Pregunta
¿Qué significa ser pobre en espíritu?
Respuesta
En las bienaventuranzas del Sermón del Monte, Jesús declara: "Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos" (Mateo 5:3, NBLA). ¿Qué significa exactamente ser pobre en espíritu, y por qué ser pobre en espíritu resulta en poseer el reino de los cielos? ¿Por qué ser "pobre en espíritu" es algo que Dios quiere que seamos? ¿Por qué querría Dios que fuéramos "pobres" en algo?
Algunos proponen que Jesús está hablando de pobreza financiera, que está abogando por la pobreza para que las riquezas y las posesiones no se interpongan entre nosotros y Dios. Si bien es cierto que en otros pasajes Jesús advierte contra la búsqueda de riquezas (Mateo 6:24), no parece ser ese el punto de Jesús en Mateo 5:3. Jesús está hablando de ser "pobre en espíritu", es decir, de ser "espiritualmente pobre". En las bienaventuranzas, Jesús se enfoca en realidades espirituales, no en posesiones materiales. ¿Qué significa entonces ser espiritualmente pobre?
Ser pobre en espíritu es reconocer tu absoluta bancarrota espiritual delante de Dios. Es entender que no tienes absolutamente nada de valor que ofrecerle a Dios. Ser pobre en espíritu es admitir que, debido a tu pecado, estás completamente arruinado espiritualmente y no puedes hacer nada para librarte de tu grave situación. Jesús está diciendo que, sin importar tu estatus en la vida, debes reconocer tu pobreza espiritual antes de poder venir a Dios con fe para recibir la salvación que Él ofrece.
¿Por qué y cómo ser pobre en espíritu resulta en el reino de los cielos? Aunque la frase puede tener un significado amplio, el "reino de los cielos" se refiere esencialmente a la salvación. El reino de los cielos es tanto la eternidad en el cielo con Dios después de la muerte (Romanos 6:23) como la calidad eterna de vida con Dios antes de la muerte (Juan 10:10). Dios nos ofrece la salvación como un regalo, mediante el sacrificio de Jesucristo en la cruz, el pago completo por la pena del pecado. Antes de que podamos recibir este regalo, debemos entender que no podemos hacernos merecedores de él. La salvación es por gracia mediante la fe, no por obras (Efesios 2:8–9). Debemos reconocer nuestro pecado antes de poder entender nuestra necesidad de un Salvador. Debemos admitir nuestra pobreza espiritual antes de poder recibir las riquezas espirituales que Dios ofrece (Efesios 1:3). En resumen, debemos ser "pobres en espíritu".
Cuando Jesús dice: "Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos", está declarando que, antes de que podamos entrar en el reino de Dios, debemos reconocer la absoluta inutilidad de nuestra propia "moneda espiritual" y la incapacidad de nuestras obras para salvarnos.
Algunos proponen que Jesús está hablando de pobreza financiera, que está abogando por la pobreza para que las riquezas y las posesiones no se interpongan entre nosotros y Dios. Si bien es cierto que en otros pasajes Jesús advierte contra la búsqueda de riquezas (Mateo 6:24), no parece ser ese el punto de Jesús en Mateo 5:3. Jesús está hablando de ser "pobre en espíritu", es decir, de ser "espiritualmente pobre". En las bienaventuranzas, Jesús se enfoca en realidades espirituales, no en posesiones materiales. ¿Qué significa entonces ser espiritualmente pobre?
Ser pobre en espíritu es reconocer tu absoluta bancarrota espiritual delante de Dios. Es entender que no tienes absolutamente nada de valor que ofrecerle a Dios. Ser pobre en espíritu es admitir que, debido a tu pecado, estás completamente arruinado espiritualmente y no puedes hacer nada para librarte de tu grave situación. Jesús está diciendo que, sin importar tu estatus en la vida, debes reconocer tu pobreza espiritual antes de poder venir a Dios con fe para recibir la salvación que Él ofrece.
¿Por qué y cómo ser pobre en espíritu resulta en el reino de los cielos? Aunque la frase puede tener un significado amplio, el "reino de los cielos" se refiere esencialmente a la salvación. El reino de los cielos es tanto la eternidad en el cielo con Dios después de la muerte (Romanos 6:23) como la calidad eterna de vida con Dios antes de la muerte (Juan 10:10). Dios nos ofrece la salvación como un regalo, mediante el sacrificio de Jesucristo en la cruz, el pago completo por la pena del pecado. Antes de que podamos recibir este regalo, debemos entender que no podemos hacernos merecedores de él. La salvación es por gracia mediante la fe, no por obras (Efesios 2:8–9). Debemos reconocer nuestro pecado antes de poder entender nuestra necesidad de un Salvador. Debemos admitir nuestra pobreza espiritual antes de poder recibir las riquezas espirituales que Dios ofrece (Efesios 1:3). En resumen, debemos ser "pobres en espíritu".
Cuando Jesús dice: "Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos", está declarando que, antes de que podamos entrar en el reino de Dios, debemos reconocer la absoluta inutilidad de nuestra propia "moneda espiritual" y la incapacidad de nuestras obras para salvarnos.