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Pregunta

¿De qué manera el conocimiento del bien y del mal hizo al hombre semejante a Dios (Génesis 3:22)?

Respuesta


Génesis 3:22 dice: "Ahora el hombre ha venido a ser como uno de Nosotros, conociendo ellos el bien y el mal. Cuidado ahora, no vaya a extender su mano y tome también del árbol de la vida, y coma y viva para siempre" (NBLA). En este versículo está hablando Dios. Surge entonces la pregunta: ¿de qué manera, exactamente, el conocimiento del bien y del mal hizo al ser humano semejante a Dios?

Adán y Eva ya sabían, a nivel intelectual, la diferencia entre el bien y el mal debido al mandato de Dios de no comer del fruto de ese árbol. Sabían que era correcto comer de los demás árboles y que era incorrecto comer del árbol prohibido. Sin embargo, cuando eligieron desobedecer, conocieron el mal de forma experimental, ya que ellos mismos pecaron contra Dios. En ese momento comprendieron plenamente tanto lo correcto como lo incorrecto. Dios, que lo sabe todo, ya entendía la naturaleza del mal. Cuando Adán y Eva perdieron su inocencia, también ellos entendieron la naturaleza del mal por su presencia real dentro de sí. Se volvieron "como Dios" en el sentido de que ahora sabían lo que realmente era el mal.

El engaño de la serpiente en el Edén contenía un grano de verdad. Satanás le dijo a Eva: "Dios sabe que el día que de él coman, se les abrirán los ojos y ustedes serán como Dios, conociendo el bien y el mal" (Génesis 3:5, NBLA). Lo que la serpiente no mencionó fue que conocer el mal dañaría la relación entre Adán, Eva y Dios. Las medias verdades pueden ser tan engañosas como las mentiras completas.

Para los seres humanos era suficiente entender y experimentar el bien, y Dios ya les había dado mucho bien (Génesis 1:31). Pero Adán y Eva querían más conocimiento y más experiencia, para su propia desgracia. La entrada del pecado al mundo fue una maldición que trajo consigo la pérdida de comunión con Dios y otros juicios sobre Adán y Eva. Estos juicios han afectado a toda la humanidad (Génesis 3:16–19). Solo al final, cuando Dios cree cielos nuevos y tierra nueva, esta maldición será eliminada. Apocalipsis 21:3–4 promete: "El tabernáculo de Dios está entre los hombres, y Él habitará entre ellos y ellos serán Su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos. Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado" (NBLA). Apocalipsis 22:3 añade: "Ya no habrá más maldición".

El conocimiento del bien y del mal no fue algo positivo para Adán y Eva; más bien, marcó la entrada del pecado en la humanidad. Ahora todos pecamos y estamos destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23), y vivimos bajo la doble maldición del pecado y la muerte (Romanos 6:23). "¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte? Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro" (Romanos 7:24–25, NBLA; cf. Juan 3:16; Efesios 2:8–9).

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