Pregunta

¿Qué significa santifiquen a Cristo como Señor en sus corazones (1 Pedro 3:15)?

Respuesta
En su libro El aire que respiro, Louie Giglio analiza la idea de que Dios, nuestro Creador, diseñó a cada persona para adorarlo. La adoración es lo que hacemos, y los adoradores son lo que somos, dice Giglio. Si consideramos cómo gastamos nuestro tiempo, dinero y energía, y en qué centramos nuestro afecto y lealtad, descubriremos un trono. Ese trono contiene las cosas más cercanas y queridas para nuestros corazones: revela qué y a quién adoramos. El apóstol Pedro especifica al único Ser al que debemos colocar por encima de todos los demás en el trono de nuestro corazón: "santifiquen a Cristo como Señor en sus corazones" (1 Pedro 3:15, NBLA).

En el texto original, el verbo traducido como "santificar" (una forma de hagiazō en griego) significa "dedicar, apartar, hacer santo, tratar o considerar con reverencia y honor". "Cristo Señor" en el Nuevo Testamento se refiere al Mesías, Jesucristo. Pedro dice que debemos "santificar", o apartar, al Señor en nuestros corazones; debemos darle un lugar especial de honor. Otras traducciones expresan el mandato de santificar al Señor: "adoren a Cristo como el Señor de su vida" (NLT) y "honren en su corazón a Cristo como Señor" (NVI).

Pedro sitúa esta exhortación en el contexto de la persecución por "hacer lo que es correcto" y sufrir a causa de nuestra fe en Cristo: "Pero, aun si sufren por hacer lo correcto, Dios va a recompensarlos. Así que no se preocupen ni tengan miedo a las amenazas. En cambio, adoren a Cristo como el Señor de su vida. Si alguien les pregunta acerca de la esperanza que tienen como creyentes, estén siempre preparados para dar una explicación" (1 Pedro 3:14-15, NTV). En lugar de reaccionar con preocupación y miedo, los creyentes deben responder a la persecución con adoración y un renovado compromiso a compartir la fe.

Pedro alude al profeta Isaías: "Ten por santo en tu vida al Señor de los Ejércitos Celestiales; él es a quien debes temer. Él es quien te debería hacer temblar. Él te mantendrá seguro" (Isaías 8:13-14, NTV). La advertencia de Pedro también replica estas palabras de Jesús: "No dejen que el corazón se les llene de angustia; confíen en Dios y confíen también en mí. . . .no se angustien ni tengan miedo" (Juan 14:1, 27, NTV).

A veces, en la vida cristiana, especialmente cuando nos enfrentamos a la oposición o a los problemas, nos sentimos tentados a preocuparnos por las posibles amenazas y a ceder a nuestros miedos. Jesús nos prometió que, a pesar de las tribulaciones que tendríamos en este mundo, podemos tener paz y valor porque Él ha vencido al mundo (Juan 16:33). Podemos "santificar al Señor Dios en nuestros corazones" en lugar de temer lo que la gente pueda hacernos. Nuestro temor al Señor vencerá todas las amenazas mundanas. Podemos dejar que las palabras tranquilizadoras de Cristo ahoguen todas las voces amenazantes. Podemos confiar en que el Espíritu de Dios que hay en nosotros es más grande que nuestros enemigos terrenales (1 Juan 4:4). Pueden intentar hacernos daño e incluso tener éxito, pero sufrir un poco de incomodidad ahora es mejor que comprometer nuestra relación con el Señor.

Sufrir por nuestra fe es un tema muy importante en las cartas de Pedro: "Amados, no se sorprendan del fuego de prueba que en medio de ustedes ha venido para probarlos, como si alguna cosa extraña les estuviera aconteciendo. Antes bien, en la medida en que comparten los padecimientos de Cristo, regocíjense, para que también en la revelación de Su gloria se regocijen con gran alegría. Si ustedes son insultados por el nombre de Cristo, dichosos son, pues el Espíritu de gloria y de Dios reposa sobre ustedes...Pero si alguien sufre como cristiano, que no se avergüence, sino que como tal glorifique a Dios...Así que los que sufren conforme a la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, haciendo el bien" (1 Pedro 4:12-19). El apóstol Pablo nos recuerda que nuestras aflicciones terrenales son "leves y pasajeras" en comparación con el "eterno peso de gloria" que nos espera en el cielo (2 Corintios 4:17).

El sufrimiento es una parte inevitable de nuestro llamado a seguir y servir a Cristo (Mateo 10:22, 38; Hechos 9:16; 14:22; Filipenses 1:29). Pablo le dijo a Timoteo: "todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, serán perseguidos" (2 Timoteo 3:12). No debemos sorprendernos si el mundo nos odia (1 Juan 3:13). Por el contrario, debemos esperar la persecución e incluso aceptarla, sabiendo que Dios nos dará fuerzas para soportarla (2 Timoteo 1:8; 1 Pedro 2:19; 3:17) e incluso sacará bien de ella (Hebreos 12:7; Romanos 5:3-4; 8:17; 2 Tesalonicenses 1:4-5; 2 Corintios 1:9; Santiago 1:3).

Santificar al Señor Dios en nuestros corazones significa dar nuestra lealtad incondicional a Jesucristo y adorarlo solo a Él, sin importar el costo. Revela una profunda confianza en Jesús como nuestro Señor y Rey soberano. Reconocemos que solo Él tiene control sobre nuestras circunstancias y que aquellos que nos amenazan no lo tienen (ver 1 Pedro 1:6-7). Nos comprometemos con Aquel que está sentado en el trono de nuestros corazones y seguimos haciendo lo que es correcto, incluso si sufrimos por nuestra fe en Él.