Pregunta

¿Cuáles son los siete ayes de Mateo 23?

Respuesta
En Mateo 23, Jesús pronuncia siete "ayes" sobre los líderes religiosos de su tiempo. Un "ay" es una exclamación de dolor, similar a lo que se expresa con la palabra ay. Al pronunciar ayes, Jesús profetizaba un juicio sobre la élite religiosa, culpable de hipocresía y otros pecados.

La versión Nueva Biblia de las Américas y algunas otras traducciones enumeran ocho ayes en Mateo 23, pero los manuscritos más antiguos omiten el versículo 14, en el que se condena a los escribas y fariseos por aprovecharse de las viudas y hacer largas oraciones para aparentar. En otros lugares, Jesús habla contra esos mismos pecados (Marcos 12:40 y Lucas 20:47); lo más probable, sin embargo, es que Mateo no los incluyera entre los demás ayes del capítulo 23.

Los siete ayes se dirigen a los maestros de la ley y a los fariseos; en uno de los ayes, los llama "guías ciegos" (Mateo 23:16). Al final de sus denuncias, los llama "serpientes" y "camada de víboras" (versículo 33). Antes de que Jesús condenara a los religiosos hipócritas, le habían estado siguiendo para ponerle a prueba y tratar de engañarle con preguntas sobre el divorcio (Mateo 19:3), sobre Su autoridad (Mateo 21:23), sobre el pago de impuestos al César (Mateo 22:17), sobre la resurrección (versículo 23) y sobre el mayor mandamiento de la ley (versículo 36). Jesús precedió Sus siete ayes explicando a los discípulos que debían obedecer las enseñanzas de los líderes judíos -ya que enseñaban la ley de Dios-, pero no emular su conducta porque no practicaban lo que predicaban(Mateo 23:3).

El primero de los siete ayes de Jesús condenaba a los escribas y fariseos por mantener a la gente fuera del reino de los cielos: "Pero, ¡ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas que cierran el reino de los cielos delante de los hombres! Porque ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que están entrando" (Mateo 23:13). Jesús es el único Salvador y el único camino al cielo. Al rechazar a Jesucristo, los fariseos se negaban a entrar en el reino de los cielos. También impedían que la gente común creyera en Él, bloqueando así el camino al cielo para los demás. El arrepentimiento y la fe en Cristo es la puerta de admisión a este reino, y nada podía ser más desagradable para los fariseos, que no veían la necesidad del arrepentimiento en sus propias vidas e intentaban justificarse mediante la estricta observancia de la ley.

En el segundo de los siete ayes, Jesús condenó a los líderes por enseñar a sus conversos la misma hipocresía que ellos mismos practicaban. Llevaban a sus conversos a una religión de obras, pero no a la verdadera justicia, haciéndolos "[hijos] del infierno dos veces más" (Mateo 23:15).

El tercer ay que pronunció Jesús se refería a la élite religiosa como "guías ciegos" e "Insensatos y ciegos" (Mateo 23:16-17). Los hipócritas se creían guías de ciegos (ver Romanos 2:19), pero ellos mismos eran ciegos y, por tanto, incapaces de guiar a los demás. Su ceguera espiritual les hacía ignorar muchas cosas, entre ellas la identidad del Mesías y el camino de la salvación. Estaban ciegos al verdadero significado de las Escrituras y a su propio pecado. Pretendían guiar al pueblo hacia la verdad, pero eran incapaces de hacerlo porque no tenían conocimiento personal de la verdad. En lugar de enseñar la verdad espiritual, preferían discutir sobre asuntos irrelevantes y encontrar lagunas en las normas (Mateo 23:16-22).

El cuarto de los siete ayes denuncia a los escribas y fariseos por su hipocresía en la práctica del diezmo. Le daban mucha importancia a cosas pequeñas, como el diezmo de las especias, mientras ignoraban asuntos cruciales. Contaban diligentemente sus hojas de menta para dar una de cada diez al templo, pero descuidaban los "preceptos más importantes de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad" (Mateo 23:23). Recurriendo a la hipérbole, Jesús dijo: "cuelan el mosquito y se tragan el camello" (versículo 24). En otras palabras, se cuidaban de no ofender en cosas menores de poca importancia (colar mosquitos), mientras toleraban o cometían grandes pecados (tragar camellos).

En los ayes quinto, sexto y séptimo, Jesús ilustró aún más los diferentes aspectos de la hipocresía que caracterizaba a los líderes religiosos. En el quinto ay, Jesús los compara con platos que se limpian escrupulosamente por fuera, pero se ensucian por dentro. Sus observancias religiosas los hacían parecer limpios y virtuosos, pero por dentro sus corazones estaban llenos de "robo y de desenfreno" (Mateo 23:25).

En el sexto ay, Jesús los comparó con "sepulcros blanqueados. Por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia" (Mateo 23:27). El cadáver putrefacto dentro de una tumba era como la hipocresía y la anarquía en los corazones de los escribas y fariseos. Parecían justos por fuera, pero no eran más que tumbas embellecidas; por dentro, estaban espiritualmente muertos.

La hipocresía a la que se dirigió Jesús en el séptimo ay iba dirigida a los que erigían monumentos y decoraban las tumbas de los profetas de antaño. Jesús señala que esos profetas habían sido asesinados por los propios antepasados de los fariseos. Ellos se creían mucho mejores que sus padres, diciendo: "Si nosotros hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en derramar la sangre de los profetas" (Mateo 23:30). Pero en esa misma declaración reconocían su linaje: Jesús dice que en realidad eran hijos de sus padres; habían heredado la maldad de sus antepasados y seguían sus pasos. Jesús conocía sus corazones malvados, que pronto conspirarían para asesinarle (Mateo 26:4) igual que sus antepasados habían asesinado a los justos de antaño.

Los siete ayes de Mateo 23 eran advertencias funestas para los líderes religiosos de la época de Jesús. Pero también sirven para advertirnos hoy contra la hipocresía religiosa. Estamos llamados a la verdadera piedad, al amor sincero y a la fe perdurable. La pretensión, la afectación y la hipocresía solo nos llevarán al infortunio.