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Pregunta

¿Qué efectos tienen en la vida cristiana condiciones como el autismo, el trastorno del apego, el TDAH, etc.

Respuesta


El trastorno del espectro autista (TEA) es un trastorno del neurodesarrollo. Como trastorno del espectro, la experiencia y la gravedad de los síntomas de quienes lo padecen varían. Los principales síntomas asociados con el TEA son deficiencias en la comunicación y la interacción social, así como comportamientos e intereses restrictivos o repetitivos. Los afectados suelen tener problemas sensoriales, trastornos gastrointestinales, trastornos del sueño y problemas de salud mental como la ansiedad. Las dificultades asociadas al autismo pueden afectar a la vida cristiana.

En primer lugar, aclaremos que no es pecado tener TEA. Sobre la causa del autismo se han propuesto varias teorías, incluyendo un vínculo genético, aunque no existe una causa específica y consensuada. Si consideramos el autismo como una "enfermedad", entonces diríamos que en general es el resultado de la caída de la humanidad. Es decir, cuando Adán y Eva pecaron, la muerte y sus efectos entraron en el mundo. Esto significa que el cuerpo humano está sujeto a enfermedades y dolencias. El resfriado común es resultado de la caída, pero no es pecado tener un resfriado. Las personas experimentan anomalías físicas y psicológicas, muchas de las cuales hacen que la vida sea más difícil. Pero, una vez más, no es pecado tener un trastorno del desarrollo o una discapacidad.

De hecho, si simplemente pensamos que el autismo pertenece a la categoría de "neuroatípico" en contraposición a "neurotípico", podríamos incluso ver los posibles beneficios que puede tener. Por ejemplo, el enfoque restrictivo de las personas con TEA podría dirigirse a desarrollar remedios útiles para problemas globales como la pobreza y el hambre. O el hecho de que las personas con autismo tiendan a pensar de forma diferente a los "neurotípicos" podría llevarlos a encontrar soluciones creativas a problemas difíciles o a ideas totalmente nuevas que beneficien a todos los afectados.

Dicho esto, existen, por supuesto, innumerables desafíos asociados al autismo. Al tratarse de un trastorno del espectro autista, las dificultades específicas varían de una persona a otra. Por ejemplo, muchas personas con autismo son incapaces de vivir solas, pero esto no es cierto para todas las personas con TEA. Algunos de los desafíos relacionados con el autismo pueden hacer que ciertas cosas de la vida cristiana parezcan más difíciles. Por ejemplo, Jesús dijo a Sus discípulos: "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros" (Juan 13:34-35; cf. Juan 15:12, 17; 1 Juan 4:7). El Nuevo Testamento contiene numerosas instrucciones sobre cómo amarnos los unos a los otros. Debemos sobrellevar las cargas unos de otros (Gálatas 6:2), decir la verdad con amor (Efesios 4:15, 25), ser amables unos con otros (Efesios 4:32), perdonarnos unos a otros (Efesios 4:32), reunirnos regularmente (Hebreos 10:25) y estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras (Hebreos 10:25). El mandamiento del amor no se limita únicamente a amar a otros creyentes en Jesús. También estamos llamados a amar a todas las personas, incluidos nuestros enemigos (Mateo 5:43-48), a hacer el bien a todos (Gálatas 6:10; cf. Mateo 5:16), a cuidar de los marginados de la sociedad (Santiago 1:27) y a someternos a nuestras autoridades (Romanos 13:1-7). Puesto que las personas con TEA suelen tener dificultades para relacionarse socialmente, algunos se preguntan si son capaces de cumplir estos mandamientos.

No hay ninguna razón por la que una persona que lucha con la interacción social no pueda demostrar amor. Para cada creyente en Cristo, amar a los demás con el amor de Dios es, en última instancia, un acto del Espíritu Santo (1 Juan 4:8-12; Filipenses 2:12-13). El amor piadoso es amor ágape, una actitud hacia los demás que obra a favor de ellos, incluso cuando implica un sacrificio personal, como se demostró claramente en Jesús (Romanos 5:8). Los que han puesto su fe en Jesús pueden amar a los demás como Jesús los amó porque han recibido el amor de Jesús y porque el Espíritu Santo vive dentro de ellos. Estas son realidades para todos los creyentes sin importar cualquier anormalidad cerebral u otras enfermedades.

Los cristianos también están llamados a despojarse del pecado (Efesios 4:17-32; Colosenses 3:1-17). La lucha contra los deseos de nuestra carne pecaminosa es una realidad para todos los creyentes. Una vez más, la victoria sobre el pecado es posible gracias al Espíritu Santo. Pablo dijo a los filipenses: "ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Filipenses 2:12-13). Estamos llamados a someternos a la obra del Espíritu y a "hacer morir" voluntariamente (Colosenses 3:5) lo que forma parte de nuestra naturaleza pecaminosa. Hebreos 12:1-2 nos dice: "Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios". Aunque las personas con autismo pueden tener más dificultades para abandonar ciertos pensamientos o patrones de conducta, no hay razón para que no puedan experimentar la victoria sobre el pecado.

Por supuesto, parte de la vida cristiana es nuestra relación personal con Dios. Para cada creyente, ésta es una relación que crece con el paso del tiempo. Así como nuestras relaciones con los demás son diferentes en las distintas épocas de nuestras vidas, también lo es nuestra relación con Dios. Y así como nuestra relación con los demás es única, también lo es nuestra relación con Dios. Por ejemplo, una persona puede sentirse especialmente cerca de Dios en la naturaleza, mientras que otra se siente profundamente impactada por el culto tradicional. Que una persona con autismo tenga dificultades para relacionarse con otras personas no significa necesariamente que tenga dificultades para relacionarse con Dios. Además, la relación precisa que cada creyente tiene con Dios es diferente. Como Creador, Dios tiene la capacidad de relacionarse con todos los seres humanos. Cada uno de nosotros puede conocer a Dios a través de Su creación, Su Palabra y Su Espíritu (Romanos 1:18-20; Hebreos 1:2-3; 2 Timoteo 3:16-17; 1 Corintios 2:10-16). Las personas con TEA pueden conocer a Dios mirando a Jesús, estudiando las Escrituras, comunicándose con Él a través de la oración, obedeciéndole y formando parte de una iglesia local. Sus luchas no les impiden vivir una vida cristiana plena que honre y glorifique al Señor (Juan 10:10; 1 Corintios 10:31).

Hebreos 10:23-25 anima a todos los creyentes: "Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca". El cuerpo de Cristo está formado por una variedad de personalidades, personas con distintos niveles de madurez cristiana y personas con distintas luchas. Independientemente de nuestra lucha personal, estamos llamados a amarnos unos a otros y a edificarnos mutuamente (Efesios 4:29). Hay un lugar en el cuerpo de Cristo para cada tipo de persona que ha puesto su fe en Jesús (1 Corintios 12:7-27; Gálatas 3:28).

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