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Pregunta

¿Qué quiso decir Jesús cuando habló de agua viva?

Respuesta


Jesús utiliza la expresión agua viva en dos ocasiones en la Biblia. La primera es en Juan 4. Jesús y Sus discípulos habían viajado a Samaria. Jesús estaba cansado y se sentó junto a un pozo mientras Sus discípulos iban a un pueblo cercano a comprar comida. Una mujer samaritana se acercó a sacar agua, y Jesús le pidió de beber (versículo 7). La samaritana se escandalizó mucho, porque Jesús era judío, y los judíos y los samaritanos tenían una larga historia de enemistad mutua. Naturalmente, le preguntó por qué hablaba con ella, ya que era judío.

Jesús hizo caso omiso de la pregunta y fue directo al grano: "Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a Él, y Él te hubiera dado agua viva" (Juan 4:10, NBLA). Observa que no dice que Él sea el agua viva, sino que le daría agua viva. Sería Su regalo para ella, y cuando la recibiera, nunca más volvería a tener sed. Por supuesto, Jesús estaba hablando de una verdad espiritual, mientras que los pensamientos de la mujer estaban fijos en el agua física, del tipo que solo podía conseguirse con un balde en un pozo. Pero, a medida que avanzaba la conversación, la mujer empezó a comprender lo que Jesús le decía sobre el agua viva.

El otro pasaje de la Escritura en el que Jesús habla del "agua viva" está en Juan 7. En ese contexto, Jesús se encuentra en el templo con motivo de la Fiesta de las Cabañas (o Fiesta de los Tabernáculos). Una característica de esa fiesta era el derramamiento de agua en la base del altar durante siete días. Al octavo día, se suspendió el ritual: no se derramó agua. Fue entonces cuando Jesús hizo una oferta muy pública y escandalosa: El último día, el punto culminante de la fiesta, Jesús se puso en pie y gritó a la multitud: "¡Todo el que tenga sed puede venir a mí! ¡Todo el que crea en mí puede venir y beber! Pues las Escrituras declaran: "De su corazón, brotarán ríos de agua viva"". (Con la expresión "agua viva", se refería al Espíritu, el cual se le daría a todo el que creyera en él; pero el Espíritu aún no había sido dado, porque Jesús todavía no había entrado en su gloria). (Juan 7:37-39, NTV).

La nota de Juan de que Jesús "se refería al Espíritu" (Juan 7:39) es clave para comprender el significado del "agua viva".

El agua viva es el Espíritu Santo. Jesús extendió la oferta a todo el mundo ("cualquiera" en Juan 7:37 y "cualquiera" en el versículo 38). El requisito para la salvación era la fe en Cristo (versículos 38 y 39). El resultado de la salvación sería el don del Espíritu Santo (versículo 39), comparado a "ríos de agua viva" (versículo 38). Jesús repite la promesa del Espíritu a Sus discípulos en Juan 16:7-15. El Espíritu siempre interviene en la salvación (Juan 3:5-8), pero el momento de la morada permanente del Espíritu tendría que esperar hasta "más tarde", cuando Jesús hubiera ascendido de nuevo a la gloria (Juan 7:39).

La imagen del Espíritu como "agua viva" nos lleva a las siguientes conclusiones:

- El Espíritu da vida. Al igual que el agua refresca y revitaliza a una persona sedienta, el Espíritu da vida al creyente, permitiendo que Dios produzca fruto en su vida. Igual que, en tiempos de Moisés, el agua del desierto mantenía con vida a los israelitas, así el Espíritu vivifica a los seguidores de Cristo (y, según 1 Corintios 10:4, la roca que proporcionaba el agua era una imagen de Cristo).

- El Espíritu es activo. Es agua viva, en contraposición al agua estancada o quieta. Es un pozo artesiano, "una fuente de agua que brota para vida eterna", en Juan 4:14. Es un río de agua que fluye en Juan 7:38.

- Los creyentes son canales para la obra del Espíritu. En el pozo de Samaria, Jesús dijo que el agua estaría "en ellos" para brotar y desbordarse (Juan 4:14). Durante la Fiesta de las Cabañas, Jesús dijo que "De lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva" (Juan 7:38, NBLA). El Espíritu da dones, y el creyente "recibirá bendiciones espirituales, o comunicaciones de la gracia divina, en tan gran abundancia, que no solo se refrescará y consolará a sí mismo, sino que será instrumento para refrescar y consolar a otros" (Benson, J., Benson Commentary on the Old and New Testaments, 1857). Esto es exactamente lo que vemos en Juan 4, cuando la mujer samaritana, "dejó su cántaro, fue a la ciudad" y habló a todos de Jesús el Mesías (versículo 28).

Hace mucho tiempo, Dios dijo a Su pueblo, Israel, que no temiera, dándole esta promesa

"Porque derramaré agua sobre la tierra sedienta,

y torrentes sobre la tierra seca.

Derramaré Mi Espíritu sobre tu posteridad,

y Mi bendición sobre tus descendientes"

(Isaías 44:3, NBLA).

El Espíritu, al que el Padre compara con el agua, se derramó realmente sobre todos los que pusieron su fe en el Hijo. Es solo una de las muchas promesas de Dios que son "sí" y "amén" en Cristo (2 Corintios 1:20).

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