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Pregunta

¿Cuál es la definición bíblica de sumisión?

Respuesta


La sumisión es ceder a la voluntad o la autoridad de otra persona. Someterte es rendirte a la elección o al control de otra persona. La Biblia revela la voluntad de Dios en cuanto a quién, cuándo y, por qué debemos someternos.

La palabra del Nuevo Testamento traducida como "someterse" proviene de la palabra griega hupotassó, que se compone de hupo ("bajo") y tasso ("organizar"). Se utilizaba a menudo en contextos militares, para denotar cómo se organizaban las tropas bajo un líder, una condición esencial para la victoria militar. En términos más generales, se habla de sumisión siempre que los participantes se organizan en una jerarquía para servir a un propósito, alcanzar una meta o cumplir una visión. La implicación es que el éxito no se puede lograr sin una organización de este tipo. La sumisión, entonces, aumenta la eficiencia y el poder a través de la cooperación: se produce un todo mayor que la suma de sus partes. Pero, como ocurre con todas las cosas, una actitud sumisa está sujeta a abusos, y los resultados han incluido desgracias humanas como la esclavitud, gobiernos corruptos, maridos abusivos, etc.

La clave para entender la sumisión bíblica son otras dos palabras: autoridad y función. Para los cristianos, la sumisión bíblica comienza con la organización de la vida según la voluntad y la dirección de Dios. Nos rendimos a las decisiones de Dios y nos sometemos a Su voluntad. La sumisión a Dios es una respuesta justa y racional cuando reconocemos, con humilde gratitud, Su autoridad suprema (Hebreos 6:13), Su bondad (Mateo 19:17) y Su amor (1 Juan 3:1). Dios nos creó a Su imagen (Génesis 1:26-27), y eso por sí solo establece Su autoridad sobre nosotros. Nos sometemos a Dios voluntariamente, con la fe de que Él sabe lo que es mejor para nosotros (Isaías 48:17). Nos sometemos con gratitud, sabiendo que Él nos ha rescatado del infierno y ha perdonado nuestros pecados (Juan 3:16-17; Romanos 6:23). Nos sometemos con confianza, sabiendo que Él ha planeado una misión única para cada uno de nosotros desde antes del principio de los tiempos (Salmo 139:16; Efesios 1:4; 2 Timoteo 1:9).

Puede ser útil pensar en la sumisión bíblica en términos de una división de cuatro niveles. Comenzando por el nivel más bajo y avanzando hacia el más alto, el tipo de sumisión pasa de ser temporal y terrenal a ser más eterna y celestial.

Nivel uno. El nivel más bajo y terrenal de sumisión es involuntario. La sumisión forzada de los esclavos a sus amos, de los pueblos oprimidos a los tiranos y, de las naciones derrotadas a los conquistadores son ejemplos de sumisión involuntaria.

Nivel dos. Este tipo de sumisión abarca aquellos roles que son temporales y voluntarios. Con el tiempo, los roles cambiarán. Los hijos se someten a la autoridad de sus padres, pero los hijos crecerán y se convertirán en adultos independientes. Los alumnos se someten a los profesores, los atletas a los entrenadores, los soldados a los oficiales al mando y los empleados a los jefes. Sin embargo, con el tiempo, un alumno puede convertirse en profesor, un empleado puede convertirse en jefe, etc.

Nivel tres. Este tipo de sumisión es más específicamente bíblico. Es voluntario y potencialmente de por vida, pero no eterno. Esto incluye a los ministros que trabajan dentro de la jerarquía de la iglesia, a los creyentes con los dones espirituales de servir o ayudar (Romanos 12:6-8; 1 Corintios 12) y, los ciudadanos bajo un gobierno (Romanos 13:1). Este nivel también incluye la dinámica del matrimonio, ya que las esposas se someten voluntariamente a la autoridad ordenada por Dios de sus maridos para honrar y glorificar a Dios (Efesios 5:22-24; Colosenses 3:18) o para ganarse a los maridos incrédulos (1 Pedro 3:1).

Nivel cuatro. El nivel más alto de sumisión es voluntario y además eterno: la sumisión a Dios. Se encuentra en el clamor del salmista: "Me deleito en hacer Tu voluntad, Dios mío" (Salmo 40:8a, NBLA). La cima más gloriosa que un cristiano puede alcanzar en esta vida es vivir su sumisión a Dios sirviendo a otras personas con amor, sin hacer "nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo" (Filipenses 2:3). Este tipo de sumisión afecta a todas las demás relaciones, ya que estamos trabajando "como si fuera para el Señor y no para la gente" (Colosenses 3:23, NTV).

Jesús mostró los cuatro niveles de sumisión en Su propia vida. Era Dios encarnado, el Creador todopoderoso del universo (Juan 1:1-2). Sin embargo, vivió en el nivel más bajo de sumisión bajo la autoridad de los opresores romanos (Marcos 12:17). Fue obediente a Sus padres terrenales (Lucas 2:51). Reconoció la autoridad de Juan el Bautista para bautizarlo con el fin de "cumplir toda justicia" (Mateo 3:15). Se humilló a sí mismo al lavar los pies de Sus discípulos (Juan 13:15-16). Y en el nivel más alto de sumisión, Jesús mostró su compromiso de "hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo Su obra" (Juan 4:34; cf. Lucas 22:42 y Juan 17:4).

Todos estamos llamados a algún tipo de sumisión. Se nos dice: "Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús,

el cual, aunque existía en forma de Dios,

no consideró el ser igual a Dios

como algo a qué aferrarse,

sino que se despojó a Sí mismo

tomando forma de siervo,

haciéndose semejante a los hombres.

Y hallándose en forma de hombre,

se humilló Él mismo,

haciéndose obediente hasta la muerte,

y muerte de cruz" (Filipenses 2:5-8, NBLA).

La sumisión bíblica consiste en cumplir con humildad y gratitud los roles que Dios nos ha asignado dentro de una jerarquía de autoridad, como parte del maravilloso privilegio de glorificar a Dios en el mundo.

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