus malignos hablaran de Su identidad como Hijo de Dios, porque no permitiría que los propósitos de Dios se vieran frustrados o distorsionados por los demonios. Jesús vino a hacer la voluntad del Padre (Mateo 26:39; Juan 4:34; 6:38; 14:31; Hebreos 10:9). Fue totalmente obediente a esa misión, que exigía una revelación deliberada y en constante expansión de Su identidad divina. Cuando Cristo acalló los gritos inoportunos y las confesiones confusas del demonio, se ajustaba al plan perfecto de Su Padre.
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¿Por qué dijo Jesús a los demonios que se callaran/silenciaran sobre quién era Él?
