Pregunta
¿Qué dice la Biblia sobre los acuerdos prenupciales?
Respuesta
La Biblia no menciona los acuerdos prenupciales, pero sí nos enseña cómo debemos ver el matrimonio, y a partir de allí podemos entender cómo mirar este tipo de pactos. Dios diseñó el matrimonio para que sea permanente, durando mientras ambos esposos vivan. Cuando dos cristianos entran en un matrimonio, debe ser con la convicción de que el divorcio no es una opción. Tener un acuerdo prenupcial implica aceptar la posibilidad de un divorcio. Cuando Dios formó a Eva de la costilla de Adán, estaba mostrando el propósito de la relación matrimonial. La mujer es ayuda idónea para el hombre, tomada de bajo su brazo protector y formada de la misma carne. "Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne" (Génesis 2:24, NBLA). Ser "una sola carne" significa que el esposo y la esposa no deberían siquiera contemplar la separación. El único motivo por el cual la Ley permitió el divorcio fue por la dureza del corazón humano (Mateo 19:8). Dios no cambia y declara que odia el divorcio (Malaquías 2:16).
El amor descrito en 1 Corintios 13 debería dejar sin necesidad los acuerdos prenupciales. El amor bíblico es una decisión consciente de hacer lo mejor para la otra persona, así como Dios siempre hace lo mejor por nosotros: "El amor es paciente, es bondadoso. El amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante. No se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido. El amor no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta" (1 Corintios 13:4–7, NBLA). Como cristianos, debemos caracterizarnos por este tipo de amor, especialmente dentro del matrimonio cristiano. Si el amor "todo lo soporta", entonces no hay necesidad de un pacto que contemple la ruptura.
En Efesios 5, encontramos un modelo claro de los roles en el matrimonio. Los esposos están llamados a amar a sus esposas como Cristo amó a la iglesia (v. 25), un amor que no rehúye el sacrificio. Las esposas, por su parte, deben honrar y someterse al liderazgo de sus esposos (v. 22). Así como Cristo nunca dejará a Su iglesia, un esposo no debería dejar a su esposa. Los esposos deben amar a sus esposas como a sí mismos (v. 28), y las esposas deben respetar a sus esposos (v. 33). El modelo bíblico enseña la permanencia de la unión y la necesidad de la entrega mutua, mientras que los acuerdos prenupciales, por su misma naturaleza, ponen en duda esa permanencia y promueven el interés propio.
No existe razón para que dos cristianos, comprometidos con Dios y entre sí, necesiten un acuerdo prenupcial. Es cierto que tanto el esposo como la esposa pecarán, pero "el amor cubre multitud de pecados" (1 Pedro 4:8). Dios nos llama a perdonarnos mutuamente, así como Él nos ha perdonado. Un acuerdo prenupcial, en cambio, es un plan para no perdonar. Si los dos realmente se convierten en "uno", ¿no debería borrarse o al menos difuminarse—la línea entre "tuyo" y "mío"?
Hoy en día, muchas personas consideran que los acuerdos prenupciales son necesarios y que quien no firma uno es ingenuo. Pero los caminos de Dios contradicen los del mundo (Lucas 16:15; Romanos 12:2). Nada en la Biblia respalda la idea de que una pareja cristiana deba elaborar un documento que diga: "si nos divorciamos, no podrás quedarte con mis bienes".
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¿Qué dice la Biblia sobre los acuerdos prenupciales?
