Pregunta
¿Qué hacían los israelitas durante un período de duelo? (Deuteronomio 34:8)
Respuesta
En Deuteronomio 34:8 se nos dice que los hijos de Israel guardaron un tiempo de duelo: "Los israelitas lloraron a Moisés por treinta días en la llanura de Moab; así se cumplieron los días de llanto y duelo por Moisés" (NBLA). El período habitual de duelo en la cultura judía era de siete días. Por ejemplo, en Génesis 50:10 se menciona este período inicial cuando José lloró a su padre Jacob: "Cuando llegaron hasta la era de Atad, que está al otro lado del Jordán, allí hicieron duelo con una grande y dolorosa lamentación. Y José guardó siete días de duelo por su padre" (NBLA). Para una persona de gran importancia, era común que el duelo durara más tiempo. Cuando murió Aarón, por ejemplo, el duelo también duró treinta días (Números 20:29).
En el caso de Moisés, el pueblo de Israel lo lloró por treinta días. No se detallan exactamente cuáles fueron las prácticas específicas en ese tiempo, pero el judaísmo ha incluido a lo largo de su historia prácticas elaboradas para expresar el duelo por la pérdida de un ser querido. Una de estas prácticas es el keriah, el rasgado de las vestiduras como muestra de dolor.
La ley judía establece que una persona debe ser enterrada el mismo día de su muerte, y a partir de ese momento comienza un período de duelo de siete días. Tras el entierro, se comparte una comida especial de consuelo. Durante esa semana, los dolientes permanecen en la casa de luto, acompañados por familiares y amigos. Se ofrecen oraciones, se leen pasajes de la Torá y, con frecuencia, se encienden velas conmemorativas. En este tiempo se suspenden actividades como el aseo personal, las relaciones maritales, el entretenimiento y el estudio habitual. En algunos casos, los dolientes esperan treinta días antes de cortarse el cabello.
El duelo en tiempos bíblicos también podía incluir la presencia de plañideras profesionales, que tocaban instrumentos y entonaban cantos fúnebres. Las reglas rabínicas permitían que incluso la persona más pobre tuviera al menos dos flautistas y una mujer que hiciera lamentaciones. Cuando Jesús llegó a la casa del oficial de la sinagoga, cuya hija acababa de morir, encontró una gran cantidad de personas lamentándose: "Cuando Jesús entró en la casa del oficial, y vio a los flautistas y al gentío en ruidoso desorden" (Mateo 9:23, NBLA).
Además, el duelo podía expresarse afeitándose la cabeza, cubriéndose de ceniza o polvo, o rasgando las vestiduras. Estas acciones comunicaban públicamente el dolor de quien estaba en luto. En Jeremías 25:34, por ejemplo, se pronuncia un juicio contra líderes malvados con estas palabras: "Den gemidos, pastores, y clamen; revuélquense en ceniza, mayorales del rebaño; porque se han cumplido los días de su matanza" (NBLA). El pecado y sus consecuencias deberían provocarnos dolor y lamento.
En el caso de Moisés, el pueblo de Israel lo lloró por treinta días. No se detallan exactamente cuáles fueron las prácticas específicas en ese tiempo, pero el judaísmo ha incluido a lo largo de su historia prácticas elaboradas para expresar el duelo por la pérdida de un ser querido. Una de estas prácticas es el keriah, el rasgado de las vestiduras como muestra de dolor.
La ley judía establece que una persona debe ser enterrada el mismo día de su muerte, y a partir de ese momento comienza un período de duelo de siete días. Tras el entierro, se comparte una comida especial de consuelo. Durante esa semana, los dolientes permanecen en la casa de luto, acompañados por familiares y amigos. Se ofrecen oraciones, se leen pasajes de la Torá y, con frecuencia, se encienden velas conmemorativas. En este tiempo se suspenden actividades como el aseo personal, las relaciones maritales, el entretenimiento y el estudio habitual. En algunos casos, los dolientes esperan treinta días antes de cortarse el cabello.
El duelo en tiempos bíblicos también podía incluir la presencia de plañideras profesionales, que tocaban instrumentos y entonaban cantos fúnebres. Las reglas rabínicas permitían que incluso la persona más pobre tuviera al menos dos flautistas y una mujer que hiciera lamentaciones. Cuando Jesús llegó a la casa del oficial de la sinagoga, cuya hija acababa de morir, encontró una gran cantidad de personas lamentándose: "Cuando Jesús entró en la casa del oficial, y vio a los flautistas y al gentío en ruidoso desorden" (Mateo 9:23, NBLA).
Además, el duelo podía expresarse afeitándose la cabeza, cubriéndose de ceniza o polvo, o rasgando las vestiduras. Estas acciones comunicaban públicamente el dolor de quien estaba en luto. En Jeremías 25:34, por ejemplo, se pronuncia un juicio contra líderes malvados con estas palabras: "Den gemidos, pastores, y clamen; revuélquense en ceniza, mayorales del rebaño; porque se han cumplido los días de su matanza" (NBLA). El pecado y sus consecuencias deberían provocarnos dolor y lamento.