Pregunta
¿Cuáles son las armas de la justicia en 2 Corintios 6:7?
Respuesta
Cuando Pablo enumeraba algunas de las pruebas a las que se enfrentó en el ministerio, escribió: "Pues en todo nos recomendamos a nosotros mismos como ministros de Dios, en mucha perseverancia, en aflicciones, en privaciones, en angustias; . . . en la palabra de verdad, en el poder de Dios; por armas de justicia para la derecha y para la izquierda" (2 Corintios 6:4, 7, NBLA). En la batalla espiritual, es bueno tener armas de justicia.
Todas las personas nacen en una guerra mundial del bien contra el mal. El plan de batalla del bando bueno, la Palabra de Dios, revela que, aunque esta guerra se libra en muchos escenarios, nuestra lucha en última instancia "no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes" (Efesios 6:12, NBLA). Las armas físicas normales no sirven de nada en una batalla así. Necesitamos armas de justicia.
Los cristianos, por la gracia de Dios, tienen el privilegio de luchar en el bando vencedor (Apocalipsis 20:7-14). Como sabemos, "el Señor no libra ni con espada ni con lanza; porque la batalla es del Señor" (1 Samuel 17:47, NBLA). Dios nos entrena y nos equipa para cumplir las misiones que nos asigna en esa batalla (Salmo 144:1; Efesios 6:10). Pablo se refiere a los instrumentos con los que Dios nos equipa como "armas de justicia".
¿De qué manera están vinculadas las armas a la "justicia"? Dios dijo a los israelitas que su poder para derrotar a las naciones malvadas de Canaán no se debía a su propia justicia (Deuteronomio 9:4-6), y de modo similar a nosotros, los cristianos, nuestras armas espirituales se deben enteramente a la justicia de Cristo, no a la nuestra (Filipenses 3:9). "Al que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él" (2 Corintios 5:21, NBLA). Entrar en una batalla sin la justicia de Dios asegura la derrota (ver Números 14:42).
No existe un bando "neutral" en la guerra espiritual. Todas las personas deben elegir unirse a uno u otro bando, pues "Ningún siervo puede servir a dos señores" (Lucas 16:13, NBLA). Jesús dijo a Sus discípulos: "el que no está contra ustedes, está con ustedes" (Lucas 9:50, NBLA), pero también declaró: "El que no está a Mi lado, contra Mí está; y el que a Mi lado no recoge, desparrama" (Lucas 11:23, NBLA). Esas declaraciones no dejan término medio: o estás de un lado o del otro. Por eso Pablo ordena: "No estén unidos en yugo desigual con los incrédulos, pues ¿qué asociación tienen la justicia y la iniquidad? ¿O qué comunión la luz con las tinieblas? ¿O qué armonía tiene Cristo con Belial? ¿O qué tiene en común un creyente con un incrédulo? ¿O qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos? Porque nosotros somos el templo del Dios vivo" (2 Corintios 6:14-16, NBLA).
Segunda de Corintios 6:3-10 proporciona el contexto de la referencia de Pablo a las armas de justicia. Aquí Pablo describe la dura vida de un guerrero devoto de Cristo. Las dificultades a las que se enfrenta son de todo tipo -espirituales, emocionales y físicas- y son continuas. Por eso debe llevar siempre sus "armas de justicia" en ambas manos: la derecha y la izquierda están igualmente ocupadas.
Dios nos ha equipado para las batallas a las que nos enfrentamos. "Pues aunque andamos en la carne, no luchamos según la carne. Porque las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas; destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo" (2 Corintios 10:3-5, NBLA).
Cualquier don de Dios que tenga poder para destruir el mal se puede describir como un "arma de justicia". He aquí algunas cosas que pueden calificarse de arma de justicia:
La Biblia. Todas las palabras de Dios son verdaderas y justas (Salmo 119:160, 172) y útiles para "instruir en la justicia" (2 Timoteo 3:16). Eso hace que la Biblia sea un arma eficaz para los cristianos. "Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón" (Hebreos 4:12, NBLA). Jesús utilizó la Palabra de Dios para vencer las tentaciones de Satanás (Mateo 4:1-11). La palabra del Señor es representada como una espada que sale de Su boca, con poder para derribar a las naciones (Apocalipsis 19:15, 21). La Palabra de Dios es una de las "armas de justicia" contra las fuerzas del infierno.
La fe. El Antiguo Testamento habla de héroes "quienes por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia, obtuvieron promesas, cerraron bocas de leones, apagaron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada. Siendo débiles, fueron hechos fuertes, se hicieron poderosos en la guerra, pusieron en fuga a ejércitos extranjeros" (Hebreos 11:33-34, NBLA). Esto no debería sorprendernos, ya que Jesús reveló que incluso una pequeña cantidad de fe tiene suficiente poder para mover montañas (Mateo 17:20). "Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo. Y esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe" (1 Juan 5:4, NBLA).
La oración. "La oración eficaz del justo puede lograr mucho" (Santiago 5:16, NBLA). La Escritura está llena de ejemplos del poder de la oración. Resumiendo la época de los jueces, Nehemías 9:27 (NBLA) dice: "Pero en el tiempo de su angustia clamaron a Ti, y Tú escuchaste desde el cielo, y conforme a Tu gran compasión les diste libertadores que los libraron de mano de sus opresores". Por la oración, comenzó y terminó la sequía en tiempos de Elías (Santiago 5:17-18). Por la oración, los enemigos de Eliseo quedaron ciegos (2 Reyes 6:18). Por la oración, Sansón consiguió la victoria sobre los filisteos (Jueces 16:28-30).
La bondad. La bondad es otra arma de la justicia. Se nos ordena: "vence el mal con el bien" (Romanos 12:21, NBLA). A veces parece que el mal es más poderoso, o al menos más prevalente, pero solo es temporal. Un creyente, tomando partido por el bien, puede hacer retroceder mucho mal. Es importante que "añadan a su fe, virtud [bondad]", que nos capacita para vencer el mal del mundo y el mal dentro de nuestra propia naturaleza pecaminosa (2 Pedro 1:4-5, NBLA).
El amor. Todas nuestras demás armas de justicia carecen de valor sin ésta, el mayor mandamiento (Marcos 12:30-31); es incluso mayor que la fe (1 Corintios 13:1-3). Es un fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22). "Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio" (2 Timoteo 1:7, NBLA). El amor capacita a los cristianos uniéndonos, dándonos comprensión, ánimo y gozo (Colosenses 2:2-3; Filemón 1:4-7). Debemos confiar en el amor de Dios, que nos protegerá del mal (Salmos17:7; 52:8; 61:7) con la misma seguridad con que nos limpió del pecado y derrotó los planes de Satanás contra nosotros (Salmos 103:10-12; Juan 3:16; Apocalipsis 12:10).
Además de las armas de la justicia, a los cristianos se nos da la "armadura completa de Dios" que nos capacita a nosotros, meros humanos, para enfrentarnos al mismísimo Satanás y a todas las fuerzas del infierno (Efesios 6:10-17). Nuestro equipo protector incluye la coraza de justicia, el yelmo de la salvación y el escudo de la fe, además de un arma ofensiva, nuestra espada, la Palabra de Dios (versículo 17). Nosotros, la Iglesia, debemos estar a la ofensiva, el ejército de Dios contra el que no pueden prevalecer las puertas del infierno (Mateo 16:18).
La guerra está marcada por la muerte. Nuestro Salvador venció a la muerte, y luego nos dio ese mismo poder sobre la muerte y todas las demás amenazas. Por eso, nosotros "somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó. Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 8,37-39, NBLA).
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