Pregunta
¿Qué significa vivir en paz con todos (Romanos 12:18)?
Respuesta
El tema dominante de Romanos 12 es el amor sacrificial: cómo lo expresan los creyentes y cómo lo demostramos con nuestra forma de vivir. El apóstol Pablo sostiene que un verdadero cristiano se esfuerza por amar a los demás de manera sacrificial y auténtica, incluidos sus enemigos, pero especialmente a los miembros del cuerpo de Cristo, la iglesia. Concluye el pasaje con unas breves palabras de ánimo, enumerando varias exhortaciones prácticas para demostrar amor a todas las personas en todas las circunstancias (ver Romanos 12:9-21). En este contexto, Pablo afirma: "Si es posible, en cuanto de ustedes dependa, estén en paz con todos los hombres" (Romanos 12:18, NBLA).
Sabemos por las Bienaventuranzas que "Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios" (Mateo 5:9). El pueblo del Reino está llamado a ser pacificador, porque "sembrarán semillas de paz y recogerán una cosecha de justicia" (Santiago 3:18, NTV).
Demostramos amor cristiano genuino haciendo todo lo que está en nuestro poder para vivir en paz con todos. Esto es mucho pedir, especialmente si hemos sido maltratados, pero es precisamente lo que Pablo tiene en mente, pues dice: "Nunca paguen a nadie mal por mal" (Romanos 12:17) y "nunca tomen venganza" (versículo 19). Como dice el viejo refrán: "Se necesitan dos para discutir". Si no respondemos ni devolvemos "mal por mal, sino que [procuramos] siempre lo bueno los unos para con los otros, y para con todos" (1 Tesalonicenses 5:15), entonces la pelea termina con nosotros. En un estímulo paralelo, Pedro enseña: "no devolviendo mal por mal, o insulto por insulto, sino más bien bendiciendo, porque fueron llamados con el propósito de heredar bendición" (1 Pedro 3:9).
Recordando el mandamiento de Jesús de "amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen" (Mateo 5:44), Pablo exhorta: "Bendigan a los que los persiguen. Bendigan, y no maldigan" (Romanos 12:14). La mejor manera de tratar a un enemigo es tratarlo con bondad y amabilidad, con la esperanza de ganarlo para Cristo (ver Proverbios 25:21-22). Debemos dejar la obra de la venganza y el castigo del pecado a Dios (Deuteronomio 32:35, 41; Eclesiastés 12:14). Los creyentes están llamados a una vida "pacífica y tranquila" para no obstaculizar ni dañar la obra del evangelio (1 Timoteo 2:1-4).
La división entre los creyentes daña el cuerpo de Cristo y el ministerio del evangelio (Gálatas 5:15). Cuando los discípulos discutían sobre quién sería considerado el mayor entre ellos (ver Marcos 9:34, Lucas 9:46 y Lucas 22:24), Jesús les dijo: "estén en paz los unos con los otros" (Marcos 9:50). Pablo exhorta a los creyentes de Corinto: "regocíjense, sean perfectos, confórtense, sean de un mismo sentir, vivan en paz, y el Dios de amor y paz estará con ustedes" (2 Corintios 13:11).
En Romanos 14:19, Pablo anima: "Así que procuremos lo que contribuye a la paz y a la edificación mutua" (ver también 1 Tesalonicenses 5:13). El autor de Hebreos afirma: "Busquen la paz con todos» (Hebreos 12:14). El salmista repite: "Apártate del mal y haz el bien, busca la paz y síguela" (Salmo 34:14).
¿Cómo podemos vivir en paz con todas las personas? El primer paso es experimentar la paz con Dios a través de una relación con Jesucristo (Romanos 5:1; Juan 16:33). La presencia y la paz de Dios en nuestras vidas son fundamentales (Filipenses 4:9; 1 Tesalonicenses 5:23; Hebreos 13:20-21; Romanos 14:17). Solo con la paz de Cristo, reinando en nuestros corazones podemos vivir en paz con otras personas (Colosenses 3:15). Y dado que la paz es un fruto del Espíritu (Gálatas 5:22; Romanos 8:6), debemos depender de la obra del Espíritu Santo en nuestros corazones para llegar a ser pacificadores eficaces en este mundo.
Un excelente motivo para vivir en paz con otros creyentes es nuestra comunión en Cristo como un solo cuerpo interconectado, que "hace que haya armonía entre los miembros a fin de que los miembros se preocupen los unos por los otros" (1 Corintios 12:25, NTV; ver 1 Corintios 12:12-30). Así es "el cuerpo de Cristo también. Nosotros somos las diversas partes de un solo cuerpo y nos pertenecemos unos a otros" (Romanos 12:5, NTV). Mantenemos la paz dejando a un lado nuestro orgullo (Romanos 12:16), eligiendo perdonarnos unos a otros (Marcos 11:25; Mateo 18:21-22; Lucas 6:37; Efesios 4:32; Colosenses 3:13) y muriendo a nuestros deseos egoístas en amor sacrificial por los demás (Filipenses 2:1-4).
Es nuestro deber esforzarnos por vivir en paz con todas las personas, ya sean amigos o enemigos, hermanos o adversarios, cristianos o no creyentes. Lamentablemente, hay ocasiones en las que, hagamos lo que hagamos, no podremos vivir en paz con todos. Por esta razón, Pablo incluye dos condiciones: "si es posible" y "en cuanto de ustedes dependa". La reconciliación completa y la coexistencia pacífica requieren la cooperación de ambas partes. Si la otra persona no está dispuesta a reconciliarse o a vivir en armonía, la paz se vuelve imposible. Y si hacer las paces implica algún tipo de compromiso moral o bíblico por nuestra parte, entonces la paz en su sentido más pleno no es apropiada ni se espera de nosotros.
Sabemos por las Bienaventuranzas que "Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios" (Mateo 5:9). El pueblo del Reino está llamado a ser pacificador, porque "sembrarán semillas de paz y recogerán una cosecha de justicia" (Santiago 3:18, NTV).
Demostramos amor cristiano genuino haciendo todo lo que está en nuestro poder para vivir en paz con todos. Esto es mucho pedir, especialmente si hemos sido maltratados, pero es precisamente lo que Pablo tiene en mente, pues dice: "Nunca paguen a nadie mal por mal" (Romanos 12:17) y "nunca tomen venganza" (versículo 19). Como dice el viejo refrán: "Se necesitan dos para discutir". Si no respondemos ni devolvemos "mal por mal, sino que [procuramos] siempre lo bueno los unos para con los otros, y para con todos" (1 Tesalonicenses 5:15), entonces la pelea termina con nosotros. En un estímulo paralelo, Pedro enseña: "no devolviendo mal por mal, o insulto por insulto, sino más bien bendiciendo, porque fueron llamados con el propósito de heredar bendición" (1 Pedro 3:9).
Recordando el mandamiento de Jesús de "amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen" (Mateo 5:44), Pablo exhorta: "Bendigan a los que los persiguen. Bendigan, y no maldigan" (Romanos 12:14). La mejor manera de tratar a un enemigo es tratarlo con bondad y amabilidad, con la esperanza de ganarlo para Cristo (ver Proverbios 25:21-22). Debemos dejar la obra de la venganza y el castigo del pecado a Dios (Deuteronomio 32:35, 41; Eclesiastés 12:14). Los creyentes están llamados a una vida "pacífica y tranquila" para no obstaculizar ni dañar la obra del evangelio (1 Timoteo 2:1-4).
La división entre los creyentes daña el cuerpo de Cristo y el ministerio del evangelio (Gálatas 5:15). Cuando los discípulos discutían sobre quién sería considerado el mayor entre ellos (ver Marcos 9:34, Lucas 9:46 y Lucas 22:24), Jesús les dijo: "estén en paz los unos con los otros" (Marcos 9:50). Pablo exhorta a los creyentes de Corinto: "regocíjense, sean perfectos, confórtense, sean de un mismo sentir, vivan en paz, y el Dios de amor y paz estará con ustedes" (2 Corintios 13:11).
En Romanos 14:19, Pablo anima: "Así que procuremos lo que contribuye a la paz y a la edificación mutua" (ver también 1 Tesalonicenses 5:13). El autor de Hebreos afirma: "Busquen la paz con todos» (Hebreos 12:14). El salmista repite: "Apártate del mal y haz el bien, busca la paz y síguela" (Salmo 34:14).
¿Cómo podemos vivir en paz con todas las personas? El primer paso es experimentar la paz con Dios a través de una relación con Jesucristo (Romanos 5:1; Juan 16:33). La presencia y la paz de Dios en nuestras vidas son fundamentales (Filipenses 4:9; 1 Tesalonicenses 5:23; Hebreos 13:20-21; Romanos 14:17). Solo con la paz de Cristo, reinando en nuestros corazones podemos vivir en paz con otras personas (Colosenses 3:15). Y dado que la paz es un fruto del Espíritu (Gálatas 5:22; Romanos 8:6), debemos depender de la obra del Espíritu Santo en nuestros corazones para llegar a ser pacificadores eficaces en este mundo.
Un excelente motivo para vivir en paz con otros creyentes es nuestra comunión en Cristo como un solo cuerpo interconectado, que "hace que haya armonía entre los miembros a fin de que los miembros se preocupen los unos por los otros" (1 Corintios 12:25, NTV; ver 1 Corintios 12:12-30). Así es "el cuerpo de Cristo también. Nosotros somos las diversas partes de un solo cuerpo y nos pertenecemos unos a otros" (Romanos 12:5, NTV). Mantenemos la paz dejando a un lado nuestro orgullo (Romanos 12:16), eligiendo perdonarnos unos a otros (Marcos 11:25; Mateo 18:21-22; Lucas 6:37; Efesios 4:32; Colosenses 3:13) y muriendo a nuestros deseos egoístas en amor sacrificial por los demás (Filipenses 2:1-4).
Es nuestro deber esforzarnos por vivir en paz con todas las personas, ya sean amigos o enemigos, hermanos o adversarios, cristianos o no creyentes. Lamentablemente, hay ocasiones en las que, hagamos lo que hagamos, no podremos vivir en paz con todos. Por esta razón, Pablo incluye dos condiciones: "si es posible" y "en cuanto de ustedes dependa". La reconciliación completa y la coexistencia pacífica requieren la cooperación de ambas partes. Si la otra persona no está dispuesta a reconciliarse o a vivir en armonía, la paz se vuelve imposible. Y si hacer las paces implica algún tipo de compromiso moral o bíblico por nuestra parte, entonces la paz en su sentido más pleno no es apropiada ni se espera de nosotros.